jueves, 27 de diciembre de 2012

Carta de Ezequiel Perteagudo al General Perón – parte 1




Buenos Aires 12 de diciembre 1967

Querido amigo:
El episodio vivido por monseñor Podestá me impulsa a escribirle. Seguramente usted estará enterado por la prensa de ciertos detalles. Yo quiero relatarle algunos entretelones que condujeron los hechos a la actual situación, de la cual trataremos de sacar el mejor partido, de acuerdo con el mismo monseñor Podestá.

A fines de julio, a instancias de algunos ministros que deseaban que Podestá hablara con Onganía, se concertó una entrevista en el despacho de éste último. La misma fue muy dura. Muy nervioso, temblándole los labios mientras hablaba ( esto según relato de Podestá), Onganía se expresó con violencia. Le manifestó a Podestá que era el “enemigo más peligroso que tenía la Revoluci6n Argentina”. Que los Balbín y los Illía no le preocupaban. Lo instó a no “meterse” en política, y ya que lo hacía que le indicara qué era lo que, a su entender y saber debía hacerse. Podestá le manifestó que allí estaban las Encíclicas sobre todo la Populorum Progressio y que con ellas bien se podía gobernar…Le recordó, asimismo que, por otra parte, él, Onganía, se había comprometido a hacerlo así.

Luego de este episodio, algunos oficiales de Campo de Mayo le preguntaron a Onganía qué alcances había tenido la conversación con Podestá. Aquel respondió con un memorando en el que aseguraba que le había exigido al obispo de Avellaneda que no se extralimitara en sus funciones de sacerdote y que no es metiera más a hablar contra la Revolucí6n Argentina.

La actividad de Podestá fue, en todo caso, por lo menos una prueba de que las exigencias si habían existido, no preocupaban demasiado al obispo. De todas maneras Onganía hace más de dos meses viene informando a amigos que ya lo tiene “cocinado” al obispo. Lo cierto es que entre las altas jerarquías preconciliares de la Iglesia Argentina y el gobierno, se ha establecido una táctica tendiente a deshacerse de Podestá. Hay evidencias de un acuerdo entre el gobierno, monseñor Plaza y el Nuncio. He aquí los hechos. Hace ya unos seis meses me llamó Basilio Serrano para interesar, a través mío a algunos amigos en la compra del Banco Popular de La Plata. Le pedí una confimaoi6n de que realmente había posibilidades de quedarse con la institución y él, al cabo de un tiempo me informó que los liquidadores del Banco Central estaban trabajando en la mencionada institución y que no había ningún tipo de solución. Que dada la circunstancia, los antecedentes y la resolución final estaban ahora en manos de Onganía.

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