lunes, 7 de junio de 2021

La doctrina de Belgrano en su labor periodística


7 de junio Día del Periodista:

La doctrina de Belgrano en su labor periodística

Si volvemos la mirada sobre la formación intelectual de Manuel Belgrano, de carácter enciclopedista, adquirida en Europa, no dudaremos en afirmar que su educación es la ideal de todo periodista. El buen conocimiento de varias lenguas como el francés, italiano e inglés, según destacáramos precedentemente, le posibilitan a Belgrano el acceso directo a diversas fuentes de conocimiento, como el contacto personal con autoridades y personajes relevantes de su época. Tiene especial vocación por el estudio de la economía política, del derecho público y dedica mucho de su tiempo de Secretario Consular a la atención y fomento de nuevos sistemas y métodos de producción, dirigidos al logro de un mayor rendimiento del suelo y mejores condiciones laborales del campesinado. De ahí su inquietud por la difusión de los mismos, o el establecimiento de centros que instruyan adecuadamente en sus diferentes especialidades; más aún, llega a recabar de la Corona el envío al Plata de maestros especializados o bien, el traslado de colonos a la Metrópoli a fin de que adquieran allí la debida instrucción.

Es esa, sin duda, una solicitud inaudita a los ojos peninsulares. Indudablemente, su pluma de pensador profundo encuentra en el periodismo el medio más apropiado de expresión, pero no debemos desestimar su enorme labor de cronista, a la que se consagra por entero a través de las actas consulares; fue reflejo de sus esfuerzos por el logro del mejoramiento general del virreinato. Por otro lado, siendo Secretario del Real Consulado, Belgrano hace que ese cuerpo se suscriba a diferentes periódicos europeos como el Almanak Mercantil, el Correo Mercantil y el Semanario de Agricultura, de origen madrileño los dos últimos. Su actividad periodística comienza en el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata, que empieza a publicarse el primero de abril de 1801, fundado y dirigido por el militar, abogado y escritor Francisco Antonio Cabello y Mesa. Aparece primeramente, dos veces a la semana (miércoles y sábados) y luego se transforma en un semanario dominical. Ha surgido con licencia oficial exclusiva y es sostenido por la contribución de casi doscientos suscriptores. Como todos los periódicos de aquellos tiempos, éste, que es el primero editado en Buenos Aires está destinado a la divulgación de ideas de interés general, artículos acerca de la agricultura, el comercio, el progreso, los precios en plaza, los recursos provinciales, etc.; aunque sabe esbozar críticas audaces como las dirigidas al poderoso monopolio español. Según estiman algunos estudiosos, Belgrano es el inspirador de Cabello y Mesa en la fundación de ese periódico y colabora en sus páginas junto a Juan José Castelli, Julián de Leiva, Domingo de Azcuénaga y otros. Pero a casi un año de su aparición, comienzan ciertas desinteligencias, entre Belgrano y Cabello y Mesa; el Consulado le retira su apoyo y el 17 de octubre de 1802, deja de publicarse; se habían editado ciento diez números. 

El semanario es clausurado por orden del Virrey del Pino. Tradicionalmente, se acepta que tal medida ha sido adoptada después de la publicación, el 8 de octubre de ese año, de un artículo considerado agraviante por las autoridades de la colonia, titulado: “Circunstancias en que se halla la provincia de Buenos Aires e Islas Malvinas, y modo de repararse”. Este trabajo se atribuye erróneamente, durante mucho tiempo, a Cabello y Mesa, hasta comprobarse que había sido tomado de un manuscrito de Juan de la Piedra, de marzo de 1778. La causa de la desaparición del primer periódico porteño debe atribuirse con mejor criterio, a ciertas puerilidades en que incurre finalmente, apartándose de los objetivos primeros, que habían merecido el apoyo inicial de Belgrano. Además, habían surgido serios problemas económicos y la pérdida de la licencia oficial exclusiva para su edición. Aquel ensayo no había sido sino una excusa para que el Virrey decidiera finalmente su clausura. Un mes antes de dejar de circular el Telégrafo Mercantil, aparece en la Capital un nuevo periódico, el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, bajo la dirección de un comerciante criollo llamado Juan Hipólito Vieytes que llega a publicar 218 números, entre el 2 de septiembre de 1802 y el 11 de febrero de 1807. 

