sábado, 13 de junio de 2009

Las palomas de Plaza de Mayo



Los barrios tienen sus curiosidades y las tradiciones y costumbres perduran a través de los años, incluso en las palomas.

No es casualidad que las palomas pueblen, por tantos años la histórica Plaza de Mayo, hay una tradición que cuenta que en una casilla del Palacio Municipal sobre la calle Florencio Sánchez en la antigua Costanera Sur, vivía don Benito Costoya, un jubilado que pasaba sus días criando y domesticando palomas.
Según dice la voz popular llego a reunir más de 5.000 ejemplares de diferentes especies. Usaba un silbato y de acuerdo a cómo lo hacía sonar, las palomas bajaban a comer, volaban o lo seguían por donde el fuera.
Alguien le sugirió al ver cómo manejaba la gran cantidad de palomas que podía tener en sus manos una fuente de ingresos extras para su vejez.

Por esta razón en algunas festividades, cruzaba el puente de la calle Cangallo (hoy J. D. Perón) y llegaba caminando lentamente, seguido por sus palomas a la Plaza de Mayo. Allí realizaba su espectáculo y la gente retribuía con buen dinero las maravillosas hazañas de las palomas.

Cuando caía el sol regresaba a cruzar el puentecito rumbo a la costanera con todas sus palomas. Para las festividades de la patria, Don Benito Costoya contribuía en los actos públicos con una suelta de palomas pintadas celestes y blancas.
Este hecho provocaba gran admiración y aplausos de la concurrencia.
En el año 1934 se celebró en la Ciudad de Buenos Aires, el Congreso Eucarístico Nacional, pero esta vez fue en Palermo. Hasta allá fue caminando Don Benito con sus palomas que surcaban el cielo volando como grandes ráfagas, siguiendo el sonido del silbato de su dueño. En esa oportunidad ante un altar levantado en los bosques de Palermo. Don Benito soltó al cielo sus palomas pintadas, esta vez con los colores de la bandera papal, amarilla y blanca.

Estos hechos llegaron a interesar a la Municipalidad y las autoridades de la época, que vieron la posibilidad de mejorar el palomar de la Costanera, aportando también bolsas de maíz y de trigo para la manutención de las palomas.

El tema se consideró en el Consejo Deliberante y se asignó la suma de 35.000 pesos en el presupuesto Municipal para el alimento de las palomas de la Costanera.
Pero Benito Costoya murió en 1937 y las palomas acostumbradas a llegar a la Plaza de Mayo se quedaron allí, amparadas en los plátanos y en los edificios vecinos, donde desde entonces hacen sus nidos.

La procreación de las palomas aumentó rápidamente y llegaron a constituir un elemento depredador, no sólo de las flores que adornaban los canteros de la plaza, pues se comían los pensamientos en tan solo una mañana (hoy han sido plantadas, flores mas acidas que no son del gusto de las palomas, para decoración), sino también con sus deyecciones estropean las fachadas de los edificios que rodean la Plaza.

El rector de la Catedral, Monseñor Daniel Keegan advirtió una vez el serio problema que ocasionaban las aves, cuando se hizo una limpieza en el techo de la Catedral y se retiraron camiones con nidos, guano y restos de palomas asentados en los lugares más inaccesibles. Los capiteles de la columnata convertidos en centros de proliferación de la especie, fueron envueltos con alambre tejido para evitar que construyeran allí sus nidos.

El código de planeamiento Urbano contempla este problema, tratando el tema “Paisajística” de la Plaza de Mayo, expresa:

No se aceptará el uso de alambre tejido para la protección contra las palomas en capiteles, estatuas, grupos escultóricos y cualquier otro tipo de ornamentación en fachadas y coronamientos de edificios ya que no permiten su apreciación individual, haciendo confusa la imagen del conjunto arquitectónico al cual sirven.

Se ha procurado ahuyentarlas colocando un repelente que consiste en un producto químico en forma de pasta amarillenta, elástica, que provoca escozor en la paloma sin dañarla. Las aves que han tenido contacto con este producto no vuelven al lugar. Parece ser que el producto, que es inalterable con los cambios de temperatura y humedad, conserva su eficacia por mucho tiempo.

Historias que han pasado de boca en boca por varias generaciones y que han perdurado en el tiempo. Hoy nos aportan un pedacito de nuestra identidad como argentinos.

Mabel Alicia Crego - Maestra de Sección
Docente JIC 4 d.e. 6º

Fuentes:

”Buenos Aires nos Cuenta” Nº 15 - Nuestra Plaza de Mayo
“Buenos Aires” de Manuel Bilbao


http://www.barriada.com.ar

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