domingo, 1 de julio de 2012

Manuel Quintana Y Bernardo De Irigoyen – parte 1

 En La Nación evoqué de este modo esa suerte de infortunio colectivo que sacudió el país cuando desaparecieron, hace cien años, cuatro prohombres de la República: “Primero fue Don Bartolo; después, Don Manuel; más tarde, Don Carlos; y, finalmente, Don Bernardo.
A lo largo de 1906 murieron Mitre, Quintana, Pellegrini e Irigoyen.
La frase acuñada entonces y recogida por Octavio R. Amadeo en Vidas Argentinas, “Quedó a oscuras la República”, refleja la sensación de vacío que provocó la desaparición de esos grandes ciudadanos. Los tres primeros habían sido presidentes de la Nación; los cuatro, líderes políticos, diplomáticos, periodistas, hombres de coraje y consejo.
El teniente general Mitre y el coronel de guardias nacionales Carlos Pellegrini conocían desde la adolescencia el repicar de la fusilería y el devastador fuego de cañón en las batallas.
Los doctores Quintana e Irigoyen carecían de esas experiencias pero habían esgrimido revólveres y estoques en comicios donde no se daba ni pedía cuartel. “Don Bartolo sabía dominar sus tormentas interiores; don Carlos estallaba como un trueno aunque la tempestad se desvanecía prontamente; don Manuel volcaba su temperamento vigoroso en piezas oratorias magistrales o buscaba la calma acariciando libros de encuadernación exquisita; don Bernardo era afable y cordial pero podía ser duro ante una actitud insolente o un reclamo inoportuno.
“Mitre vestía de negro y ostentaba su clásico chambergo –salvo cuando los calores de enero lo inducían a trocar su larga levita por trajes blancos y ligeros-; Pellegrini destacaba su hercúlea contextura con ropas bien cortadas, y lucía, según los casos, sombreros de copa y gorras marineras; Quintana exhibía un inacabable vestuario encargado a famosos sastres londinenses; e Irigoyen calzaba, para estar a tono en cada ocasión, levita amplia como un sobretodo que cubría un frac de ceremonias.

Pilar de Lusarreta ubica a los dos últimos entre los cinco dandys porteños que evoca en el libro del mismo título”. Don Bartolo, Don Manuel, Don Carlos y Don Bernardo eran porteños. Al morir, el primero “iba para los 85”, el segundo acababa de cumplir 84, el tercero tenía 70 y el cuarto, apenas 60. A Mitre lo evoqué en el número anterior de la Revista de la Bolsa de Comercio; a Pellegrini, mucho antes, en agosto de 1996.

Me toca ahora trazar la semblanza de Quintana e Irigoyen, y señalar dos circunstancias de sus respectivas vidas públicas que los vinculan con la provincia de Santa Fe y particularmente con Rosario.
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