domingo, 13 de septiembre de 2009

El asesinato del Chacho Peñaloza - parte 3



El gobernador Sarmiento decretó el estado de sitio y, como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo y lanzó la siguiente proclama: “Conciudadanos: Peñaloza se ha quitado la máscara. Desde la estancia de Guaja, secundado por media decena de bárbaros oscuros, que han hecho su aprendizaje político en las encrucijadas de los caminos, se propone reconstruir la República sobre un plan que él ha ideado, por el modelo de Los Llanos. Bajo su dirección e impulso, estas provincias serán luego un vasto desierto, donde reinen el pillaje, la barbarie sin freno, y la montonera constituida en gobierno.
No es un sistema político lo que estos bárbaros amenazan destruir. Es todo orden social, es la propiedad tan penosamente adquirida, toda esperanza de elevar a estos pueblos al goce de aquellas simples instituciones que aseguran a más de la vida, el honor, la civilización y la dignidad del hombre. Conciudadanos: Vosotros conocéis La Rioja, donde han imperado por años hombres que eran todavía algo más adelantados que Chacho. Es hoy un desierto poblado por muchedumbres que sólo el idioma adulterado conservan de pueblos cristianos. Habéoslo visto en 1833 en San Juan, incendiando inútilmente las propiedades y robando cuanto atraía sus miradas para cubrir su desnudez y saciar sus instintos rapaces. Tendráis otra vez a esas chusmas en San Juan, no sólo para robaros vuestros bienes, sino para hacerse de medios con que llevar la guerra y la desolación a otros puntos de la República.
Vuestras mercaderías, vuestras mulas, vuestros caballos, vuestros ganados, vuestros trabajadores, vuestro dinero arrancado por las extorsiones y la violencia, son el elemento con que cuentan para llevar adelante sus intentos salvajes, porque mal los honraríamos con llamarlos planes de subversión. San Juan, por la cultura de sus habitantes, por la posición que ocupa en esta parte de la República, tiene algo más que hacer que defender sus hogares y su propiedad. Débelo a la patria común, a la dignidad humana, salvar la civilización amenazada por estos vergonzosos levantamientos de la parte más atrasada de la población que quisiera entregarse sin freno a sus instintos de destrucción. San Juan reducido a la barbarie, San Juan saqueado, San Juan gobernado por el Chacho y sus asociados, desaparecerá del mapa argentino el día en que se aprestaba por sus propios recursos, por su propia industria y esfuerzo, a contarse entre las provincias más adelantadas y ricas de la República. […]

Conciudadanos: A las armas y que San Juan sea un ejército, un baluarte contra la barbarie, y ejemplo para todos los pueblos argentinos. Esto es lo que espera de vosotros vuestro compatriota y amigo D.F. Sarmiento”.Los coroneles de Mitre, enviados a reprimir al pueblo riojano, no salían de su asombro sobre los niveles de miseria de aquel pueblo y valentía del Chacho y su gente: “No sé, señor, de qué palabras valerme para hacerle una descripción que pinte con bastante verdad la provincia de La Rioja y temo parecer exagerado. Bástele, señor, saber que aquí no han conocido nunca un médico y que la mujer del ex gobernador es oída como un oráculo porque es la única ‘médica’ que hay en La Rioja toda”.

El Chacho, tras rendirse al mayor Irrazábal, fue cobardemente asesinado en presencia de su familia. Los que combatían la barbarie expusieron su cabeza en una pica en la plaza de Olta, en La Rioja, durante varios días.Poco después del cobarde crimen, el “padre del aula” y “guía de la niñez argentina”, el que había escrito “las ideas no se matan”, le decía a Mitre: “No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se abrían aquietado en seis meses. ‘Murió en guerra de policía’, ésta es la ley y la forma tradición de la ejecución del salteador”.
Fuente: Adaptación para El Historiador del libro de Felipe Pigna Los Mitos de la Historia Argentina 2, Buenos Aires, Planeta. 2004.

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