La historia oficial
En los discursos escolares se califica a
Se explota la idea de libertad que trajeron los soldados ingleses invasores en 1806 y 1807, cuando quedaron presos algún tiempo en la ciudad, vinculándose con la gente patricia; el programa de
De Bartolomé Mitre a nuestros días, esta versión ha prevalecido en el sistema de difusión de ideas (desde los periódicos, suplementos culturales, radiofonía y televisión hasta los diversos tramos de la enseñanza y revistas infantiles como Billiken).
Aburrida, boba, quedo sacralizada, sin embargo, porque esa era la visión de una clase dominante que había arriado las banderas nacionales y se preocupaba, en el origen del mismo de nuestra historia, de ofrecer un modelo colonial y antipopular (nota: Galasso desarrolla cuan diferente fue la realidad) Dado que la interpretación mitrista, por razones políticas, es la que ha alcanzado mayor influencia y difusión, debemos centrar en ella la cuestión y preguntarnos, desde el vamos, si ese Mayo, que pretendidamente elitista y proinglés, merece la veneración como expresión de colonialismo. Esto implica, asimismo, interrogarnos acerca de si la revolución, tal como ocurrió realmente, tiene que ver con la “historia oficial” o si ésta es simplemente una fábula impuesta por la ideología dominante para dar fundamento, con los hechos del pasado, a la política de subordinación y elitismo presente.
¿Revolución separatista y antihispánica?
Haciendo de cuenta que esta fábula sea así, en el Cabildo Abierto, a punto de nacer una nación que rompe con España en un sentimiento antiespañol, alguien se adelanta y dice en voz alta: “¿Juráis desempeñar lealmente el cargo y conservar íntegra esta parte de América a nuestro soberano Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino? - Si, lo juramos!,” contestan los miembros de
Entonces, ¿qué es esto de una revolución antiespañola que se hace en nombre de España?
Ni un día habrñia durado
Para figurar esto, durante varios años, los ejércitos enemigos (que San Martín llama siempre “realistas -por su apoyo a la realeza española-, chapetones o godos, pero nunca españoles) enarbolando bandera española como si se tratase realmente de una guerra civil entre bandos de una misma nación.
¡Los activistas French y Berutti repartían estampas con la efigie del Rey Fernando VII en los días de mayo! Lo que destroza la fábula de una revolución separatista y antiespañola es la incorporación de San Martín en 1812.
¿Quién era San Martín? Se trataba de un hijo de españoles que había cursado estudios y realizado su carrera militar en España. Al regresar al Río de
Es decir que el San Martín que regresó en 1812 era un español hecho y derecho y no venía a pelear contra la nación donde había pasado casi toda su vida.
Lo que hay que tener en cuenta, y que permanece bastante en la oscuridad, es que en 1810 encontramos en España dos realidades: las Juntas Populares y una España absolutista (de la corona).
La historia hispanoamericana en su conjunto, se encuentran casi siempre diversos pronunciamientos revolucionarios que culminan en declaraciones de “lealtad a Fernando VII”.
En 1809, en
Queda claro que todo se trataba de una disputa por la hegemonía del poder entre la nobleza y la burguesía. La guerra no fue entre hermanos, una guerra civil, tampoco por razas, sino por partidos políticos.
No existe entonces, fundamento histórico alguno para caracterizar a
Esta versión histórica resulta el punto de partida para colonizar mentalmente a los argentinos y llevarlos a la errónea conclusión de que el proceso obedece a la acción de “la gente decente, especialmente si ésta es amiga de ingleses y yanquis, al tiempo que enseña a abominar a las masas y el resto de América Latina.
Impuesta en los programas escolares, sostenida por los intelectuales y por los medios de comunicación del sistema, que difunden las ideas de la clase dominante, vaciada de la lucha popular.
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