La revolución del 25 de mayo de 1810 ha sido enaltecida como la efeméride más importante según la Historia Oficial Argentina, simbólicamente nacida con Bartolomé Mitre a finales del siglo XIX. Lo cierto es que son varias las cuestiones que ponen en duda esta afirmación, y resulta importante presentarlas:
1 – Sobre el aspecto revolucionario de las Jornadas de Mayo: Es difícil establecer un concepto de revolución, puesto que depende del lugar desde el cual se formula. Podríamos decir que una revolución es un cambio profundo que marca un “antes y un después” en una sociedad humana frente a un conjunto de aspectos determinados. Y hay varios “tipos” de revoluciones, si se quiere.
Para el caso del 25 de mayo,
Esto no fue así, el objetivo era tomar el control de la ciudad de Buenos Aires frente a los “peninsulares”, en todo caso, el concepto de representación de la monarquía se necesitaba para ofrecer “legalidad” a
2 – Sobre el aspecto nacional: Las Jornadas de Mayo no significaron un acontecimiento “nacional” por que tal cosa como una “Nación” no existía. En aquellos tiempos, lo que hoy conocemos como las “provincias” eran regiones autónomas y soberanas en sí mismas (es decir, podían gobernarse a sí mismas), no por un documento escrito, sino por el derecho de gentes: mientras hubiera una sociedad civil (más de 15 vecinos con vivienda construida y al menos un ayuntamiento político-administrativo) ese pueblo o ciudad podía administrarse a sí mismo, independientemente de las divisiones gubernamentales del virreinato (es decir, las gobernaciones e intendencias).
Por lo tanto, si la nueva Junta de Gobierno creada en Buenos Aires quería conseguir el apoyo de las regiones del Interior del ex-virreinato, debía convencerlas por las buenas o por las malas y eso fue lo que pasó. 25 de mayo, fue un acontecimiento sumamente reducido a la esfera de lo que hoy más o menos es Capital Federal, y no un acto nacional.
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