domingo, 23 de mayo de 2010

Las variantes del liberalismo


Sin embargo, una diferencia sustancial impide asimilar la situación española a la francesa de pocos años atrás: la inexistencia en España de una burguesía capaz de sellar la unidad nacional, consilidar el mercado interno y promover el crecimiento económico. Esa carencia se ve también en América, y provoca que aquel liberalismo nacional y democrático de la Francia del 89, sufre en España y América una profunda distorsión. Tanto en la revolución española de 1808 como en los acontecimientos de 1810 en América, se observa el desarrollo, al lado del liberalismo auténticamente democrático, nacional y revolucionario, el desarrollo también de un liberalismo oligárquico, antinacional y conservador.

Ambas expresiones que del liberalismo se enfrentarán a lo largo de nuestra historia: una auténticamente revolucionaria, que quiere construir la nación y el gobierno popular como se ve en Moreno, Dorrego y José Hernández; y la otra expresión, directa de los intereses británicos que aspira a convertirnos en factoría agrícola. Para ver como se expresa en la historia, ese liberalismo democrático y nacional, en sus luchas se autoproclama como nacionalismo popular.
Ese nacionalismo popular perseguía sus objetivos no sólo dentro de la patria chica sino a nivel Latinoamericano, encarnado en San Martín, Artigas y Bolívar. En cambio el liberalismo oligárquico sustenta un proyecto elitista, secesionista, porteñista, antilatinoamericano. Para Mitre, la patria será Buenos Aires. Para José Hernández la Argentina será apenas una “sección americana” de la Patria Grande a construir.

Para el liberalismo oligárquico lo importante son las formas exteriores y no el contenido. Por eso diserta sobre la división de poderes mientras envía expediciones represoras para aplastar las protestas de los pueblos en el interior, como Mitre (nota: tal es el caso del levantamiento de las montoneras en el noroeste argentino). En cambio para el liberalismo democrático popular y nacional es aquel de los caudillo que expresan a las masas populares.

La revolución en América: de la Revolución Democrática a la Liberación Nacional

El hervor revolucionario desatado en España desde 1808, a partir de la llegada al trono de los Borbones, iniciándose un proceso peculiar de liberalización y aflojamiento; el trato se tornaba cada vez más semejante al que la corona tenía con las propias provincias españolas. Más que de España y sus propias colonias, podía hablarse de la nación hispanoamericana, que se hubiese consolidado si triunfaba la revolución burguesa.

Don José de San Martín


El 22 de enero de 1809, la Junta Central dice: “los virreynatos y provincias no son propiamente colonias o factorías, como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española”. Para explicar lo que pasó en América: los sectores populares se levantan en España contra el invasor, organizándose en Juntas Populares; esas Juntas asumen, en la lucha misma, no sólo la reivindicación nacional sino también la democrática, expandida por la Revolución Francesa.



Este movimiento asume como referente a un hombre prisionero del invasor (Fernando VII) que tiene derecho a gobernar España por legalidad monárquica, pero se manifiesta, desde su reclusión, como abanderado de las ideas democráticas, y hace saber a las tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos. Y convoca a los pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).

América reacciona organizando Juntas que desplazan a la burocracia ligada al absolutismo que ha caído en España. Pero las Juntas de América no tienen frente a ellas al ejército francés, sino apenas su amenaza. De tal modo, la cuestión nacional no nutre, desde el principio, su contenido ideológico (nota: no existía el sentido de nacionalismo sino que era un acompañamiento al proceso español).

Se consideraba a estas tierras no como colonias sino como una extensión de España. Los indios no conformaban una nación ya que política e idiomáticamente eran comunidades separadas, siendo un pueblo sometido y oprimido por los colonizadores españoles. La opresión no era de un país extranjero sobre un grupo racial y culturalmente distinto sino de un sector social sobre otro dentro de una misma comunidad hispanoamericana. Era una lucha del campo popular contra el absolutismo monárquico.

Alberdi decía: “La revolución en América fue un momento de la revolución española”.
El 19 de abril de 1810, un cabildo extraordinario reunido en Caracas, resuelve constituir una junta provisional de gobierno a nombre de Fernando VII con el objeto de conservar los derechos del rey en la capitanía de Venezuela.
Como un reguero de pólvora, la revolución se expande en pocos meses por Hispanoamérica, a través de Juntas a nombre de Fernando.
Manuel Ugarte explicaba la cuestión de los españoles americanos de la siguiente manera: “Ningún hombre logra insurreccionarse contra su mentalidad; españoles fueron los habitantes de los primeros virreynatos y españoles siguieron siendo los que se lanzaron a la revuelta. ¿Cómo iban a atacar a España los mismos que en beneficio de España habían defendido, algunos años antes, las colonias contra la invasión inglesa?”.

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