jueves, 10 de diciembre de 2009

El Motín de las Trenzas - parte 2


A esto no se resignaban los fieles soldados y suboficiales de Saavedra cuando la noche del 6 de diciembre de 1811 en el llamado "cuartel de las Temporalidades" se pusieron en pie de guerra y expulsaron a los oficiales. Belgrano fue avisado y se apersonó inmediatamente en el regimiento. Fue muy mal recibido. Le gritaban "muera Belgrano". Manuel no se achicó y les contestó también a los gritos: "Si quieren que muera, dispárenme". Se retiró consternado y logró hacer ingresar por los fondos al abanderado de los Patricios, Borja Anglada, para que le informara sobre las demandas de los sublevados.

Sólo le dijeron que querían la cabeza del coronel Belgrano, que volviera Saavedra y que sólo entregarían su petitorio a un miembro del Triunvirato. El trío gobernante envió a un emisario, el capitán José Díaz, pero los amotinados lo tomaron de rehén y mantuvieron su pedido: que venga un triunviro.

La gravedad de la situación convenció a Feliciano Chiclana de la conveniencia de darse una vueltita por las Temporalidades. Parlamentó con los sublevados y recibió un petitorio en el que se pedía: "Excmo. Sr. A quien ama este cuerpo de veras (...) Quiere este cuerpo que se nos trate como a ciudadanos libres y no como a tropas de línea...". Piden la destitución de Belgrano y el nombramiento de suboficiales como jefes del regimiento. Las trenzas no aparecen en la demanda. Chiclana pone como condición para considerar el pliego, que depongan inmediatamente las armas.

Pero los rebeldes se mantuvieron en sus demandas, sin intenciones de rendirse. El triunvirato armó una doble estrategia, por un lado seguir negociando y por otro rodear el cuartel para intervenir en cualquier momento. Hubo varios mediadores, entre ellos, Juan José Castelli, el orador de la revolución, que estaba arrestado en el propio cuartel tras haber sido sometido a juicio por la derrota del Desaguadero. También medió el vehemente adversario de Castelli en el debate del Cabildo Abierto del 22 de mayo, el Obispo de Buenos Aires, Benito Lue y Riega, y el Obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana. Pero todo fue inútil, los Patricios se mantuvieron firmes en sus demandas.

Uno de los amotinados, el soldado de origen inglés Richard Nonfres en un rapto de exaltación comenzó a proferir insultos y disparó un cañonazo contra las tropas que estaban apostadas frente al regimiento. Cuenta Domingo Matheu que "...un maldito inglés, soldado del cuerpo, pegó fuego a un obús cargado a metralla y mató a uno e hirió a seis".

La respuesta no tardó en llegar. El cuartel estaba rodeado por los cuatro costados por 300 dragones de infantería y 25 de caballería; unos 200 hombres del regimiento número 5 de América y otros tantos del regimiento de castas. Varios civiles se pusieron a las órdenes del coronel French para participar en la represión de los rebeldes.

El saldo del combate fue de 8 muertos y 35 heridos. Pero Rivadavia y el Triunvirato no iban a dejar las cosas así. Instruyeron un proceso sumario. Por "razones de seguridad" fueron expulsados los diputados del interior. El Deán Funes fue detenido sospechado de complicidad con los rebeldes. Los implicados negaron durante el juicio toda intención política y recordaron sus planteos iniciales. Pero nadie les creyó y en la sentencia se habla de "movimiento popular que se tramaba".

A veinte de los implicados se los condenó a cumplir penas que iban de cuatro a diez años de prisión en Martín García. Once sargentos, cabos y soldados fueron fusilados a las ocho de la mañana del 10 de diciembre de 1811 y sus cuerpos colgados en la Plaza de la Victoria "para la expectación pública". Entre los muertos estaba el inglés Ricardo Nonfres, quizás el autor del primer disparo de una guerra civil que iba a durar casi 60 años.

Autor: Felipe Pigna.
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