miércoles, 18 de febrero de 2015

La Catedral de Las Heras – Parte 2

Recorría yo una de las calles de mi actual ciudad, Rosario, viendo vidrieras o las baldosas de las veredas que pasaban por debajo, al ritmo que imprimían mis zapatos, en el acostumbrado caminar… Me detengo en uno de esos locales atestados de libros viejos, ingreso y recorro las estanterías buscando con melancolía lo que siempre algún pasado nos muestra. 

Tomo un libro, aún no sé qué me llevó a elegirlo, pues jamás hubiera elegido tan, para mí, árido tema: “Mi Paso por los Tribunales” de Alfredo Eymann, lo abro, voy al índice y empiezo a pasear mi vista a lo largo de los temas, 51 en total, y me detengo en uno, (me sigo preguntando porqué, porque jamás me interesé por ningún tema que tenga cualquier ítem del Derecho, o conexión con algún Tribunal): “El pleito más largo en mi vida profesional” pág.15. Busco la página 15 y comienzo a leer: (copio textualmente)

“Bien se dice que la Justicia cuando más breve, mejor. Desgraciadamente esta condición esencial unida a la buena y barata, no se cumple en nuestro país. Múltiple factores contribuyen a largar la dilucidación de los procesos, entre ellos el engorroso trámite de nuestros Códigos de Procedimientos y la desidia humana, en la que no siempre la responsabilidad debe recaer en los encargados de administrar Justicia. También es necesario involucrar a todos aquellos que comparten esa responsabilidad, como fiscales, asesores de menores, peritos y no pocas veces a los propios profesionales.
                El caso es que la tónica de la Justicia se caracteriza por la lentitud, o sea que se trata de una maquinaria sumamente pesada. Esto me ocurrió en un juicio bastante famoso, el que duró en su tramitación cerca de un cuarto de siglo, para ser más preciso 22 años, o sea desde 1940 a 1962. Se trató del cobro de los honorarios del Ingeniero Don Arturo Prins, fallecido en el año 1939. El Sr. Arturo Prins fue un hombre de probada capacidad intelectual y vasta cultura, que ostentó los títulos de ingeniero y arquitecto, culminando su trayectoria de hombre útil a la civilidad cuando mereció ser galardonado con las palmas de miembro de la Academia de Bellas Artes. 

Con el Dr. Ángel Rómulo Mariano Montes de Oca, iniciamos su juicio sucesorio en representación de todos sus herederos, el que debimos suspender hasta que se resolviese el juicio por cobro de honorarios por los proyectos y dirección del edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, ubicado en el amplio solar de la Avenida Las Heras, cerca de la Avenida Pueyrredón. Este juicio se caratuló “Sucesión Arturo Prins c/ La Nación s/cobro de honorarios” y tramitó ante la Justicia Federal.

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