martes, 24 de agosto de 2010

El Ëxodo jujeño - parte 1


La derrota de Huaqui echó por tierra las esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el norte. Los hombres salvados del desastre son recibidos por Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los 800 hombres, reliquia del Ejército del Norte, sin armas, desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra los hombres de Goyeneche.


“La deserción es escandalosa –escribe al gobierno- y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente”.


La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear, solo, en un puesto donde la improvisación puede ser fatal para todos, un ejército armónico, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero salvan a todos y con ello a la Patria.


El general convoca a todos los ciudadanos entre 16 y 35 años y forma un cuerpo de caballería -los “Patriotas Decididos”-, que pone a las órdenes de Díaz Vélez. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, se forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un patriotismo exaltado.


Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812, el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los soldados la bandera de su creación, que es bendecida al término del tedéum por el deán de la Iglesia Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.


Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud; Belgrano dolorido, responde en una nota: “La bandera la he recogido y la desharé…”. Otras preocupaciones se suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino por la puerta grande de Humahuaca.


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