domingo, 1 de diciembre de 2013

ROCA Y LA CUESTION NACIONAL



En la revolución del 74, el Ejército Nacional liquida definitivamente los restos del ejército de facción de (Bartolomé) Mitre y en la Revolución del 80, la oligarquía porteña es derrotada y el Ejército Nacional impone, conjuntamente con la capitalización de Buenos Aires, un concepto de unidad del país frente a la hegemonía porteña.

Con la presidencia de (Nicolás) Avellaneda se insinúa la formación de la oligarquía nacional que sustituirá a aquélla; ésta tendrá la misma adhesión que los vencedores de Caseros al liberalismo de importación, a las doctrinas económicas detrás de las cuales avanza el interés británico, y tal vez una mayor venalidad caracteriza su gestión.

Pero representando en cierta manera la unidad del país, no puede estar del todo ajena a los intereses del interior y a las tentativas industrialistas que comienzan a recobrarse, y de una manera imprecisa y discontinua comienzan a aparecer las primeras tentativas defensoras de un posible desarrollo nacional autónomo. (...)

La gravitación ejercida por el ejército trae de nuevo una preocupación de Política Nacional incompleta y parcial, pero que es ya algo: la preocupación de las fronteras. La conquista del desierto, la integración de la Patagonia, la formación de la marina, las contingencias limítrofes con Chile y la ocupación militar de los chacos y Formosa aseguran los límites a que nos ha reducido la "victoria" de Caseros.

(...) En los esteros del Paraguay se hundió la conducción mitrista del ejército, con la estrategia y la táctica de las guerras policiales y punitivas de los generales brasileristas uruguayos, hechas al desprecio de la vida humana, que empieza por las del adversario y termina por las del propio cuadro.

Casi todos los "orientales" de Mitre fueron sacados del frente y pasaron a seguir las guerras interiores contra las provincias sublevadas; ¡eran sólo expertos en degollar gauchos desarmados! En esa desastrosa experiencia se aprendió de nuevo la ciencia de la guerra, y un nuevo ejército comenzó a surgir de entre las ruinas. La esterilidad del sacrificio y la convicción de haber servido a una política extranjera, en perjuicio de la nacional, se hizo carne en los nuevos jefes, y se perfiló una figura que habría de restaurar el sentido de la política nacional de la milicia.

Su constructor fue el general (Julio Argentino) Roca —que perdió allí a su padre, guerrero de la independencia, y a un hermano—, cuyas primeras armas se habían hecho en el ejército de la Confederación.

(...) La revolución del 74 es decisiva; enfrenta por fin al ejército de fracción con el nuevo ejército nacional. En Roca se define el Ejército Nacional que ya tiene un conductor y una Política Nacional que aún falta en el gobierno. La aventura revolucionaria de Buenos Aires termina ridículamente en La Verde con la rendición de Mitre, que agrega una más a la cadena de sus batallas perdidas. (La única que ganó fue Pavón y ya se sabe cómo).

por Arturo Jauretche.

REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO Y PENSAMIENTO NACIONAL

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