domingo, 27 de diciembre de 2009

Aquellas humillaciones - parte 2

Casi diez años después, el film volvía a las pantallas argentinas. Diez años de desaparición por culpa de demócratas y tiranos. Un capítulo para comprender el porqué del uso de la fuerza y la censura en tiempos libres, y de la ignorancia y el palo policial en épocas de uniformados. Con La Patagonia rebelde se puede estudiar ese por qué del pisoteo de las letras del Himno, “Libertad, Libertad, Libertad”, por orden de los mandamás de la Casa Rosada, tengan uniforme o no.
Pero, con el pasar del tiempo, la verdad surge cada vez más lozana. Cuando releo el decreto de Lastiri prohibiendo el Severino, o el de Isabel Perón, con Los anarquistas expropiadores, o el nombre de todos los que intervinieron para esconder al pueblo la matanza patagónica y veo mis libros en las librerías y el film La Patagonia rebelde que ahora va a ser recordado en funciones especiales, no puedo nada más que sonreír: la verdad se abre paso en las tinieblas, no se la puede matar para siempre. De Tato no se acuerda nadie, del comodoro Bello (“Pepitajo”), sí, se acuerdan los que fueron víctimas de su proceder inquisitorial y su bravata de oficina. De Lastiri e Isabel, ya está todo dicho, dos marionetas trágicas, dos insultos a todos aquellos que dieron sus vidas por más democracia.
Pero sí quedan en el recuerdo nuestro los que hicieron posibles que La Patagonia rebelde viera la luz. Voy a recordar a uno de ellos, el ex gobernador santacruceño Jorge Cepernic, quien nos facilitó toda la ayuda durante la filmación para que pudiéramos llegar al final. Cuando surgía un problema, allí estaba él para solucionarlo. La dictadura lo mantuvo preso ocho años. El director de la cárcel le confió una vez que esa prisión no era por su labor positiva de gobernador sino porque había ayudado a que La Patagonia rebelde fuera realidad.
Y fue realidad y es realidad. Varios de sus protagonistas no están más. Murieron jóvenes. No los podremos volver a ver en este encuentro próximo del Festival de Cine de Mar del Plata. Pero los veremos, sí, jóvenes y con talento en las escenas del film. Actuaron y de ellos quedará el recuerdo para siempre. Cuando los veamos de nuevo en pantalla los aplaudiremos con fuerza a pesar de que las lágrimas nos nublen la vista.
En la historia del cine argentino, los avatares de La Patagonia rebelde quedarán como un antecedente de persecución y gloria. Ese cine argentino que hoy está pleno de jóvenes realizadores y de algunos veteranos bien firmes.
Para mí es un episodio que me costó sinsabores y, con mi familia, ocho años de exilio. Pero ahí está ese testimonio del crimen más atroz de nuestra historia obrera cometido por el gobierno de un partido que siempre se calló la boca. Allí está la verdad. Ninguna justicia pudo probar que allí se mentía o se exageraba. Es la auténtica verdad histórica, allí, en la lejana Santa Cruz están las tumbas masivas, ahora sí, marcadas por la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores, y el monumento a Facón Grande en Jaramillo, ese gaucho entrerriano mártir por los derechos del trabajador de campo del lejano Sur.
No quisiera dejar estos recuerdos de injusticias, pero de corajes y valentías, sin nombrar a aquellas mujeres tan humilladas, las prostitutas de San Julián, los únicos seres en toda la Argentina que llamaron asesinos a los militares fusiladores de los gauchos patagónicos. Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo “La Catalana”; Angela Fortunato, 31 años, argentina, casada, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, española, soltera, siete años de residencia en el país, pupila del prostíbulo; y Maud Foster, inglesa, soltera, 31 años de edad, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo. Jamás ningún político de ningún color fue a poner una flor en las tumbas de los gauchos. Sólo hubo ese gesto de coraje de las mujeres del prostíbulo de San Julián.

Osvaldo Bayer
Página 12, 13 de marzo de 2004
http://www.pagina12.com.ar

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