miércoles, 17 de febrero de 2010

Los espías de Los Andes, durante la campaña de San Martín - parte 1


La campaña de los Andes que estaba preparando San Martín en 1816 no se podía planear sobre la base de ideas, había que manejarse sobre terreno seguro. Por eso mismo San Martín contó con los profesionales del secreto, a fin de rastrear pasos desconocidos en la cordillera que le permitieran una marcha tranquila en su cruce de los Andes. No solamente esto, sino que los espías le permitieron saber las claves militares del enemigo, guardias y hasta el estado psicológico de los pueblos a los que iba a liberar.
El propio gobierno de Buenos Aires le recomendó a San Martín la utilización de espías. El Director supremo Ignacio Álvarez Thomas le decía a San Martín el 10 de mayo de 1815, que "en acuerdo de esta fecha he resuelto que los oficiales D. Diego Guzmán y D. Ramón Picarte pasen al Estado de Chile con el importante fin de promover en él la insurrección contra el gobierno español, y que informen a usted de cuantas noticias crean interesantes...”.
Este Diego Guzmán, bajo el seudónimo de Víctor Gutiérrez, fue uno de los mejores agentes de San Martín en Chile y logró enviar al Libertador una lista muy completa de la tropa, armamento y disciplina del enemigo. También le pasaba los nombres de los oficiales enemigos de mayor influencia, y el panorama general de Chile, en cuanto a organización política.

Como no había muchos agentes capacitados, San Martín adopto dos sistemas clásicos de inteligencia: el celu-lar y el radial. Con el sistema celular podía encarar operaciones en áreas grandes y flexibles, se utilizaba para buscar información sobre el ejército hispano. El segundo sistema sólo lo aplicaba para misiones muy especiales en lugares distantes o de difícil acceso.
Un ejemplo del sistema radial son las operaciones de Juan Pablo Ramírez, alias Antonio Astete; que informó a San Martín sobre varios detalles de sumo interés sobre el terreno donde se llevaría a cabo la batalla de Chacabuco.
El sistema celular o de células fue el más usado y consistía en centros de espionaje divididos en células, las cuales se situaban en las casas de patriotas chilenos que tenían la confianza de los españoles. En ciudades como Santiago, Coquimbo, Concepción, Talca y Curicó.

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