jueves, 19 de febrero de 2009

El Tranvía - 1º parte

.
Yo era feliz.
Sabía que esa era mi única obligación.
La sola razón de mi existencia era servir a los hombres.
Y me reconfortaba ser conciente de esa responsabilidad.
Mi alma crecía y maduraba rodando y rodando sin descanso.
Y un laberinto de calles pobladas o solitarias
me vieron pasar alegre, prepotente.
Haciendo rechinar mis ruedas poderosas
y escupiendo una lluvia de chispas
de colores del troley cimbreante.
Mi marcha ruidosa y compadrona
fue acercando el arrabal al centro,
hasta casi fundirlos.

Así fue como ese chispazo inicial puso en movimiento algo mezcla de institución y personaje: el tranvía porteño, el clásico, el mitológico. Mis antecesores inmediatos, los amarillos de la Anglo Argentina. Los verdes de Lacroze y otros, rodaron incansablemente de la Boca o Barracas a Villa del Parque, del Centro a Soldati o Mataderos. Uniendo barrios, poblando las orillas, hundiéndose en la Provincia. Iniciando un reinado que duraría casi setenta años.

En poco tiempo la madeja de negros cables se transformó en una gigantesca telaraña que abarcaba la ciudad entera. Era el auge del tranvía eléctrico. La gente me mimaba, los endebles automóviles me temían y el subterráneo reconocía mi liderazgo de hermano mayor. Los letreros luminosos de Corrientes ancha y Lavalle saludaban respetuosamente mi paso, como el de un gladiador, guardián celoso de la identidad porteña.

Angel Pizzorno

tango@centrocultural.coop

http://www.centrocultural.coop

No hay comentarios.:

Publicar un comentario