domingo, 23 de agosto de 2009

Historia del colectivo III

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Los primeros microómnibus.

A comienzos de la década de 1940 hubo dos factores que incidieron sobre el devenir histórico del sistema de colectivos porteño: la llegada de la Corporación de Transportes y la Segunda Guerra Mundial. La Corporación incautó buena parte de los colectivos particulares que, con los años, sufrieron reformas. Los vehículos cero kilómetro que incorporó, además, serían radicalmente distintos de los utilizados por las líneas particulares.
La Segunda Guerra Mundial trajo acarreada la conocida falta de insumos que redujo los servicios de autotransporte al mínimo. Por lo tanto los colectivos, tanto particulares como corporachos, debieron dejar de lado las disposiciones en vigencia, arrancarse el corset y aumentar su tamaño, para absorber la demanda de pasajeros que la claudicante Corporación dejaba de a pie.

Primera serie de colectivos particulares (1943 - 1945).
Debido a la escasez de chasis causada por la guerra, los colectiveros particulares debieron recurrir a lo que se encontrara para poner coches en la calle. Un recurso fue recarrozar los coches existentes y alargar sus chasis y el otro fue conseguir camiones de modelo más o menos reciente para carrozarlos como colectivo.
Se pueden distinguir dos tendencias principales en la modalidad de carrozado.
Una, la aquí presentada, corresponde a unidades generalmente de 13 asientos, con una ventanilla más por lado. Aún conservaban el volante a la derecha aunque a muchas, tras el cambio de mano de 1945, se le invirtió y la puerta derecha fue corrida hacia adelante.

Lo curioso es que este tipo de coche creció en largo, pero no en ancho. El resultante visual fue un vehículo demasiado angosto y desproporcionado para la longitud que ostentaba.
Muchas conservaban la vieja modalidad de ventanillas con mecanismo de apertura al estilo automóvil, pero otras incorporaron una variante: la ventanilla guillotina, que subía en lugar de bajar mediante un sistema de guías.




Un clásico ejemplo de recarrozamiento: el chasis es un Chevrolet, de 1939 ó 1940, carrozado por la firma Industria Carrocera Argentina (más conocida como I.C.A.) en 1944 en base a la modalidad descripta. Pertenece al Expreso Tigre "B", que explotaba la línea 68 (concesión 111 provincial). Aún circula en la actualidad, como línea 168. (Foto: Colección Mario Taboada).

Segunda serie de colectivos particulares (1943 - 1945).
Fue contemporánea de la anterior y contó con las mismas características generales, pero fueron aún más grandes: llevaban entre 14 y 16 pasajeros sentados.
Generalmente contaban con una ventanilla más por lateral: cuatro de la derecha y cinco de la izquierda, aunque hubo algunas excepciones a esta regla, que ostentaban tres y cuatro respectivamente y algunos término medio, con tres y media a la derecha y cuatro y media a la izquierda.
Al ser aún más largos que los de la primera serie y conservar el ancho de los 11 asientos, la sensación de desproporción de su tamaño se acentuaba. Tanto esta versión como la anterior, llevaron ruedas duales en su tren trasero de origen.




Esta imagen fue tomada el día de la inauguración de la Línea de Emergencia número 102, allá por 1944. En primer plano aparece el coche interno 1, un exponente de los colectivos de esta versión más larga. Obsérvense las ventanillas, que no están divididas en paños: esto es señal de que esta unidad fue equipada con el sistema de apertura a manija de los automóviles. (Foto: Archivo General de la Nación).



Los alargados de la Corporación (1943 - 1945)

La Corporación de Transportes echó mano a sus colectivos de 11 asientos, los cortó al medio y los alargó.
Hubo dos resultados diferentes, de acuerdo al lugar donde fue alargado: los alargados por la propia Corporación fueron vehículos amorfos, de precario aspecto, con las formas de sus carrocerías originales en sus laterales, con una ventanilla y un cuarto agregadas. ¿Cómo es esto? Simple: imagínense cortar un colectivo de 11 asientos con tres ventanillas del lado izquierdo en dos mitades, y agregar una porción en su parte central. Ahora bien: había que rellenar el espacio vacío con una cuarta ventanilla, pero hete aquí que el espacio a rellenar era más grande que una ventanilla normal.
Hubo dos soluciones posibles: montar una ventanilla más grande que las demás, que afearía el producto al extremo y que traería acarreado el costo de modificar la longitud del mecanismo de subir y bajar las ventanillas o montar una ventanilla del mismo tamaño que las demás, con un paño fijo compensador, que afearía el producto a la enésima potencia pero que no trae aparejado el costo adicional de modificar el mecanismo de apertura de las ventanillas. Por supuesto que la Corporación se inclinó por la solución más barata.



En esta escena, tomada en la estación Retiro, se vislumbra un colectivo alargado por la Corporación de Transportes (el único coche no-plateado de la foto), que parece gozar de un muy buen estado. Obsérvese que la segunda ventanilla, comenzando de adelante hacia atrás, está dividida. Como se aprecia, el tamaño del paño ancho corresponde al de las demás ventanillas y el angosto, el vidrio fijo, salvó a la Corporación del oneroso gasto que hubiera implicado modificar el sistema de apertura de ventanillas (Foto: Archivo General de la Nación),



Los colectivos alargados por terceros fueron más agradables a la vista: las diferentes carroceras se preocuparon un poco más por la estética y montaron ventanillas idénticas, sin necesidad de soluciones de entrecasa del calibre de las perpetradas por la Corporación.



¿Colados...? Eran los de antes... parece decirnos esta fotografía, en la que vemos a un atestado alargado por terceros en plena tarea. Como se ve, cuenta con cuatro ventanillas simétricas, que le dan un aire de prolijidad ausente en los pobres colectivos en los que la Corporación metió mano. (Foto: Colección Carlos Achával).

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