jueves, 17 de septiembre de 2009

Las Chatas - parte 1


Se denominaban “chatas” a los carruajes de carga de cuatro ruedas con eje delantero articulado. Estos carruajes de carga servían a distintos propósitos, según el tamaño y las características de los mismos; en nuestra tarea de recopilación de datos, documentación y fotografías, nos hemos encontrado con una buena variedad de modelos y funciones, muchas de ellas al servicio del transporte de mercaderías y productos de almacén. En esta materia, al mayor exponente de este tipo de rodados los constituyeron las llamadas “chatas cerealeras”, que sirvieron fundamentalmente al transporte de granos embolsados.

Estos grandes rodados cumplían la misma función que las carretas, pero sus características eran bastante distintas a las primeras. Su modernidad, comparada con las de aquellos viejos y lentos carruajes tirados por bueyes, hizo que se ganara tiempo y eficiencia a la hora de transportar volúmenes importantes, por lo que muy pronto los bueyes fueron reemplazados por fornidos “percherones”, y las primitivas carretas dejaron de recorrer los caminos de la pampa bonaerense.

El trabajo del transporte de cargas a larga distancia que hacían estos carros, con el tiempo, fue realizado por el tren, pero como era necesario llegar desde y hasta las estaciones ferroviarias con las cargas que transportaba el ferrocarril, ellas se ocuparon de viajes relativamente cortos –hasta la llegada de los grandes camiones-, llevando mercadería a los almacenes, realizando los acarreos de las cosechas, lanas, leña y huesos hasta los galpones de estación, para que desde allí el tren las transportara a Buenos Aires.

Como dijimos, a diferencia de las carretas, las “chatas cerealeras” se desplazaban sobre cuatro ruedas, dos grandes –fijas al eje trasero- y dos más pequeñas unidas al eje del tren delantero; este último tenía la peculiaridad que, contrariamente al trasero –fijo- giraba sobre su centro permitiendo mayor maniobrabilidad y mejor desplazamiento en las curvas. Las ruedas enllantadas con planchuelas de hierro giraban en su maza embujada y lubricada con “grasa de carro”.

Su caja o cajón era de mayor dimensión que el de las carretas y disponían de altas barandas y puerta trasera. No tenían techo o toldo protector, por lo que la carga podía elevarse a considerable altura y ésta se solía tapar con lienzos fabricados con la arpillera obtenida de envases de azúcar o yerba, para su protección de las lluvias y soles.

La capacidad de carga era superior a la de las carretas y la agilidad de marcha era mayor, ya que éstas eran tiradas por caballos de gran porte, los que por su fornida contextura natural eran los especialmente elegidos, criados y cuidados para ese trabajo. De acuerdo a la carga transportada y al estado de los caminos, se le ataban cuatro, seis, diez y hasta catorce caballos, los que según la aptitud del animal y al lugar de atadura en la chata recibían los nombres acordes a su función en el trabajo de tiro.

Lambert, Raúl O. – “Andate hasta el almacén, recuerdos prestados” – Navarro (2004)
http://www.revisionistas.com.ar/?p=5196

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