martes, 8 de enero de 2013

Historia secreta de la revolución – parte 7



El decreto que Illia no quiso firmar
En las esferas oficiales las inesperadas palabras de Pistarini caen como impactante toque de atención. Leopoldo Suárez redacta inmediatamente el decreto por el que se releva al comandante en jefe del Ejército. Un decreto que varias veces, de aquí en adelante, iba a ser sometido a la firma del presidente y que ante las reiteradas negativas de Illia, volvería a descansar en uno de los cajones del escritorio del ministro de Defensa. Imposibilitado de relevar a Pistarini, Leopoldo Suárez da a publicidad un astuto y sibilino comunicado por el cual hace suyas las palabras del comandante. Una publicación lo comenta al día siguiente en estos términos: "Ahora resulta que Pistarini no se refirió a Illia sino a Mobutu". En la Secretaría de Guerra, en tanto, se decide apresurar el "escalonamiento", presionando al gobierno para producir urgentes cambios en su política como única forma de detener el golpe de Estado. El proceso comienza a desenvolverse vertiginosamente.

Los sondeos internacionales
En los altos medios políticos la posibilidad de que se concrete un episodio revolucionario, que se ha venido contemplando desde muchos meses antes, se avizora ahora como un suceso inmediato. Comienza a realizarse no gestiones, sino sondeos en el exterior. Se sabe, por ejemplo, que el doctor Eduardo Augusto García fue comisionado con una misión explicativa ante el Pentágono, aun cuando no puede definirse con precisión en nombre de quién realizó esa gestión. Pero la primera dificultad parece plantearse acá mismo, en el país.

El embajador norteamericano, Edwin Martin, siguiendo la línea demarcada por el Departamento de Estado de su país, deja deslizar trascendidos en favor de la legalidad. Un grupo de empresarios norteamericanos -se dice que a través del general J. Alsogaray- le hace llegar a Onganía esta sugerencia: gestionar por medio del Pentágono el reemplazo del embajador en Buenos aires. Onganía y su estado mayor revolucionario, que viene funcionando secretamente de meses atrás, se oponen. A su juicio, en la medida en que el embajador estadounidense apoye al gobierno de Illia la revolución tendrá mayor respaldo popular. (Deben tenerse en cuenta al respecto los "planes de gobierno del golpe" publicados por Atlántida en su número de junio.

Preveían que durante unos 6 meses el nuevo gobierno no sería reconocido por EE.UU. El plazo posteriormente se redujo.) finalmente, a punto de concretarse los acontecimientos, Edwin Martin decide por sí mismo, trasladarse a su país, según se cree siguiendo el consejo de un ex dirigente nacionalista que ocupó relevantes funciones diplomáticas durante el gobierno de Frondizi.

En cambio en el ambiente militar norteamericano la personalidad de Onganía goza de amplia popularidad. Una carta enviada por el representante argentino ante la Junta Interamericana de Defensa, general Sánchez Almeida, había dado cuenta en su momento de la mala impresión causada por el alejamiento de Onganía del comando en jefe.

Se estimulan también contactos con la órbita europea. en España, el entonces comandante en jefe del Ejército argentino había conocido, durante una gira previa a su retiro, a Muñoz Grandes, el militar que se señala como el más seguro sucesor de Franco. Sigue manteniendo ahora una cordial reciprocidad con el general Cabanillas, jefe del estado mayor del ejército español. Y aquí cabe aclarar algo que se puntualiza muy especialmente en los medios revolucionarios.

La relación existe con ese jefe militar español y no con otro general homónimo que se halla al frente de la organización de hipódromos de su país y a quien se atribuyen vinculaciones con Jorge Antonio. Esa identidad de apellidos dio pie en su momento a las versiones de una entrevista de Onganía con Perón en ocasión del viaje del primero a Europa. Un tipo de contactos que en los medios revolucionarios se desmiente totalmente.

Historia secreta de la revoluciónRevista Atlántida
1966
-primera parte-
un aporte de Carlos Enrique Podestá


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