Dicen que cuando Auvert Arnaud vio el edificio, optó por
convertirlo en su vivienda. Lo decoró a su gusto, trayendo hasta plantas desde
España. Los que adhieren a la leyenda, incluyen entre esas plantas algunas con
hongos alucinógenos. Y sostienen que en esos hongos solían habitar los
“follet”, unos pequeños duendes traviesos que convirtieron el lugar en
inhabitable. Cuentan que, por eso, la estanciera dejó el edificio y se fue a
Rauch.
Allí es donde comienza la otra parte de la leyenda que
incluye a una bella mujer llamada Clementina, una artista plástica que había
venido a estudiar a Buenos Aires. La ubican viviendo en la torre, como una de
las inquilinas que fueron allí cuando el edificio se convirtió en casa
colectiva. Y agregan que una vez los duendes fueron fotografiados, se enojaron
y provocaron el suicidio de Clementina, por instigación o por acción directa.
Nunca pudo comprobarse, pero el mito se mantiene.
Y ya que se habla de mitos, no muy lejos del “castillo de La
Boca”, en Barracas, también hay otros lugares que alimentan leyendas. Uno es
“la casa de los leones”, una mansión que fue de Eustaquio Díaz Vélez. La
construcción está en Montes de Oca al 100, junto a la ex Casa Cuna.
Cuentan que
ahí había tres leones enjaulados, a los que soltaban de noche para que
protegieran la casa. Y dicen que cuando la hija de Díaz Vélez celebraba su
compromiso con un joven, también de buena familia, un león se soltó y en medio
de la fiesta despedazó al novio. Afirman que el dueño de la mansión mató al
león con un certero disparo de escopeta. Y que, al poco tiempo, la deprimida
hija terminó suicidándose. Pero esa es otra historia.
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