CHANTECLER. Alfredo Enrique Rossi utilizaba el
seudónimo (canta claro). Dio cátedra en crítica futbolística y cumplió una
función didáctica de gran valor. Estuvo en EG entre 1925 y 1941 y creó
secciones de gran arraigo como “Consultorio”, “Entre pitada y pitada” o “De
sábado a sábado”. Era tal su prestigio que cuando Jules Rimet, presidente de la
FIFA, vino a Argentina en 1939 pidió ser entrevistado por Chantecler.
EL JAPONES. Usaburo Kikuchi, otro fotógrafo emblema de EG durante 29 años
(1928-57). Estudiante de agronomía en su país, aterrizó en el Chaco para
trabajar en la cosecha. Cuando se quedó sin plata, golpeó la puerta de
Atlántida. Jamás había visto un partido de fútbol y en su primera vez se metió
en el campo de juego porque no sabía el significado de las líneas de cal.
Rápidamente se transformó en maestro.
ALFIERI. Otro apellido ligado sinónimo de EG. Ingresó en Atlántida a los 18
años como linotipista. “Cierta vez la empresa propuso a los obreros que
aprendiéramos un oficio en nuestras horas libres. Y yo me anoté para ser
fotógrafo –contó él mismo-. Al principio hacía trabajitos de laboratorio. Un
sábado faltó un fotógrafo y me dieron su tarea. Tenía que retratar a unos
atletas que participaban en un torneo. La noche del sábado no pude dormir, me
sentía Gardel. El torneo empezaba a las 14.30 y yo estuve a las 8 de la
mañana”. Con su pañuelo al cuello, Alfieri se hizo muy amigo de los protagonistas.
Trabajó en EG desde 1936 hasta la década 1980.
TRUCOS. El Photoshop no es un inventó moderno. “Las famosas tapas estáticas con
el jugador haciendo jueguito –recordó Alfieri- se hacían en dos partes. Primero
se sacaba el fondo con tribuna, después se fotografiaba al jugador en la
terraza de la Editorial y se montaban”. ¿Anécdotas? Miles. “Farro tenía la
nariz abatatada y un gran complejo. Se buscaron mil variantes y a él no le
gustaban. Al final, lo saqué con la bolsa de hielo que usaban los aguateros en
la nariz, y listo”. Su foto más laureada fue “El Abrazo del Alma” (1978).
ARDIZZONE. Su verdadero nombre era Osvaldo Onofre Bramante. Trabajaba como
empleado administrativo de Atlántida hasta que Dante Panzeri, director de EG,
habitual interlocutor de sus charlas en el buffet del cuarto piso, le comentó
que si volcaba en un papel las historias que contaba, sería un gran periodista.
Lo fue. Bohemio, poeta, de talento supremo, sus entrevistas y comentarios
adquirieron un vuelo literario único y son un sello de distinción de EG de los
‘60 y ‘70.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario