martes, 27 de octubre de 2009

El rancho - parte 1


Rancho – Ilustración de Germán Burmeister

Los antiguos moradores de nuestra querida Pampa, han ido desapareciendo paulatinamente. Conforme el progreso ha ido extendiendo sus brazos en dirección a la llanura anchurosa los ranchos han ido convirtiéndose en taperas primero y en ruinas luego.

Allí, en aquel panorama infinito donde la Naturaleza depositara sus gérmenes vitales y que era el albergue de esa raza que agoniza, sólo puede verse en toda su extensión un épico romance campero.

El rancho, vivienda de gauchesca arquitectura, donde formó su nido de amor el paisano argentino con su china, también va desapareciendo. ¡Cuantos recuerdos acuden a nuestra memoria al hallarnos frente a una de esas moradas camperas! El cuadrito espiritual y pintoresco formado por los gauchos y sus chinas, cuando a la sombra saludable del alero cantaban estilos y tomaban mate acompañado de las sabrosas tortas fritas, era el encanto del terruño.

Admiramos este paisaje sublime y nos sentimos subyugados por las bellezas de nuestra campiña en el pasado. ¡Cómo nos sentimos felices al contemplar el paisaje envuelto con el manto del crepúsculo!. Extasiados ante su leyenda, nos descubrimos.

Payadores y cantores entonárosle sus himnos y sus loas. En la guitarra de Gabino como en la de Nava, Bettinoti, Vázquez e Hildago, han sollozado las armonías camperas y han germinado las trovas sentimentales. Y esa ventana del rancho por donde muchas veces se asomó la china, traviesa y picaresca, para invitar al paisano a tomar un matecito, también dice muchas serenatas que fueron prez y gloria del pasado.

Los árboles, la tranquera; todo nos ofrece algo sublime, formidable, que ha ido desmoronándose al impulso de la piqueta del progreso.

Esta obra, genuinamente criolla, donde los amantes corazones palpitan al compás de un bordoneo hecho en la guitarra con maestría, y el sonoro repique de las espuelas nazarenas halagaron el alma de las mozas de aquel tiempo, tiene su página en nuestro corazón de criollos no regenerados.

Frente a un rancho pintoresco, obra magna de nuestro paisano argentino, nos hemos detenido un momento para tomar impresiones. Nuestro informante nos dice que aunque viejo, ha sido templo de halagadores idilios, y que varias criollitas –hijas de un viejo tropero del pago- formaron en él sus nidos en las tibias mañanitas de primavera. Por esa tranquera hizo su entrada triunfal el paisano, montado sobre su pingo escarceador, luciendo lujoso apero y mejor chapeado. De allí, también, la hija menor del tropero, solía despedirse de su amado, un hidalgo trovador de la Pampa, agitando su pañuelo blanco en alto, y que al ser besado por la brisa, se identificaba con la cinta celeste que adornaba su trenza de pelo negro, formando los bellos colores de la patria. Hoy, al evocar este recuerdo, partiendo las entrañas de la tierra, se aparece la silueta de Santos Vega, gallardo habitante de las Pampas Argentina, para señalarnos el ocaso, abismo terrible donde fueron sepultados todos los encantos del terruño, a un grito del progreso y a un puntapié de la civilización.

Y extasiados ante su leyenda, nos descubrimos…..

Fuente
Manco, Silverio – El Rancho – Leyendas Americanas.
Burmeister, Germán – Cómo se construía un rancho en 1858 – Buenos Aires (1942).
www.revisionistas.com.ar

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