miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Vuelta de Obligado – parte 6


Posteriormente se le destina al Ejército de los Andes, donde San Martín le confía misiones de responsabilidad. Con el grado de mayor interviene en la batalla de Chacabuco, y su desempeño le hace acreedor a la medalla de oro que le otorga el gobierno de las Provincias Unidas, mientras el de Chile lo nombra oficial de la Legión del Mérito y le acuerda medallas y cordones. Maipú rubrica esta nueva etapa del joven guerrero, que luego inicia una campaña en el sur de Chile bajo la dirección de Las Heras.

En 1820 regresa a Buenos Aires, con solo 28 años, y a través de su amistad con Alvear y Sarratea, conoce al entrerriano Francisco Ramírez. Este lo invita a acompañarlo a Entre Ríos, ayudándolo a organizar su ejército y en la tarea de estructurar la naciente “República de Entre Ríos”. Poco después protagonizará Mansilla un episodio oscuro, el del abandono que hizo del caudillo entrerriano cuando éste se lanzó a invadir Santa Fe. Habíale ordenado Ramírez que pasara el río Paraná en unos buques para atacar la capital de la provincia donde dominaba Estanislao López; este ataque estaría combinado con el avance que debería efectuar Ramírez al sur de Coronda. Pero Mansilla defeccionó. Al llegar frente a Santa Fe y luego de disparar algunos cañonazos, algo misterioso ocurrió, y después de pasar una noche inactivo frente a una plaza casi indefensa, Mansilla ordenó repasar el río y volver a Entre Ríos.

La defección del porteño significó la derrota posterior de Ramírez, y luego su muerte. Mansilla explicaría años más tarde este episodio, diciendo que él no podía cooperar con el caudillo entrerriano en una acción que estaba dirigida contra Buenos Aires. Pero esto debió decirlo antes de participar en los planes de Ramírez. Se dijo en su momento –y Saldías recoge la versión- que hubo una cuestión de faldas; que Mansilla estaría enamorado de la Delfina, la bella amante portuguesa del Supremo y, despechado ante la preferencia de ella, dejó fracasar una acción que sabía decisiva para su jefe. Sea como sea, la actuación posterior de Mansilla no tiene puntos negros como éste, pero que algo extraño pasó en esa oportunidad, es indudable.

Después de la muerte de Ramírez y de un breve interregno, Mansilla se hace elegir gobernador de Entre Ríos. Resulta ser un buen administrador, pone paz en la tierra de las cuchillas y hace sancionar una de las primeras constituciones provinciales. Cuando termina su mandato la legislatura de la provincia le hace donación de grandes extensiones de tierra, que serían luego la base de su fortuna.

No aceptó la reelección, pero la provincia lo elige diputado al Congreso de 1824. Fueron asombrosas para muchos las cualidades de orador brillante que demostró en esas funciones, votando favorablemente el proyecto rivadaviano de constitución unitaria.

Declarada la guerra al Brasil, Rivadavia lo nombra comandante de costas, pero poco después se incorpora al ejército de Alvear. Siendo ya general de división, se distingue en Camacuá, y manda en jefe en la batalla de Ombú, en la cual derrota completamente al famoso general brasileño Bentos Manuel, que por esa razón estuvo ausente de Ituzaingó. Su destacado desempeño ganóle a Mansilla el nombramiento de jefe de estado mayor.

Al volver el ejército a Buenos Aires, Mansilla opta por retirarse a la vida privada, de la que en 1834 lo saca el general Viamonte, nombrándole jefe de policía. Cuñado de Rosas, no intervino nunca en la lucha de partidos, pero fue miembro conspicuo de la legislatura durante varios períodos. En 1845 este hombre era comandante en jefe del departamento del Norte. A él confió Rosas el mando de las fuerzas que enfrentarían al enemigo.


por Osvaldo Carlos Sidoli
(Revista Desmemoria- Año 8 Nº 28 – Abril de 2001 – pgs 163/178
Este sitio es publicado por Carlos Mey
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