La historia es la única rama del conocimiento que nos puede decir qué fuimos en el pasado, qué somos en el presente y qué seremos en el futuro.
martes, 5 de diciembre de 2023
MARIO FIRMENICH PROGRAMA ESPECIAL CANAL 9
lunes, 4 de diciembre de 2023
Cadena nacional: Videla y su ministros juran sus cargos en la Casa Rosada
jueves, 30 de noviembre de 2023
lunes, 27 de noviembre de 2023
Batalla de Arroyo Grande
El mismo día en que el
gobernador federal de Catamarca, Cnel. Juan Eusebio Balboa había sido depuesto
por José Cubas, uno de los jefes de la coalición del Norte, Lavalle era
derrotado en Famaillá por Oribe, cinco días antes de que lo fuera Lamadrid en
Rodeo del Medio por Pacheco. Vencido Lavalle, las horas del gobierno
impuesto por Lamadrid en Catamarca estaban contadas.
Inmediatamente el coronel
Mariano Maza se dirige a Catamarca, y estando en camino a ella se entera de la
muerte de Lavalle ocurrida en casa de Zenarruza (1) en Jujuy; al informar de
ello a Rosas se advierte la euforia por el hecho, que además aseguraba el fin
de esa guerra. El enemigo más temido, Juan Lavalle, el héroe
legendario de la Independencia Sudamericana pero extraviado de nuestras guerras
civiles, había caído para siempre. Quedaba en Catamarca José Cubas y
sus partidarios, comprometidos con la coalición y por lo tanto acusados de
traición por su alianza con Francia, y Maza debía, por segunda vez, marchar
allí para sofocarla. “Habrá violín y violón”, anunció, y los hubo.
Ya en ocasión de la
primera campaña de Catamarca, con fecha abril 23 de 1841, había escrito a
Oribe: “Cuando recibí su muy apreciable y me enteré de la maldad y perfidia de
los salvajes, mandé fusilar al salvaje Luis Manterola y tres prisioneros más de
los del salvaje Córdoba y desde hoy en adelante no daré cuartel a ningún
salvaje, este es el premio que deben recibir”. (2)
Batalla de Catamarca
Maza, al frente del
Batallón “Libertad”, intimó la rendición a Cubas, que se había parapetado con
seiscientos hombres, y como éste le rechazara, tomó por asalto la ciudad en lo
que se conoce como la Batalla de Catamarca, el 29 de octubre de
1841. Cubas, capturado cinco días después, fue pasado por las armas
al igual que muchos de sus compañeros.
El coronel Mariano Maza
escribió frases apasionadas e irreparables respecto de su acción en la campaña,
que lógicamente andando el tiempo se volvieron contra él. Esos
escritos, sin embargo, no son como los de Juan Cruz Varela y Salvador María del
Carril, asesinos intelectuales de Dorrego, ya que éstos, al incitar a Lavalle,
tomaban la precaución uno, de dejar sin firma su carta y el otro, de pedirle
que la rompiera, lo cual demuestra que tenían conciencia de su instigación al
crimen hecha con frialdad, premeditación y alejados del lugar del peligro.
Maza estaba en medio de
la lucha arriesgando su vida, y si bien no lo justificamos, creemos en cambio
que debe ser medido con la misma vara que se empleó para otros del “partido de
la civilización”, y sobre todo, sostenemos que no puede ser sacado de su época
y de las circunstancias históricas que le tocó vivir. Coincidimos
con Magariños de Mello cuando dice al respecto: “En realidad fue hombre de mano
dura, que hizo sin vacilaciones la guerra a sangre y fuego que impusieron los
unitarios”. (3)
Maza, que no era
historiador como Mitre, ha sido juzgado tal vez más por lo que escribió que por
lo que realmente hizo. Mitre en ese sentido fue muy cuidadoso y no
cometió esa imprudencia, pese a que su acción y responsabilidad en la masacre
de Villamayor o a través de Arredondo, Sandes, Iseas, Venancio Flores, Ribas y
Paunero fue tan dura como la que realizó Maza en Catamarca, y además
reiterada. No nos extenderemos en otros ejemplos para no salirnos
del tema, pero fueron sin duda muchos y reiterados los casos en el siglo XIX.
La Coalición del
Norte había sido vencida, y de Catamarca Maza marchó a incorporarse al Ejército
federal que se encontraba en Tucumán, desde donde en marzo de 1842 continuó
viaje a Buenos Aires, pasando por Santa Fe que había sido ya recuperada para la
causa federal.
