martes, 19 de marzo de 2019

Hipólito Bouchard - Parte 3


El 9 de julio de 1817 zarpa Bouchard de la ensenada de Barragán, al grito de “¡Viva la Patria!”, llevando como segundo a Nataniel Sommers.  Marcha con rumbo a Madagascar, en busca de los buques realistas que espera encontrar allí, prometiéndose cazar las naves españolas que seguían el camino para las Filipinas.  El 4 de setiembre la “Argentina” recala en Tamatava, puerto principal de Madagascar, a la entrada del Océano Indico, llegando a tiempo para impedir a 4 buques negreros realizar su infame comercio, glorificando así la bandera de la Patria que tremola en el palo mesana de su fragata.  Atraviesa el Océano Indico y llega a las costas occidentales de la India, dirigiéndose de allí al Archipiélago de la Sonda, tocando sucesivamente en Java, Macassar, Célebes, Borneo y Mindanao.  En estos mares fue que el atrevido corsario empezó a sentir las primeras dificultades de su traviesa empresa.  En Java el escorbuto diezmó su tripulación, fondeando en el mar más de 40 cadáveres; en el estrecho de Macassar se ve repentinamente atacado por cinco buques piratas, quedando victorioso después de un rudo combate de hora y media, en el cual pierde 7 hombres, pero logra capturar un buque pirata con todos sus tripulantes, escapando los otros cuatro buques.  De los capturados, toma los veinte más jóvenes, y los restantes los hunde a cañonazos.  El 31 de enero de 1818 Bouchard establecía vigoroso bloqueo en la isla de Luzón, la más grande del Archipiélago de las Filipinas, base y centro del poder de la metrópoli española, teniendo los realistas una escuadrilla en Manila capital del archipiélago.  “Hallándose los enemigos –dice el propio Bouchard- con fuerzas muy superiores, yo esperaba un ataque.  Vivía con precauciones pero sin temor.  La resolución de los argentinos era decidida por el triunfo o la muerte, a pesar de la poca gente que me había quedado”.  

Durante los dos meses que duró el bloqueo, la “Argentina” capturó 16 buques mercantes que echó a pique frente a las baterías de Manila.  Aborda otros buques más poderosos que el suyo, y captura 400 tripulantes; entre ellos, un bergantín español que apresó en el puerto de Santa Cruz (más al Norte) después de un ligero cañoneo, buque que armó más tarde con una pequeña dotación argentina y el resto de los prisioneros, y el cual se perdió poco después.  El 21 de mayo abandonó las costas filipinas para dirigirse a las de China, pero ante las penalidades que le presentó la navegación, desistió y se dirigió a Oceanía, llegando a Hawai, la mayor de las islas Sándwich.  Al llegar a este puerto (17 de agosto), Bouchard se enteró de que una corbeta que había en la playa era la “Chacabuco”, cuya tripulación habiéndose sublevado al almirante Brown y después de cometer toda clase de piraterías, se la habían vendido al rey de aquella isla, Kameha-Meha, en el precio de 600 quintales de sándalo y dos pipas de ron.  Decidido Bouchard a rescatar la “Chacabuco”, se hizo conducir a presencia del rey y obtuvo de él, a fuerza de largos razonamientos, la entrega de la corbeta y de su tripulación, mediante una módica indemnización.  
Firmó, además, con el soberano, un tratado de unión y comercio con las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuya independencia reconoció solemnemente.  “El capitán Bouchard, dice Mitre, congratulando al Rey, le regaló una rica espada, sus propias charreteras de comandante y un sombrero, presentándole a nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata, un despacho de Teniente Coronel con uniforme completo de su clase.  Así, pues, el Rey de Sándwich, fue la primera potencia que reconoció la independencia del pueblo argentino.  
Este triunfo diplomático del corsario es una de las singularidades del memorable crucero de la “Argentina” en que su comandante en el espacio de dos años desempeñó tan diversos roles, libertando esclavos,  castigando piratas, estableciendo bloqueos, dirigiendo combates, negociando tratados, asaltando fortificaciones, dominando ciudades, forzando puertos para ir a terminar su odisea en una prisión”.

Bouchard, después de armar convenientemente la “Chacabuco”, y hacer fusilar a dos sublevados, el 23 de octubre de 1817, hizo rumbo a las costas de California, fondeando en San Carlos de Monterrey, donde imprudentemente envía la “Chacabuco”, de menor calado, a bombardear el fuerte, cuyos fuegos bien dirigidos, acribillaron al buque argentino, viéndose su tripulación obligada a retirarse, sin que Bouchard, con la “Argentina” (cuyo calado no le permitía aproximarse más a las baterías del fuerte) pudiese prestarle auxilio de ninguna especie.  Pero al día siguiente la marea crece y la “Argentina” se lanza al combate, desembarcando Bouchard 200 hombres, con los cuales derrota las fuerzas de caballería e infantería que se oponen a su paso y después de una porfiada y sangrienta lucha, toma por asalto la fortaleza y la ciudad, enarbolando en el más alto torreón, el pabellón azul y blanco.  Se apodera de abundantes municiones y armamento, entre el que cuentan veinte y tantos cañones y una gran cantidad de barras de plata.  Pone en libertad a los prisioneros y se apodera de la “Chacabuco”, haciendo reparar inmediatamente sus averías; manda demoler todas las baterías e inutilizar los cañones que no puede llevar a bordo de sus buques.  Incendia los almacenes del Rey, los presidios y las casas, con excepción de las pertenecientes a americanos, los templos, y después de permanecer allí por espacio de seis días, enarbola la bandera azul y blanca, en el lugar más elevados de los escombros del fuerte, corre vuela, sobre las costas de México en demanda de nuevas y más arriesgadas aventuras.  Pasa como una tromba sobre los puertos de San Blas, Acapulco, Santa Bárbara, San Juan, en cada uno de los cuales repite las proezas de San Carlos de Monterrey, llevando a bordo cuanto tenía valor, incendiando campos, echando abajo murallas y derrumbando fuertes.  

El 2 de abril se hallaba a la vista de Realejo, en la costa de Nicaragua, aumentando su escuadrilla con un bergantín que ha logrado rendir, y tres días después hace sentir su presencia, rindiendo a cuatro buques españoles tras sangriento y desigual combate, dos de los cuales incendió a la vista de la población consternada, obteniendo además de la victoria en la que pierde muchos de sus bravos, un valiosísimo cargamento de oro y plata.  Esta debía ser su última proeza, aunque no su último combate; habiéndose desprendido la “Argentina” de su fondeadero, con el fin de dar caza a una embarcación enemiga, la “Chacabuco” fue inopinadamente atacada por una goleta con bandera española que sostuvo un reñidísimo fuego, ocasionándole numerosas bajas.

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