La publicación cuenta también con los auspicios del Real Consulado y se transforma en un verdadero vocero de ese organismo, al demostrar los beneficios de las teorías económicas vigentes en Europa y entusiastamente compartidas por su Secretario. Propicia el fomento de la industria, del libre comercio y sobre todo de la agricultura. Desarrolla las teorías anunciadas por Belgrano en sus Memorias económicas, integrándose a la corriente fisiócrata y cimentando las ideas básicas de nuestra revolución. Se lee en su primer número: “La agricultura, bien ejercitada, es capaz por sí sola de aumentar la opulencia de los pueblos hasta un grado casi imposible de calcularse […] Es excusado exponer la preeminencia moral, política y física de la agricultura sobre las demás profesiones, hijas del lujo, y de la depravación de las sociedades”.

Pasado cierto tiempo de la desaparición de esta publicación, Belgrano exalta las buenas iniciativas que han impulsado a su fundador. Escribe en el Correo del Comercio, a principios de 1810: “El ruido de las armas [se refiere a las invasiones inglesas] cuyos gloriosos resultados admira el mundo, alejó de nosotros un periódico utilísimo con que los conocimientos lograban extenderse en la materia más importante a la felicidad de estas Provincias: tal fue el Semanario de Agricultura, cuyo editor se conservará siempre en nuestra memoria, particularmente en la de los que hemos visto a algunos de nuestros labradores haber puesto en práctica sus saludables lecciones y consejos de que no pocas ventajas han resultado”. 

El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio deja de circular a comienzos de 1807 a causa de la grave situación que enfrenta Buenos Aires con la amenaza de una nueva invasión de fuerzas inglesas, acantonadas en Montevideo. En tanto, el 23 de mayo de 1807, los ingleses inician en aquella ciudad, la edición de un periódico bilingüe (inglés-español) que llaman La Estrella del Sur (The Southern Star). Se publican siete números con una clara finalidad política: hacer propaganda política a favor de la ocupación inglesa en el Río de la Plata y del sistema de libre comercio que posibilite la introducción de los productos británicos. En la capital, entre octubre de 1809 y enero de 1810, por disposición de Cisneros se edita la Gaceta del Gobierno de Buenos Aires, destinada a difundir textualmente los documentos oficiales. Pero, según mencionáramos anteriormente, una de las medidas de orden político adoptada por el nuevo Virrey a su llegada a Buenos Aires, con la intención de ganarse el apoyo de los criollos, es la de fundar un periódico, redactado por ellos. Cisneros pone todo su empeño en la adopción de aquella medida. Belgrano nos cuenta que su ansia es tal que llega a querer publicar el prospecto de un periódico editado en Sevilla, reemplazándole el nombre por el “Buenos Aires”. 

A su regreso de la Banda Oriental, Belgrano comienza con la elaboración de aquel prospecto de seis páginas, que empieza a circular por decreto de enero de 1810 anunciando la próxima aparición de un periódico. Para la diagramación del mismo, cuenta con la asistencia de un grupo de amigos dispuestos a colaborar con el prócer en la utilización de aquel vocero, en beneficio de la causa revolucionaria. Así, el 3 de marzo de ese año, se inicia la publicación del Correo de Comercio. Es un pliego editado en el taller de imprenta de los Niños Expósitos, anuncia que saldrá los sábados y costará un peso mensual la suscripción. Han pasado casi nueve años desde la fundación del Telégrafo Mercantil y los frecuentes errores tipográficos de aquel se han salvado casi totalmente. La colaboración de Juan Hipólito Vieytes en su composición se transforma en una valiosa asociación de ideas y esfuerzos para difundir los principios de libertad y desterrar la corrupción, la opresión, pretendiendo mejorar la situación social a través de la educación. Nos dice Belgrano: “En él salieron mis papeles, que no era otra

cosa más que una acusación contra el gobierno español; pero todo pasaba, y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros paisanos”. El periódico abarca 58 números. El último ejemplar es el del 5 de abril de 1811, que cierra la publicación sin aviso previo y seguramente de manera imprevista, pues algunos artículos indicaban su continuación en el siguiente número. Belgrano su fundador, no había participado de tal decisión ya que se hallaba fuera de la Capital.

