martes, 20 de abril de 2010

Discurso de Julio A. Roca - parte 4

DISCURSO ANTE EL CONGRESO AL ASUMIR LA PRESIDENCIA - 12 de Octubre de 1880


A pueblos jóvenes y llenos de vida como el nuestro , cuando a su vasta extensión deterritorio y a la liberalidad de sus instituciones, se unen la tierra fértil y un climaprivilegiado, no deben causar admiración estos prodigios que, en condiciones iguales, sehan repetido con frecuencia en la historia de las sociedades humanas.

Somos la traza de una gran nación, destinada a ejercer una poderosa influencia en lacivilización de la América y del mundo; pero para alcanzar a realizar y completar elcuadro con la perfección de los detalles, es menester entrar con paso firme en el carril de la vida regular de un pueblo, constituido a semejanza de los que nos hemos propuesto como modelo; es decir, necesitamos paz duradera, orden estable y libertad permanente.

Y a este respecto -lo declaro alto desde este elevado asiento, para que oiga laRepública entera-: Emplearé todos los resortes y facultades que la Constitución hapuesto en manos del Ejecutivo nacional, para evitar, sofocar y reprimir cualquieratentativa contra la paz pública.
En cualquier punto del territorio argentino en que se levante un brazo fratricida, o enque estalle un movimiento subversivo contra una autoridad constituida, allí estará todo el poder de la nación para reprimirlo.

Espero, sin embargo, que no llegará este caso, porque ya nadie, ni hombres nipartidos, tienen el brazo bastante fuerte para detener el carro del progreso de laRepública por el crimen de la guerra civil.

En cambio, las libertades y derechos del ciudadano serán religiosamente respetados.Los partidos políticos, siempre que no salgan de la órbita constitucional y no degenerenen partidos revolucionarios, pueden estar tranquilos y seguros de que su acción no serálimitada ni coartada por mi gobierno.

Por la ancha puerta de la Constitución y de la ley, caben todos los partidos y todas lasnobles ambiciones. Así ¿quién duda que el partido que ha cometido por dos veces, en elespacio de seis años. El error de pretender reparar por las armas derrotadas electorales,podría estar hoy dirigiendo legítimamente los destinos de la nación, si no hubieraapelado a tan odiosos extremos? […]
Termino aquí. Honorables Señores, la ligera exposición de los propósitos que traigo algobierno.
Intenciones sinceras; voluntad firme para defender las atribuciones del Poder EjecutivoNacional y hacer cumplir estrictamente nuestras leyes; mucha desconfianza en mispropias fuerzas; fe profunda en la grandeza futura de la República; un espíritu tolerantepara todas las opiniones, siempre que no sean revolucionarias, y olvido completo de lasheridas que se hacen y se reciben en las luchas electorales; tal es el caudal propio quetraigo a la primera magistratura de mi país.
No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos, que no comprenda que elsecreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista.

Puedo así sin jactancia y con verdad deciros que la divisa de mi gobierno será: Paz yAdministración.

Para realizarla, cuento con la protección de la Divina Providencia que nunca se invocaen vano, con el auxilio de vuestra luces y con el concurso de la opinión nacional que meha traído a este puesto, y el de todos los hombres honrados que habitan nuestro suelo.
Discurso extraído de: Halperín Donghi, Tulio. Proyecto y construcción de una nación (1846 – 1880), Buenos Aires, Editorial Ariel, 1995. (pps. 591 – 595)


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