domingo, 22 de noviembre de 2009

Cacique Juan José Catriel (1838-1910)

Juan José Catriel, Cacique pampa del Azul, nació hacia 1838 en el campo de Nievas, distante unos 15 km de aquella población. Segundo hijo del cacique Juan Catriel. A la muerte de su padre en 1866, no asumió el cacicazgo, sino que lo hizo su hermano menor Cipriano, quién poseía mayores dotes militares y diplomáticas. Según tradición familiar se rehusó a asumir el mando por no estar de acuerdo con los tratados de paz firmados por su padre con el gobierno nacional. Alejado de los resortes del poder dentro de la tribu, se dedicó a la cría de ganado al pié del “Cerro Negro” (cerca de Olavaria).

Con el paso de los años, una serie de desgraciadas circunstancias trocaron su carácter y su suerte. La disconformidad con muchos años de gobierno de su hermano Cipriano –propenso por carácter y principios a mantener buenas relaciones con los jefes de frontera y gozar de las ventajas de la vida civilizada-, lo indispusieron anímicamente contra él.

En este sentido, Juan José siempre manifestó otro temperamento y otras opciones de vida: menos inteligente que su hermano, más independiente y frontal, menos negociador, contrario a todo acercamiento y componendas con los cristianos, por quienes sentía profunda aversión, siempre prefirió la vida del desierto, en toldo y campo raso, manteniendo inalterables las costumbres que le venían de origen y raza.

A estas disposiciones anímicas, se unió la turbulencia de la Revolución Mitrista, en setiembre de 1874, a la cual se plegó –para propia desgracia- su hermano Cipriano, aconsejado en esto por su amigo el general Ignacio Rivas. Derrotadas por el ejército nacional las tropas adictas a Mitre –en la “Verde”, en noviembre de ese mismo año- la suerte de los hermanos quedó sellada. Cipriano murió degollado en Olavaria, junto con su secretario, Santiago Avendaño; mientras que Juan José, partícipe activo con su gente en el crimen, fue reconocido por el gobierno como nuevo cacique de los catrieles, contando con el apoyo de los coroneles Hilario Lagos y Julio Campos por entonces al mando de las tropas que perseguían a los mitristas.

Por algún tiempo, Juan José se estableció en el campamento de Blanca Grande, ahora al mando del coronel Nicolás Levalle, colaborando con sus indios en la vigilancia y defensa de la frontera, conservando la tribu los fértiles campos de Nievas.

La resolución del gobierno de adelantar paulatinamente la frontera, hasta llevarla a las márgenes del Río Negro, trajo consigo la necesidad de reubicar la indiada de Juan José, en una zona más propicia para tales fines, contando para ello con su sometimiento y fidelidad como hasta esos momentos. Pero los planes del astuto cacique eran otros.

En principio aceptó el ofrecimiento del ministro Adolfo Alsina, formulado en agosto de 1875, de trasladarse a las inmediaciones del Fortín Aklecoa para conformar una especie de “colonia pastoril”, cuyos hombres quedaran afectados a la Guardia Nacional en calidad de “auxiliares” (militarización). Pero habiendo iniciado tratativas con el cacique salinero Manuel Namuncurá, se plegó con sus fuerzas a la invasión que a fines de diciembre de ese mismo año cayó sorpresivamente sobre Azul y zonas vecinas, conocida como “Malón Grande” por sus efectos devastadores. De este modo, aprovechó el regreso de los invasores para confundirse con ellos y emigrar juntos, con toda la tribu, a Salinas Grandes, para recobrar la libertad perdida, rompiendo toda relación con el gobierno nacional y con sus antiguos vecinos de frontera.

A principios de 1876 fijó su residencia en “Treyco”, en las cercanías del actual Guantraché (La Pampa), bajo la protección de Namuncurá. De allí en más, demostró una abierta y desafiante resistencia a la decisión gubernamental de trasladarse a la frontera de Carhué.

