”Y de aquí, señores jueces, se derivaron consecuencias mucho
más graves para el orden jurídico. Porque, ¿cuántas de las víctimas de la
represión eran culpables de actividades ilegales? ¿Cuántas inocentes? Jamás lo
sabremos y no es culpa de las victimas.
”No bastan los chismorreos de los servicios de informaciones
que, de manera vergonzante se han esgrimido en este juicio en muchas
oportunidades.
”Al suprimirse el juicio, se produjo una verdadera
subversión jurídica; se sustituyó la denuncia por la delación, el
interrogatorio por la tortura y la sentencia razonada por el gesto
neroniano del pulgar hacia abajo.
”No existió entonces patrón de conducta al cual la víctima
podía someterse para estar a cubierto de una posible injuria. El terrorismo de
Estado la ponía en una situación de absoluta impotencia en lo concerniente a la
determinación de su conducta y, por ende, en la decisión de su destino. El
carácter arbitrario e indiscriminado de la represión sitúa el centro de la
suerte de la víctima fuera de ésta, pero continúa considerándola responsable de
una conducta que no sólo no decide, sino que incluso no puede llegar a
comprender.
”De tal suerte, las juntas militares fracasaron no sólo en
la misión de establecer la inocencia de los inculpados injustamente, sino
también en la de probar la culpabilidad de los responsables de actos
criminales. "No vamos a tolerar que la muerte ande suelta en la
Argentina". "Lentamente, casi como para que no nos diéramos cuenta,
una máquina de horror fue desatando su iniquidad sobre los desprevenidos y los
inocentes, en medio de la incredulidad de algunos, de la complicidad de otros,
y el estupor de muchos". Estas frases las dijo el almirante Emilio Eduardo
Massera el 2 de noviembre de 1976 en la Escuela de Mecánica de la Armada.
”Para esa fecha en los altillos de la casa de oficiales de
la Escuela de Mecánica de la Armada, sobre una colchoneta estaba Cecilia Inés
Cacabellos. Tenía 16 años, la habían encapuchado y sus manos estaban esposadas
y engrilladas.
”La habían capturado gracias a los datos suministrados por
su hermana, a quien le dieron garantías de que sólo se la iba a interrogar;
creía que así le salvaba la vida. Cecilia Inés Cacabellos permanece hoy en
situación de desaparecida.
”Mientras de puertas afuera se condenaba la violencia y se
proclamaba la legalidad, en el interior regía otra norma más fuerte que la ley,
de acuerdo a la cual decenas de Cecilias Cacabellos eran sometidas a tratos
inhumanos.
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