martes, 9 de septiembre de 2014

La fábrica de los hermanos Liniers - Parte 2



Pero las cosas no iban bien para los hermanos Liniers. A pesar de que la fábrica estaba en plena producción, los grandes gastos y sus numerosos acreedores no pudieron esperar, y entre ellos el impaciente don Benito Rivadavia, quien les inició juicio por el pago de algunos alquileres atrasados de su casa. Un cierto deshago provino de una gran partida de pastillas que vendieron a don Diego de Alvear, quien por orden del rey español estaba dedicado a la demarcación de límites entre España y Portugal. Así, con altibajos económicos, los hermanos continuaban con su fábrica de pastillas de carne en el barrio de Almagro.

Pero en 1793 ocurrió un hecho inesperado que cambiaría totalmente el curso normal del emprendimiento. A raíz del estado de guerra entre Francia y España, se prohibió comerciar a los numerosos franceses de Buenos Aires. Cuando en algunos muros aparecieron algunas leyendas de "Viva la Libertad”, en toda la ciudad se habló de que los galos, en connivencia con negros esclavos intentaban asaltar las viviendas de los principales vecinos y realizar una masacre.

La “conspiración de los franceses”, como se la llamaba, se agrandaba día a día en la imaginación de los temerosos porteños, sobre todo ante la inactividad de las autoridades. Finalmente, éstas decidieron hacer algunos allanamientos y por infidencias de varios esclavos se sindicó como centro de la conspiración la quinta de Liniers, la que fue revisada a altas horas de la noche, encabezando estas diligencias el alcalde de Primer Voto, don Martín de Álzaga.
Allí en la antigua propiedad de Lorea, detuvieron al maestro mayor de la fábrica, el francés Carlos Bloud y a otras personas a quienes se les encontraron algunos papeles que, a juicio de los funcionarios reales, eran muy comprometedores. Luego de un largo proceso en que se declararon culpable a varios reos, el maestro Bloud fue desterrado, lo que determinó el fin de la famosa empresa.

Así, la primera fábrica de conservas que se estableció en nuestro país, cuyos pedidos venían desde España y otras regiones de América, funcionó en medio de grandes dificultades, deudas, pedidos de dinero y embargos de los acreedores de los hermanos Liniers, en pleno corazón del hoy barrio de Almagro. Las casas principales o “poblaciones” se encontraban en las inmediaciones de Rivadavia con la actual calle Liniers y no tienen nada que ver con unos edificios antiguos que hace unos años se demolieron sobre esta última calle y la avenida Hipólito Yrigoyen.

En esta misma quinta acamparon los ingleses durante la segunda invasión luego del cruce del Riachuelo por el paso de Burgos. Con los años, la propiedad fue adquirida por don Jaime Darquier, pero hasta muy avanzada la época de Rosas, todavía se la conocía con el nombre de “Quinta de Liniers”.

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