Leandro Nicéforo Alem, el pionero de la lucha por el voto
popular y fundador de la Unión Cívica Radical, nació en Buenos Aires el 11 de
marzo de 1842. Fue un gran impulsor de la lucha por el voto popular y la
honestidad gubernativa. Fundó en 1890 la Unión Cívica para enfrentar al régimen
fraudulento y excluyente que en aquel momento encarnaba Juárez Celman y llegó a
tomar las armas en las Revolución de 1890. Sintiéndose traicionado por los
acuerdos de sus aliados políticos, rompió con la Unión Cívica y fundó el primer
partido moderno de la historia argentina: la Unión Cívica Radical. Siguió
peleando con todas sus fuerzas desde todas las trincheras contra el fraude y la
corrupción imperantes. En 1896, deprimido y decepcionado, decidió suicidarse.
¿Qué opina de los premios otorgados a los militares que
participaron en la “campaña al desierto”?
Están forjando una escuela corruptora, que rebaja los
vínculos morales que deben ligar a los ciudadanos al cumplimiento del deber,
debilitando este sentimiento. Ahora el cumplimiento del deber es una cosa tan
rara que merece premio; de manera que siguiendo en esta escuela, es hombre
honrado el que no hace dilapidaciones, el que no ha sacado del bolsillo,
permítaseme esta frase vulgar, un reloj que no le pertenecía.
Usted propuso que los 600.000 pesos destinados a los premios
a la oficialidad se destinaran a pagar los sueldos atrasados a los sufridos
soldados, los famosos “milicos” de la “campaña al desierto”.
Tengo el convencimiento que no lo van a recibir. Los
guardias nacionales de la Guerra del Paraguay nunca recibieron los pesos. Los
premios que se proponen votar ahora, si alguien los recibiera, no serían los
guardias nacionales, sino unos cuantos estafadores.
¿Qué le contesta a los que lo califican de “utópico”?
Los partidarios del más estrecho y enervado mercantilismo
todo lo ven a través del tanto por ciento, juzgando las acciones más hermosas
de la Humanidad, como hijas de los sueños de la niñez, o ilusiones de
románticos poetas. Se trata de elevar un pueblo a la alta dignidad del hombre
libre, de consagrarle sus más importantes derechos, combatiendo legalmente por
la práctica de sus instituciones, que formuladas en un código, son sin embargo,
desconocidas y holladas por los malos mandatarios y todo es una farsa.
¿Por qué se opone a la federalización de Buenos Aires en
1880?
La llamada federalización será un duro golpe a las
instituciones democráticas y el sistema federativo en que ellas se desenvuelven
cuando el poder central, por sí solo, tenga más fuerza que todos los estados
federales juntos. El centralismo absorberá a todos los pueblos y ciudadanos de
la República el día en que se entregue la ciudad de Buenos Aires, ese centro
poderoso; y la suerte de la República Argentina federal quedará librada a la
voluntad y pasiones del jefe de Estado.
Según su opinión, ¿cómo surgen los planes económicos
injustos y de la preeminencia de la economía por encima de la política?
Esto no tiene vueltas. No hay, no puede haber buenas
finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir respeto a
los derechos; buena política quiere decir aplicación recta y correcta de las
rentas públicas, buena política quiere decir protección de las industrias
útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder.
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