viernes, 21 de junio de 2013

Batalla de Puente Alsina - 1



 


Antiguo Puente Alsina sobre el Riachuelo.
La noche llegaba tensa a Buenos Aires el 20 de junio de 1880.  La ciudad había resistido el primer avance de las tropas nacionales, pero todos sabían que no sería el último.  En el campamento de José Inocencio Arias, los fogones se apagaban y los hombres se echaban, intranquilos, a descansar.  A las diez de la noche, el coronel había recibido un mensaje del ministro Martín de Gainza: “Por varios conductos que no doy mucha importancia, se me dice que esta madrugada será usted atacado”, y agregaba: “(no lo creo)”.  Pero en el campamento, cuenta Basabilbaso, los jefes estaban alertas; mandaron avanzadas en varias direcciones y una guardia de caballería se apostó sobre el propio puente.  Hacía frío y el cielo estaba claro, alumbrado por una invernal luz de luna.
A las cuatro de la madrugada, cuando ya se anunciaba el toque de diana, llegaba al detall un jinete agitado para avisar que se venía el enemigo.  No había terminado el soldado de dar la noticia cuando se escucharon los estruendos de la artillería y las descargas de la fusilería de los nacionales, que estaban encima.  Era el coronel Racedo, con su división de línea, que había marchado toda la noche desde Flores haciendo un rodeo para llegar por el sur al Puente Alsina, a las puertas de la ciudad.  Cubriría así a la división que, al mando del comandante Bosch, trataría de unirse a las fuerzas de Levalle, apostadas en Lomas de Zamora, para entrar todos a Buenos Aires.  Eran en total 4.200 hombres, que incluían cuerpos de línea y guardias nacionales de Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba.  Para reforzar la posición de Racedo, se apostaron del lado norte del río, en el sitio conocido como la Pólvora de Flores, las fuerzas al mando del coronel Manuel Campos, compuestas por el Regimiento 1º de Línea, el 10º de Caballería, el Batallón 1º de voluntarios, al mando del comandante Marcos Paz, y la artillería con dos cañones que pronto empezaron a hacer fuego sobre el campamento.
El avance de los hombres de Racedo en medio de la oscuridad sorprendió a las guerrillas de Arias, acampadas en avanzada junto al puente, las que “fueron acribilladas por el enemigo”.  “Procedí inmediatamente a posesionarme del Puente –dice Racedo en su parte de batalla- mandando al coronel Vázquez con la 1º Brigada de infantería, mientras yo me ocupaba en reconocer el campo enemigo, colocar convenientemente la artillería y caballería, reserva de infantería y fuertes guerrillas, sobre las barrancas del río.  Todo se hizo con tanta rapidez y tan profundo silencio que el enemigo (…) se apercibió de mi llegada recién cuando las descargas de la infantería se lo avisaron”.  También, sabemos por Arias, cuando uno de sus jinetes llegó al campamento con la noticia.  Entonces, el ejército porteño hizo un cambio de frente y se puso en movimiento.  Mil quinientos hombres de infantería más ocho piezas de artillería avanzaron hacia el puente, en medio de las descargas enemigas.  A la vanguardia, se organizó una línea de ataque con tres batallones: a la izquierda, el Guardia Provincial y al centro, las brigadas de Mercedes y San Nicolás.  A la derecha se colocaron cuatro piezas de artillería.  Más atrás, seguía el resto de las fuerzas y de los cañones, a cargo de jóvenes cadetes de la Escuela Naval y del Colegio Militar.
La Guardia Provincial de Santa Fe, al mando del comandante Vázquez, estaba ya en el puente.  Las fuerzas porteñas se acercaron al mismo punto y estalló el combate.  Por más de una hora se enfrentaron a corta distancia de cien, doscientos metros, los dos ejércitos.  “En medio del fuego del cañón, las infanterías entraron en choque.  El batallón de Vázquez avanzó sobre los demás, siendo recibido por el batallón de San Nicolás, que se entreveró con él”.  Según la misma crónica de “El Porteño”, la pelea fue sangrienta, cuerpo a cuerpo.  Ya antes, habían entrado en acción el Guardia Provincial de Buenos Aires y el batallón de Mercedes, mientras que e 1º de Línea venía en auxilio de los santafecinos, quienes habían perdido su bandera en manos porteñas.  “Después de dos horas de combate encarnizado”, y con la carga a bayoneta, ordenada por Racedo, la batalla alcanzó su momento más sangriento.  Muchos cayeron en la acción; entre ellos, el comandante Vázquez, herido de muerte por un proyectil de metralla.  Hombres y caballos se desplomaban sobre el puente.  “Los cadáveres (de los soldados) alfombraban materialmente aquella tierra barrida por el cañón y la metralla”, cuenta Basabilbaso.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario