domingo, 23 de mayo de 2010

La Revolución separatista y antihispánica

La historia oficial

En los discursos escolares se califica a la Revolución de Mayo como el día del nacimiento de la patria y según ese criterio, todos los años se festeja con cantos y escarapelas. Para la historiografía liberal, Mayo fue una revolución separatista, independentista, antihispánica, dirigida a vincularnos al mercado mundial.

Se explota la idea de libertad que trajeron los soldados ingleses invasores en 1806 y 1807, cuando quedaron presos algún tiempo en la ciudad, vinculándose con la gente patricia; el programa de la Revolución está resumido en la Representación e los Hacendados, pues el objetivo fundamental de la revolución consistía en el comercio libre o más específicamente, en el comercio con los ingleses. El gran protector de la revolución fue el cónsul inglés en Río de Janeiro, Lord Canning.
De Bartolomé Mitre a nuestros días, esta versión ha prevalecido en el sistema de difusión de ideas (desde los periódicos, suplementos culturales, radiofonía y televisión hasta los diversos tramos de la enseñanza y revistas infantiles como Billiken).

Aburrida, boba, quedo sacralizada, sin embargo, porque esa era la visión de una clase dominante que había arriado las banderas nacionales y se preocupaba, en el origen del mismo de nuestra historia, de ofrecer un modelo colonial y antipopular (nota: Galasso desarrolla cuan diferente fue la realidad) Dado que la interpretación mitrista, por razones políticas, es la que ha alcanzado mayor influencia y difusión, debemos centrar en ella la cuestión y preguntarnos, desde el vamos, si ese Mayo, que pretendidamente elitista y proinglés, merece la veneración como expresión de colonialismo. Esto implica, asimismo, interrogarnos acerca de si la revolución, tal como ocurrió realmente, tiene que ver con la “historia oficial” o si ésta es simplemente una fábula impuesta por la ideología dominante para dar fundamento, con los hechos del pasado, a la política de subordinación y elitismo presente.

¿Revolución separatista y antihispánica?

Haciendo de cuenta que esta fábula sea así, en el Cabildo Abierto, a punto de nacer una nación que rompe con España en un sentimiento antiespañol, alguien se adelanta y dice en voz alta: “¿Juráis desempeñar lealmente el cargo y conservar íntegra esta parte de América a nuestro soberano Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino? - Si, lo juramos!,” contestan los miembros de la Primera Junta.

Entonces, ¿qué es esto de una revolución antiespañola que se hace en nombre de España?

Ni un día habrñia durado la Junta en el caso de una “traición” tan manifiesta si el movimiento hubiese sido separatista, antiespañol y probritánico. Por ejemplo, uno de los vocales presentes en la jura, Juan Larrea, resulta que es un dirigente de una supuesta revolución antiespañola y es.....¡español!; y es más, Manuel Belgrano, no era español pero había pasado gran parte de su juventud y nutrido sus conocimientos en España.

Para figurar esto, durante varios años, los ejércitos enemigos (que San Martín llama siempre “realistas -por su apoyo a la realeza española-, chapetones o godos, pero nunca españoles) enarbolando bandera española como si se tratase realmente de una guerra civil entre bandos de una misma nación.

¡Los activistas French y Berutti repartían estampas con la efigie del Rey Fernando VII en los días de mayo! Lo que destroza la fábula de una revolución separatista y antiespañola es la incorporación de San Martín en 1812.

¿Quién era San Martín? Se trataba de un hijo de españoles que había cursado estudios y realizado su carrera militar en España. Al regresar al Río de la Plata -de donde había partido a los siete años (nota: mucho no recordaría de su infancia en Yapeyú) era un hombre de 34 años, con 27 de experiencias vitales españolas, desde el lenguaje, las costumbres, el bautismo de fuego, etc...

Es decir que el San Martín que regresó en 1812 era un español hecho y derecho y no venía a pelear contra la nación donde había pasado casi toda su vida.
Lo que hay que tener en cuenta, y que permanece bastante en la oscuridad, es que en 1810 encontramos en España dos realidades: las Juntas Populares y una España absolutista (de la corona).

La historia hispanoamericana en su conjunto, se encuentran casi siempre diversos pronunciamientos revolucionarios que culminan en declaraciones de “lealtad a Fernando VII”. La Junta creada en Chile en 1810 reafirmó su lealtad a Fernando VII. El 19 de abril de 1810 se constituyó en Caracas “La Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”. Salvo en México, por la fuerte presencia indígena, se podía encontrar un clima para el antihispanismo, donde los revolucionarios estaban divididos entre los que respetaban el nombre de Fernando VII y los que directamente planteaban la independencia.

En 1809, en La Paz, un escibano Cáceres y un chocolatero Ramón Rodríguez se encargaron con otros hombres de apoderarse de la torre de la catedral y tocar a rebato la campana para reunir al populacho. La revolución se hizo con gran desorden, siempre a los gritos de “¡Viva Fernando VII, mueran los chapetones”. El 11 de septiembre, Murillo sostiene: “La causa que sostenemos, ¿no es la más sagrada? Fernando, nuestro adorado rey Fernando, ¿no es y será eternamente el único agente que pone en movimiento y revolución todas nuestras ideas?”

Queda claro que todo se trataba de una disputa por la hegemonía del poder entre la nobleza y la burguesía. La guerra no fue entre hermanos, una guerra civil, tampoco por razas, sino por partidos políticos.

No existe entonces, fundamento histórico alguno para caracterizar a la Revolución de Mayo como movimiento separatista y por ende proinglés. Tampoco es cierto que su objetivo fuese el comercio libre por cuanto éste fue implantado por el virrey Cisneros el 6 de noviembre de 1809.

Esta versión histórica resulta el punto de partida para colonizar mentalmente a los argentinos y llevarlos a la errónea conclusión de que el proceso obedece a la acción de “la gente decente, especialmente si ésta es amiga de ingleses y yanquis, al tiempo que enseña a abominar a las masas y el resto de América Latina.
Impuesta en los programas escolares, sostenida por los intelectuales y por los medios de comunicación del sistema, que difunden las ideas de la clase dominante, vaciada de la lucha popular.

http://www.rodolfowalsh.org

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