viernes, 25 de agosto de 2017

Avellaneda, el presidente que educó a los argentinos y pobló el país - Parte 1

Llegó a la cabeza del Ejecutivo por los méritos que hizo como impulsor del plan sarmientino de instrucción pública. Bajo su mandato, se inició un proceso de inmigración que dio forma a la sociedad argentina.

Nicolás Avellaneda fue el mandatario más joven de la Argentina. Inauguró y finalizó su mandato con sendas revoluciones, que se oponían tanto a su asunción como a una de sus decisiones más sabias y polémicas: la capitalización de la ciudad de Buenos Aires. Su gestión se caracterizó por una serie de medidas y decisiones trascendentes que contribuirían a forjar la Argentina moderna. 
Entre ellas, se destacan: el notable impulso a la educación, la ampliación de las fronteras del país, con la incorporación de la Patagonia oriental y el Chaco austral a la soberanía argentina, la implantación de un plan de austeridad en las finanzas públicas, la extensión de las líneas férreas y el impulso a la actividad económica privada. Esto último especialmente en materia de exportación de cereales e implantación de los primeros frigoríficos. 
Pero Nicolás Remigio Aurelio Avellaneda sería más recordado por la ley de inmigración y colonización (nº 817) promulgado bajo su mandato, el 19 de octubre de 1876.

El Presidente había nacido el 3 de octubre de 1837 en San Miguel de Tucumán. Cuando tenía apenas cuatro años de edad, su padre, Marco Avellaneda, fue ejecutado en Metán por órdenes del general federal oriental Manuel Oribe, quien seguía instrucciones de su jefe, don Juan Manuel de Rosas. La ejecución de Marco, líder y alma de la Coalición del Norte que se había armado contra el dictador porteño (y que aspiraba a organizar el país bajo el dictado de una constitución democrática) fue cruel y atroz. Fue decapitado y su cuerpo desmembrado a la vista de todos; su cabeza se exhibió en una pica durante varios días, en la actual plaza Independencia de San Miguel de Tucumán, en 1841.

Pese a esta traumática experiencia, el joven Nicolás pudo superar este trance y, lejos de exteriorizar, a lo largo de su vida, un espíritu revanchista o resentido contra los antiguos rosistas, fue siempre leal, tolerante, magnánimo y respetuoso de todos, aun de sus más acérrimos opositores. En 1868, cuando tenía treinta y un años de edad, Domingo Faustino Sarmiento lo designó ministro de Justicia e Instrucción Pública. Avellaneda fue el principal impulsor y ejecutor del plan sarmientino de educación, por el cual todos hoy recordamos al presidente sanjuanino. Fue tan exitosa su gestión que desde allí se presentó directamente a la Presidencia de la Nación, apoyado por el propio mandatario saliente.



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