En Buenos Aires fue
designado por Rosas en el mando interino de la escuadra por ausencia del
almirante Guillermo Brown, con el título de “Comandante en Jefe de las Fuerzas
Marítimas en Operaciones sobre las de los salvajes unitarios de Montevideo”.
En esa condición condujo
una operación naval sobre Montevideo, pero sin poder batir a los buques de
Rivera, que eludieron el combate a favor de la poca profundidad del río donde
se estacionaron y se cubrieron detrás de buques con banderas de países
neutrales.
Al término de estas
operaciones entrega nuevamente el mando al almirante Brown, vencedor en “Costa
Brava” de la escuadra comandada por Giuseppe Garibaldi, hecho de armas
silenciado por ciertos historiógrafos liberales del almirante, a quien dan por
muerto, históricamente, en la guerra con el Brasil, no obstante la importancia
de sus servicios durante el gobierno de Rosas.
En octubre de 1842 Maza
vuelve a embarcar con destino a Entre Ríos, a fin de reforzar el Ejército
Federal, y participará en la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de ese
año, al frente del Batallón Libertad.
Acciones preliminares de
la batalla de Arroyo Grande
La prudencia y las
nociones más elementales de estrategia le aconsejaban a Fructuoso Rivera
conservar su línea del Uruguay, que era el punto de mira de su enemigo para
invadir el territorio oriental; en vez de avanzar sobre Entre Ríos para
comprometer en una batalla decisiva todas sus fuerzas cuya mayor parte se le
incorporaban recién, formando con las que trajo consigo una masa
indisciplinada, sin cohesión ni unidad, que es lo que constituye el verdadero
poder de un ejército. (5) De su parte Oribe se movió de su campo de
las Conchillas y el 5 de diciembre se situó a poco más de dos leguas de las
puntas del Arroyo Grande. Al sur de este punto se encontraba Rivera
cuando fuerzas de su vanguardia, al mando del coronel Baez, le dieron parte de
la proximidad del enemigo.
Aunque esto debió
sorprenderle demasiado, Rivera se preparó a la batalla, corriéndose a su
derecha y apoyando la cabeza de esta ala sobre el mismo Arroyo
Grande. Constaba su línea de 8.000 soldados, 2.000 de infantería,
5.500 de caballería y 16 cañones, así colocados: derecha, las divisiones
orientales y algunos correntinos al mando de los generales Aguiar y
Avalos; centro, la artillería, y brigadas de infantería a ambos flancos,
al mando de los coroneles Chilavert, Lavandera y Blanco; izquierda, la
caballería correntina, santafecina y entrerriana al mando de los generales
Ramírez, López y Galván. El ejército de Oribe, fuerte de 8.500
hombres, se corrió sobre su izquierda, ocultando este movimiento con las
maniobras de la caballería de vanguardia, y quedó formado así: derecha,
divisiones de caballería al mando de los coroneles Granada, Bustos, García,
González (Bernardo), Bárcena y Galarza, y una columna flanqueadora mandada por
el general Ignacio Oribe, todo a las órdenes del general Urquiza; centro,
brigada de artillería al mando de los mayores Carbone y Castro; los batallones
con su dotación de artillería mandados por los coroneles Costa, Maza, Rincón
Domínguez y Ramos, y todo a las órdenes del general Pacheco; izquierda,
división de caballería al mando de los coroneles Laprida y Losa, comandantes
Lamela, Arias, Castro, Albornoz y Frías, bajo las órdenes del coronel José
María Flores. Una columna flanqueadora a cargo del general Servando
Gómez. Además tres reservas mandadas por los coroneles Urdinarrain,
Olivera y Arredondo.
