domingo, 5 de abril de 2009

Adelina, la princesa distante



Si los nombres con que son bautizadas las estaciones ferroviarias suelen ser caprichosos, el de Villa Adelina, además, está envuelto en una curiosa leyenda. Adelina Drysdale –nieta de Duncan Mackay Munro, administrador del Ferrocarril Central Córdoba- nació en Buenos aires el 16 de septiembre de 1896.
Dado que por aquellos años se construía la extensión de esa línea en la franja paralela al fondo de la Legua, el personal de la empresa quiso alegrar a su Administrador bautizando la nueva Terminal de cargas con el nombre de una nietita que lo desvelaba. Pasaron los años y aquella nieta de Munro, ya moza, se enamoró del príncipe y aviador italiano Mario Colonna, quien pronto la trasplantó al Viejo Mundo, le dio nueva ciudadanía, y llegó a introducirse en la nobleza romana. Adelina, por su parte le dio al príncipe cinco hijos y participó con él, como el ferviente militante, del ascenso del fascismo. Al fin de la guerra –viuda de Colonna luego de un fatal accidente de aviación-, se recluyó con sus hijos y nietos en una villa italiana, muy diferente, por cierto, de la que llevaba su nombre en la lejana República Argentina.
El abuelo Duncan alegró sus últimos años con María Inés, nieta nacida del casamiento de su hijo menor. Claro que ya no quedaba, en el Central Córdoba, una estación de trenes por bautizar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario