Asunción de Alfonsin – Discurso
Nada lo obliga, pero salvo Yrigoyen, todos los presidentes inauguraron
su gestión discurso por medio. Hubo de todo: desde piezas rebosantes de
retórica y reiteraciones hasta dramáticas convocatorias. Félix Luna recuerda y
analiza algunos de los discursos más memorables.
La lectura de un mensaje por el nuevo presidente,
inmediatamente después de prestar el juramento constitucional ante la Asamblea
Legislativa, es uno de nuestros hábitos cívicos más tradicionales. Ninguna norma
obliga al flamante mandatario a prorrumpir en esa efusión oratoria. Pero salvo
Hipólito Yrigoyen, que omitió esa costumbre movido quién sabe por qué modalidad
personal, todos los presidentes, que sepamos, aprovecharon la solemne
oportunidad para dirigirse a la Nación formulando consideraciones sobre la
problemática del momento y destacando el programa al que habrían de ceñirse.
Un repaso a los mensajes presidenciales es una excelente
manera de recorrer la historia argentina a partir de la organización constitucional.
Piezas oratorias hinchadas de floreos o sobrias oraciones cívicas, jactancias
desmentidas por los hechos o modestas afirmaciones que más tarde se
justificaron, todos los estilos desfilan por esos discursos. Hay temas que
aparecen en los mensajes de los primeros presidentes con reiteración: hoy nos resultan
totalmente remotos. Tal, el problema del indio, que en las piezas inaugurales
de Mitre, Sarmiento y Avellaneda ocupan un lugar destacado. Otros temas, en
cambio, tienen vigencia permanente, aunque hayan sido desarrollados en lenguaje
distinto según los tiempos. Por ejemplo, el tema eterno de la libertad.
Temas de antaño y temas permanentes
En el primer mensaje pronunciado por un presidente
constitucional, Justo José de Urquiza afirmaba: "La libertad civiliza y
fecunda. La libertad sin moderación es una odiosa algazara. La libertad sin las
costumbres y la religión, carece de garantías. La libertad sin el trabajo y la
industria, no tiene ocupación digna". Urquiza decía esto en el modesto
ámbito del cabildo de Santa Fe el 5 de marzo de 1853. Lo rodeaban los diputados
y senadores del Congreso de la Confederación que días más tarde se trasladarían
a Paraná, felices al ver concretados su anhelos de organización pero
contristados por la separación de la provincia de Buenos Aires, a la que el
flamante presidente dedicó varios párrafos.
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