Como todos aquellos periódicos de la época, el Correo de Comercio, está dedicado a informar sobre diversos temas, más que a la divulgación de noticias. Los artículos principales se refieren a la agricultura, comercio y educación. Simultáneamente, algunas líneas informan acerca de la entrada y salida de buques a Buenos Aires y Montevideo, descripciones geográficas, comentarios respecto a los precios en plaza, al auxilio a los pobres, al tratamiento de la hidrofobia, etc. En el séptimo número del 14 de abril de 1810, se inaugura una sección que hoy denominaríamos: “cartas de lectores”, que se repetirá irregularmente luego. En esa fecha se publica una “Carta de un Labrador a los Editores”, los estudios científicos realizados a fin de conocer el origen de esta carta, indican que la doctrina socioeconómica que la sustenta, como su estilo literario, son elementos que pueden señalar a Manuel Belgrano como su autor la que nos ocuparemos más adelante. Mayor originalidad reviste aún una “Proclama a los Cochabambinos” de Francisco Javier Iturri Patiño, en la edición del 23 de febrero de 1811, impresa a dos columnas, en quechua y español.

Año después, siendo Brigadier General de Ejército, al frente de la división acantonada en Tucumán, publica un semanario que llama sin embargo Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú. Es un pliego informativo que divulga las noticias de carácter militar, referentes a las alternativas de la campaña; aunque como diario de operaciones no desestima los principios morales que, en la opinión de Belgrano, debía impartírsele a la tropa. La redacción se confía al general chileno Manuel Antonio Pinto, o bien, a Patricio Sánchez de Bustamante, secretario del comandante en jefe. Se publican 78 números entre el 10 de julio de 1817 al 31 de diciembre del año siguiente. La vocación periodística de Belgrano se extiende con igual sentido didáctico ahora frente al soldado, siempre con profunda abnegación y patriotismo, en un esfuerzo constante a fin de alcanzar los objetivos más caros al espíritu humano.

Temas desarrollados por el prócer en los periódicos coloniales

Manuel Belgrano se vuelca por entero a la actividad periodística hallando en ella un medio más propicio para difundir su doctrina, anunciada en las Memorias Consulares o ante los miembros de ese cuerpo en reiteradas ocasiones. Pero el círculo de funcionarios que lo integra se compone en su mayoría, de comerciantes monopolistas porteños entre los cuales no hallan trascendencia sus propuestas. De ahí que los temas desarrollados en el Correo de Comercio coincidan, esencialmente, con los expuestos en sus Memorias, guardando intencionalmente una apariencia conciliadora con la autoridad que había tenido la iniciativa en aquella publicación, pero ocultando apenas el verdadero sentido revolucionario de sus artículos. Prueba de ello es el que elabora en vísperas de la Revolución de Mayo con el título: “Causas de la Destrucción o de la Conservación y engrandecimiento de las Naciones”. Aquel breve ensayo, según nos recuerda Belgrano, “contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribuía a la unión y desunión de los pueblos”. La uniformidad de pensamiento y el esfuerzo común de todo un pueblo, era el elemento indispensable para lograr su prosperidad y engrandecimiento: “basta la desunión [dice en la primera plana del sábado 19 de mayo de 1810] para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo, por débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente”.

Detengámonos, por último, en el sentido que Belgrano asigna a la prensa: es un elemento insustituible de divulgación de la cultura y por ende, debe permanecer íntimamente unida al principio de libertad. Decía: “es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la Nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca”. ¿Quiénes temen entonces a la libertad de prensa? “Sólo pueden oponerse [...] los que gusten mandar despóticamente,[...] los que sean tontos, que no conociendo los males del gobierno, no sufren los tormentos de los que los conocen y no los pueden remediar […], o los muy tímidos que se asustan con el eco de la libertad”. Esos son los principios básicos de un ensayo que Belgrano titula: “La libertad de la prensa es la principal base de la ilustración pública”, en las primeras páginas del Correo de Comercio del día 11 de agosto de 1810. No es de extrañar entonces, que un año más tarde, el 8 de noviembre de 1811, el Cabildo de Buenos Aires lo designe elector nato para la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta.

"Asociación Belgraniana de Morón - 2021 - 25 aniversario"

  


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