Inicio de la batalla
La batalla de Arroyo
Grande se inició de ambas partes en las primeras horas de la mañana del 6 de
diciembre. El ejército aliado de Rivera, de Ferré y de López luchó
desesperadamente; pero los regimientos y batallones federales, guiados por
jefes que habían acreditado su pericia y su valor en la campaña de los Andes,
del Brasil y del Desierto, consiguieron con sacrificio ventajas importantes de
las que Oribe supo aprovechar. La carga de las caballerías de Rivera
fue bien sostenida al principio; que algunos escuadrones de la izquierda
federal se desorganizaron, envolviendo consigo otras fuerzas. Pero
Oribe lanzó sus reservas sobre los extremos izquierdo y derecho de Rivera; y
toda esa enorme masa de caballería que se confundió en sangriento torbellino,
quedó reducida después de media hora a la que formaba las filas clareadas de
los vencedores. Las dos alas del ejército de Rivera quedaron fuera
de combate, dispersas o aniquiladas. Después de hacer jugar
convenientemente su artillería, Oribe mandó al centro cargar a la
bayoneta. Fue la artillería de Chilavert y las infanterías de
Lavandera y Blanco las que sostuvieron este último ataque, hasta caer en poder
del ejército federal, juntamente con el parque, bagajes y caballadas de los
aliados. En cuanto a Rivera huyó del campo de batalla arrojando su
chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, todo lo cual se ha conservado hasta
hace poco en el museo de Buenos Aires (6)
Cuatro mil hombres que
lanzó Oribe en todas direcciones acuchillaron los restos de las caballerías
aliadas. Todo se perdió en ese día memorable, dice uno de los
principales jefes orientales de la subsiguiente defensa de Montevideo, sin que
se pudiera decir lo que Francisco I escribía a su madre después de la batalla
de Pavía: “Todo se ha perdido menos el honor”. Allí el monarca
cayendo prisionero había acreditado que si la fortuna no favoreció sus armas,
el valor había hecho su oficio. Aquí el general, temiendo más el
riesgo de su vida que la tremenda responsabilidad de la de los soldados puestos
a su cargo, se separó de su ejército cuando estaba todavía indecisa la
victoria, dejando en el campo de batalla masas enteras que con menos cobardía,
alguna serenidad y algunas ideas estratégicas, hubieran podido salvar o
impedir, cuando menos, que fuesen impunemente acuchilladas (7)
Todo lo perdió Rivera en
ese día, desbaratando por sus propias manos los cuantiosos recursos que
arrebató de las manos expertas del general Paz cuando, torpemente celoso de la
superioridad de éste, lo vio protestar en nombre del patriotismo argentino,
contra su dorado sueño de anexar al Estado del Uruguay las provincias de Entre
Ríos, Corrientes y el Paraguay. En los campos del Arroyo Grande,
regado con abundante sangre de vencedores y vencidos, quedó sepultada esa
dañina aspiración de Rivera; por más que la persiguieran todavía hasta el año
1846 algunos argentinos extraviados en consorcio con la diplomacia británica y
brasilera.
Consecuencias
La batalla de Arroyo
Grande constituye un hecho de trascendental importancia en la vida de nuestra
Patria, y sólo es explicable su desconocimiento u olvido por el sectarismo que
ha caracterizado a la historiografía oficial de la Argentina.
En Arroyo Grande se jugó
la integridad del territorio nacional, y una derrota hubiera significado la
pérdida de Entre Ríos y Corrientes, pues el designio de Fructuoso Rivera y de
algunos argentinos era que el río Paraná fuera el límite internacional,
anexando la Mesopotamia Argentina al Estado Oriental. Los
directoriales de Buenos Aires, origen del partido unitario, habían hecho este
ofrecimiento a Artigas hacía más de veinte años, y el caudillo federal lo había
rechazado, consecuente con su ideal de la patria grande. Así los
unitarios, por su parte, también eran consecuentes con sus propios
antecedentes.
Referencias
(1) Por error se dice
Zenavilla, repitiendo al Gral Oribe que, tal vez influido por la existencia de
ese apellido en el Uruguay así lo consignó equivocadamente en lugar de
Zenarruza, familia tradicional de Jujuy.
(2) Citado por Magariños
de Mello en “El gobierno del Cerrito”, Tomo II, página 1030-31.
(3) Misma obra, Tomo II,
página 1030.
(4) Citado por Vicente D.
Sierra en “Historia de la Argentina”, Tomo IX, página 123.
(5) ”Rivera no conocía
esas tropas porque jamás las había visto, ni a los jefes que las mandaban,
-dice el general riverista César Díaz, refiriéndose a las fuerzas
correntinas y santafecinas que se incorporaron días antes de la batalla de
Arroyo Grande- ignoraba su importancia respectiva y no podía por consiguiente
darles una aplicación oportuna en las horas solemnes del combate. Necesitaba
haberse tomado algún tiempo, algunos días al menos, para inspeccionarlas,
conocer su espíritu, habituarlas a su mando y uniformarlas al régimen de los
demás cuerpos; establecer en suma la confianza mutua que debe existir entre el general
y el ejército, sin la cual es muy difícil vencer; y en una palabra, hacer todo
cuanto la estrategia prescribe y la responsabilidad del mando aconseja, antes
de decidirse a la operación más terrible y trascendental de cuantas se
conocen”. (Véase Memorias del general César Díaz, página 48).
