En
febrero de 1985 Alfonsín reemplazó a Grinspun por Juan Vital Sourrouille con el
fin de implementar una política económica que atacara frontalmente la
inflación. El 14 de junio Alfonsín y Sourrouille anunciaron por televisión la
puesta en marcha del Plan Austral, por el que se creaba una nueva moneda, el
Austral, se congelaban todos los precios de la economía, y se establecía un
mecanismo de “desagio” para desindexar los contratos. El Plan Austral fue un
plan no monetarista, que se basaba en la idea de que, en una economía de alta
inflación durante varias décadas, como la argentina, el único modo de lograr la
estabilidad era frenando lo que llamaban “inflación inercial”, es decir la
anticipación de la inflación por parte de los agentes económicos. Sólo después
podrían atacarse las causas estructurales.
El
Plan Austral funcionó bien al principio. En octubre la tasa de inflación
mensual fue del 2%, una tasa inusualmente baja para la economía argentina del
último medio siglo. La estabilidad económica jugó un importante papel en el
amplio triunfo electoral del radicalismo en las elecciones parlamentarias de
noviembre de 1985.
Pero
en 1986 la inflación volvió a mostrar una tendencia ascendente y los precios
relativos de cada sector comenzaron a verse afectados, situación que se vio
agravada por la gran caída de los precios de los productos argentinos de
exportación (40% en el período).[22] El gobierno anunció entonces una
flexibilización de las estrictas normas de congelación de precios establecidas
un año atrás que no dio gran resultado.
Para
1987 comenzaba a hacerse evidente que era necesaria una reforma económica
estructural que resolviera la brecha entre recursos con que contaba el Estado y
las funciones que desarrollaba. El desfinanciamiento crónico del Estado ya no
podía ser resuelto ni recurriendo a los fondos de pensiones, ni por el
endeudamiento interior y exterior, ni por la emisión monetaria.
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