sábado, 21 de noviembre de 2009

Lenin

En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en íconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante tergiversación se dan la mano oportunistas de la izquierda y la burguesía capitalista. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esa doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la burguesía.

(Lenin, Vladímir Ilich; El estado y la revolución; Pág. 39/40; Alianza; Madrid 2006.)



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