(6)Parte de Oribe a Rosas
fechado en la costa del Uruguay y cartas correlativas de los generales Echagüe,
Pacheco y Urquiza, publicadas en La Gaceta Mercantil del 15 de diciembre de
1842 y 23 de marzo de 1843. (Véase Memorias del general César Díaz).
(7)El general César Díaz,
Memorias, página 50.
Fuente
Baldrich, Fernando Amadeo
de – El coronel Mariano Maza.
Efemérides – Patricios de
Vuelta de Obligado
Portal
www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo –
Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).
Todo es Historia – Nº 79
– Buenos Aires, Diciembre de 1973.
Se permite la
reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
martes, 21 de noviembre de 2023
Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos
En Asambleas
Constituyentes Argentinas, T. IV, p. 308
Teniendo por objeto
acercar el día de la reunión de un Congreso General que con arreglo a los
tratados existentes y al voto unánime de todos los pueblos de la República, ha
de sancionar la Constitución política que regularice las relaciones que deben
existir entre todos los pueblos argentinos como pertenecientes a una misma
familia, que establezca y defina los altos poderes nacionales y afiance el
orden y prosperidad interior y la respetabilidad exterior de la Nación.
Siendo necesario allanar
previamente las dificultades que pueden ofrecerse en la práctica para la
reunión del Congreso, proveer a los medios mas eficaces de mantener la
tranquilidad interior, la seguridad de la República y la representación de su
soberanía durante el periodo constituyente. Teniendo presente las necesidades y
los votos de los pueblos que nos han confiado su dirección, e invocando la
protección de Dios, fuente de toda razón y de toda justicia. Hemos acordado y
adoptado las resoluciones siguientes:
1. – Siendo una ley
fundamental de la República el tratado celebrado el 4 de enero de 1831 entre
las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, por haberse adherido a
él todas las demás provincias de la Confederación será religiosamente observado
en todas sus cláusulas, y para mayor firmeza y garantía queda facultado el
Excmo. Señor Encargado de las Relaciones Exteriores para ponerlo en ejecución
en todo el territorio de la República.
2. – Se declara que
estando, en la actualidad, todas las provincias de la República en plena
libertad y tranquilidad, ha llegado el caso previsto en el articulo 16 del
precitado tratado, de arreglar por medio de un Congreso General Federativo la
Administración General del país bajo el sistema federal, su comercio interior y
exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales, el
pago de la deuda de la República, consultando del mejor modo posible la
seguridad y engrandecimiento de la República su crédito interior y exterior y
la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias.
3. – Estando previsto en
el articulo 9 del tratado referido los arbitrios que deben mejorar la condición
del comercio interior y recíproco de las diversas provincias argentinas y
habiéndose notado por una larga experiencia los funestos efectos que produce el
sistema restrictivo seguido en algunas de ellas, queda establecido que los
artículos de producción o fabricación nacional o extranjera así como los
ganados de toda especie que pasen por el territorio de una provincia a otra
serán libres de los derechos llamados de tránsito, siéndolo también los
carruajes, buques o bestias en que se transportan y que ningún derecho podrá
imponérseles en adelante, cualquiera que sea su denominación, por el hecho de
transitar el territorio.
4. – Queda establecido
que el Congreso General Constituyente se instalará en todo el mes de agosto
próximo venidero; y para que esto pueda realizarse, se mandará hacer desde
luego, en las respectivas provincias, la elección de los diputados que deban
formarlo, siguiéndose en cada una de ellas las reglas establecidas por la ley
de elecciones para los diputados de las legislaturas provinciales.
5. – Siendo todas las
provincias iguales en derechos como miembros de la Nación, queda establecido
que el Congreso Constituyente se formará con dos diputados por cada provincia.
6. – El Congreso
sancionará la Constitución Nacional a mayoría de sufragios; y como para lograr
este objeto seria un obstáculo insuperable que los diputados trajeran
instrucciones especiales que restringieran sus poderes, queda convenido que la
elección se hará sin condición ni restricción alguna, fiando a la conciencia,
al saber y al patriotismo de los diputados, el sancionar con su voto lo que
creyeran más justo y conveniente, sujetándose a lo que la mayoría resuelva, sin
protestas ni reclamaciones.
