El
payaso de la mirada triste
José
“Pepe” Biondi, era calvo y para ponerse en clima de payaso, usaba pelucas.
Llegó a convertirse en guionista de sus propios sketches y si hay algo que
tenía bien claro, era qué quería transmitir con sus presentaciones. El
juego constante con la voz, las miradas y los gestos, lo hacían único, como
también el manejo constante de las palabras que tenían también protagonismo en
su forma de humor. “Pepe Caramelo”, por ejemplo, era un personaje creado
para “estar de boca en boca”. Velocidad escénica, presentación mediante el
ritmo y cierto porte fueron un poco innatos pero también dotes provenientes de
lo aprendido durante su primera juventud. Su vínculo con los actores del teatro
de variedades lo llevó desarrollar rutinas. Estas son acciones en las que los
actores van incorporando gags como el golpe o la cachetada. Trabajó con estas
formas en el Circo del Jardín Japonés, pasó por el Cabaret -donde tuvo que
haberse visto modificado su carácter humorístico- y llegó al Patio de México
para luego consagrarse en Cuba, donde nacería el verdadero “Pepe Biondi” cuando
ganó, tras su separación de Dick, un espacio individual dentro de la
televisión.
Lo que
Biondi nos dejó
Pepe
Galleta, Pepe Curdélez, Pepe Estropajo, Pepe Luí, Narciso Bello y el resto de
los personajes que engendró en Cuba, así como también frases y palabras como
“Patapúfete” llegaron a Argentina en 1959 cuando censuraron su humor en el país
centroamericano. Esta forma de representación tuvo que readaptarse al humor
argentino puesto que lo parámetros para la risa suelen ser muy locales y no
tuvo, en un primer momento el impacto esperado. Sin embargo, con un poco de
intervención en sus guiones empezó a ganar prestigio y carcajadas. El uso
de la rima tomó protagonismo y todos rieron al ritmo de “Soy Pepe Galleta,
único guapo en camiseta” o “Pepe Estropajo, le tiene alergia al trabajo”. Sus
programas televisivos los hacía en vivo ya que nunca pudo abandonar el gusto
por el contacto con el público y ni siquiera cuando estuvo a punto de morir
abandonó la risa. “Casi no cuento el cuento”, comentó luego de someterse a una
operación en Estados Unidos.
A Pepe
Biondi le gustaba de hablar para que los niños pudieran reír pero su público no
solamente se centró en ellos. Todos disfrutaban con sus juegos de palabras,
sonrisa y gesto permanente. ¡Qué suerte si pudiste disfrutarlo parroquiano! Y
sino, no te pierdas de ver hoy sus morisquetas que demuestran que no tanto se
necesita para hacer buen humor.
https://pulperiaquilapan.com/pepe-biondi-y-patapufete/
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