viernes, 19 de abril de 2013

El Pibe Cabeza, primer jefe de las superbandas - parte 1







   
Rogelio Gordillo nació poco después de los festejos por el centenario de la patria, en 1910. Era hijo de un matrimonio de chacareros de Colón, provincia de Buenos Aires, y vivió sus primeros años junto a sus seis hermanos. Nada hacía pensar que ese muchacho, que trabajaba como aprendiz en una peluquería, se convertiría en el delincuente más buscado de la década del ´30, el hombre que comandaría la primera “superbanda” de la historia penal argentina.

Conocido como El Pibe Cabeza, Gordillo pasó a la historia por ser el asaltante que diseñó una estrategia criminal hasta ese momento desconocida en el país: una banda que actuaba con sincronización, se movilizaba en autos modernos y utilizaba ametralladoras que les daba mayor poder de fuego que el que tenía la Policía. Siempre, en todos sus robos, se lo veía vestido con un impecable traje oscuro y peinado “a la gomina”.

Aún se conserva en el Museo Policial de la Federal el prontuario 2698 de Robos y Hurtos, en el que se reseña parte de la vida criminal de Gordillo. Hijo de Segundo Gordillo y Gregoria Lagarde, vivió en su ciudad natal hasta la muerte de su padre, cuando la familia se trasladó a General Pico, La Pampa. Allí, con 16 años, rápidamente consiguió trabajo como peluquero, su primer y único oficio.

La primera vez que El Pibe Cabeza se vinculó a un delito, no fue por un robo. Fue por una mujer. Cuenta la historia que baleó a la madre de su novia adolescente, con la que se fugó a una chacra, donde lo atraparon y lo mandaron a la cárcel de Santa Rosa, en la que estuvo preso menos de un año.
Cuando salió tenía apenas 19 años, pero ya no volvería a trabajar. Había conocido a varios delincuentes que lo fueron contactando con el mundo del hampa.

Al salir de la prisión y al no poder recuperar a su novia que en ese lapso se había casado con un productor pampeano, se mudó a Rosario, ciudad en la que finalmente comenzó su carrera delictiva. Su principal socio, y lugarteniente, fue otro célebre delincuente de aquellos años, Antonio Caprioli, alias El Vivo. Después de algunos robos menores, compraron dos autos, ametralladoras Thompson -las que tienen los enormes tambores circulares, que se ven en las viejas películas sobre Al Capone- y pistolas y salieron a cometer los primeros golpes del tipo comando ocurridos en la Argentina.

En algunos casos, la banda tenía tanta superioridad con respecto a los policías locales, que llegaron literalmente tomar por algunas horas como rehenes a todos los habitantes de pueblos pequeños del interior.


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