Presionadas
por entidades privadas y ahorristas acreedores, el 9 de diciembre de 1902,
Inglaterra, Alemania e Italia intervinieron en Venezuela, invocando para ello
que el país sudamericano se había atrasado en los servicios de la deuda
pública. Los países europeos bloquearon los puertos, los bombardearon e
inutilizaron algunos buques.
Estas
acciones tenían el visto bueno del presidente norteamericano Theodore Roosevelt,
quien se aseguró, no obstante, de que no hubiera invasión territorial. Sin
embargo, esta acción constituía una violación flagrante de la Doctrina Monroe,
principio establecido en 1823 por el presidente norteamericano James Monroe,
que prohibía cualquier intervención europea contra las repúblicas americanas.
La desatención de Roosevelt alarmó a los países sudamericanos, que lo
consideraron un peligroso antecedente.
Al
conocer dicha situación, con la aprobación del presidente Julio A. Roca y tras
fracasar intentos de mediación conjunta con Chile y Brasil, el entonces
ministro de Relaciones Exteriores argentino, Dr. Luis María Drago, envió una
nota al ministro argentino en Washington, Martín García Mérou, el 29 de
diciembre de 1902, en la que le expuso que “el capitalista que suministra su
dinero a un Estado extranjero tiene siempre en cuenta cuáles son los recursos
del país en que van a actuar y la mayor o menor probabilidad de que los
compromisos contraídos se cumplan sin tropiezo”. Teniendo estas previsiones
-sostenía Drago- “el acreedor sabe que contrata con una entidad soberana, y es
condición inherente a toda soberanía que no puedan iniciarse ni cumplirse
procedimientos ejecutivos contra ella”.
La nota
de Drago fue apenas contestada en los Estados Unidos, pero la importancia del
fundamento establecido fue tomado en serio en los países latinoamericanos,
donde obtuvo una veloz difusión.
La
posición de quien también había sido fiscal del Estado en la provincia de
Buenos Aires no implicaba desconocer las deudas contraídas, sino simplemente
que al tratarse de Estados soberanos, el atraso del pago no podía implicar
ningún tipo de represalia intervencionista.
Con
posterioridad, en 1907, en la Conferencia de La Haya, Drago presidió la
delegación argentina y expuso su tesis, oponiéndose a la posición del delegado
norteamericano, Horace Porter. A pesar de su aceptación general, la propuesta
de Drago fue modificada, adoptando la Asamblea la denominada Enmienda Porter,
que estableció el arbitraje de las potencias y posterior empleo de la fuerza en
caso de desconocimiento del mismo. Durante años, esta tesis fue discutida en
ámbitos internacionales y académicos, consolidándose finalmente como doctrina
ampliamente aceptada. Para recordar la memorable acción del Dr. Drago,
rescatamos algunos fragmentos de la nota que envió a Estados Unidos, que dio
gran repercusión a su posición.
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