Asumiendo como conducta habitual el organizar frecuentes invasiones sobre fortines y poblaciones –por cuenta propia o unido a los caciques de Salinas Grandes- , a modo de hostigamiento y obtención de recursos para el sostenimiento de la tribu.

Bajo el rigor de las batidas despachadas desde Carhué y desde Puán, terminó por rendirse, junto con su hermano Marcelino y toda la tribu, el 26 de noviembre de 1878, en Fuerte Argentino ante el comandante Wintter.

Al poco tiempo, los hermanos Catriel fueron embarcados con sus familias en el vapor Santa Rosa rumbo a la isla Martín García, quedando allí sujetos a una espantosa epidemia de viruela y a toda clase de privaciones. Los dos hermanos fueron bautizados en Buenos Aires el 11 de agosto de 1879, en la iglesia del Pilar, junto con otros indígenas enganchados en el ejército. Murió de cáncer en el hospital de Olavarría, el 16 de noviembre de 1910.

Fuente
Roca, Julio Argentino – Iconografía Militar, Museo Roca, Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires (2006).
www.revisionistas.com.ar

1 comentario:

  1. CAPITÁN RUFINO SOLANO: SU ACCIÓN ÚNICA E INIGUALABLE.-
    Este muy particular militar, recordado como “El diplomático de las pampas”, desplegó inigualables acciones en favor de la paz, la libertad y la vida en la denominada “frontera del desierto”, en el siglo XIX. Mediante estas acciones, haciendo uso de un trato proverbial con el aborigen, consiguió redimir personalmente a centenares de mujeres, niños y otros prisioneros, de ambos bandos, movido por una notable y especial consideración hacia el género, encarnado en la lacerada figura de la cautiva. Asimismo, se destacan entre sus acciones, el haber evitado sangrientos enfrentamientos por medio de sus prodigiosos oficios de mediador, pactando numerosos acuerdos de paz y de canje de prisioneros con los máximos líderes indígenas, como Calfucurá, Namuncurá, Catriel, Pincén, entre muchos más. Más allá de las rectas condiciones humanas y morales con que se hallaba dotado este militar, sus amplios conocimientos y capacidad para comunicarse con la lengua y el alma del indígena, habían sido adquiridos por pertenecer a una familia fundadora de la ciudad de Azul y por la radicación y funciones que desempeñó su padre en toda la zona.
    El capitán Rufino Solano actuó bajo el mando de jefes militares tales como Ignacio Rivas, Benito Machado, Francisco Elías, Álvaro Barros, entre otros; también lo hizo bajo órdenes directas de Adolfo Alsina, Martín de Gainza, Márcos Paz y de las más altas figuras políticas del país. Además de ello, fue lazo y nexo imprescindible en tareas de evangelización y salvamento de personas realizadas por la Iglesia, prestando estrecha y activa colaboración al Padre Jorge M. Salvaire, denominado “El misionero del desierto y de la Virgen del Luján”, fundador de la Gran Basílica de Nuestra Señora del Luján y fue ineludible interlocutor entre los caciques y el Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, en la persona del Arzobispo Dr. León F. Aneiros, llamado “El Padre de los Indios”. También respondió ante numerosos requerimientos de instituciones sociales y desesperadas solicitudes de particulares.
    Toda esta tarea la realizó en beneficio de la población de Azul y de otras incipientes localidades de la Provincia de Buenos Aires e incluso de provincias aledañas. Entre otras significativas intervenciones del capitán Rufino Solano, se cuentan la de haber formado parte de los cimientes que dieron origen a la actual ciudad de Olavarría y de otras localidades vecinas.
    Esta plausible labor el capitán Rufino Solano la llevó a cabo durante sus más de veinte años de carrera militar y aún después de su retiro hasta su muerte, en 1913. Actualmente obra en la Legislatura de la Pcia. de Buenos Aires, un proyecto de ley para declararlo Ciudadano Ilustre de dicha provincia.- http://elcapitanrufinosolano.blogspot.com/

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