7. – Es necesario que los
diputados estén penetrados de sentimientos puramente nacionales, para que las
preocupaciones de localidad no embaracen la gran obra que se emprende; que
estén persuadidos que el bien de los pueblos no se ha de conseguir por
exigencias encontradas y parciales, sino por la consolidación de un régimen
nacional, regular y justo; que estime la calidad de ciudadanos argentinos antes
que la de provincianos y para que esto se consiga los infrascritos usarán de
todos los medios para infundir y recomendar estos principios y emplearán toda
su influencia legitima a fin de que los ciudadanos elijan a los hombres de más
probidad y de un patriotismo mas puro e inteligente.
8. – Una vez elegidos los
diputados e incorporados al Congreso no podrán ser juzgados por sus opiniones
ni acusados por ningún motivo, ni autoridad alguna hasta que no esté sancionada
la Constitución. Sus personas serán inviolables durante este período. Pero
cualquiera de las provincias podrá retirar sus diputados cuando lo creyere
oportuno, debiendo, en este caso, sustituirlos inmediatamente.
9. – Queda a cargo del
Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, el proveer a los
gastos de viáticos y dietas de los diputados.
10. – El Encargado de las
Relaciones Exteriores de la Confederación instalará y abrirá las sesiones del
Congreso por si, o por su delegado en caso de imposibilidad; proveerá a la
seguridad y libertad de sus discusiones; librará los fondos que sean necesarios
para la organización de su despacho, y tomará todas aquellas medidas que
creyese oportunas para asegurar el respeto de la corporación y de sus miembros.
11. – La convocación del
Congreso se hará para la ciudad de Santa Fe, hasta que, reunido e instalado, él
mismo determine el lugar de su residencia.
12. – Sancionada la
constitución y las leyes orgánicas que fueren necesarias para ponerla en
práctica- será comunicada por el Presidente del Congreso al Encargado de las
Relaciones Exteriores de la Confederación y éste la promulgará inmediatamente
como Ley de la Nación, haciéndola cumplir y observar. En seguida será nombrado
el Presidente Constitucional de la República y el Congreso Constituyente
cerrará sus sesiones dejando a cargo del Ejecutivo poner en ejercicio las leyes
orgánicas que hubiese sancionado.
13. Siendo necesario dar
al orden interior de la República, a su paz y respetabilidad exterior todas las
garantías posibles, mientras se discute y sanciona la Constitución nacional,
los infrascritos emplearán por sí cuantos medios estén en la esfera de sus
atribuciones para mantener en sus respectivas provincias la paz pública y la
concordia entre los ciudadanos de todos los partidos, previniendo o sofocando
todo elemento de desorden o de discordia y propendiendo al olvido de los
errores pasados y estrechamiento de la amistad de los pueblos argentinos.
14. Si, lo que Dios no
permita, la paz interior de la República fuese perturbada por hostilidades
abiertas entre una u otra provincia, o por sublevaciones armadas dentro de la
misma provincia, queda autorizado el encargado de las Relaciones Exteriores
para emplear todas las medidas que su prudencia y acendrado patriotismo le
sugieran para restablecer la paz sosteniendo las autoridades legalmente
constituidas; para lo cual los demás gobernadores prestarán su cooperación y
ayuda en conformidad con el tratado del 4 de enero de 1831.
15. Siendo de la
atribución del Encargado de las Relaciones Exteriores representar la Soberanía
y conservar la indivisibilidad nacional, mantener la paz interior, asegurar las
fronteras durante el periodo constituyente, defender la República de cualquier
pretensión extranjera y velar sobre el exacto cumplimiento del presente
acuerdo, es una consecuencia de estas obligaciones el que sea investido de las
facultades y medios adecuados para cumplirlas. En su virtud queda acordado que
el Excmo. Señor General Don Justo José de Urquiza, en el carácter de general en
jefe de los ejércitos de la Confederación, tenga el mando efectivo de todas las
fuerzas militares que actualmente tiene en pié cada provincia, las cuales serán
consideradas desde ahora como partes integrantes del ejército nacional. El general
en jefe destinará estas fuerzas del modo que crea conveniente al servicio
nacional, y si, para llenar sus objetos, creyere necesario aumentarlas podrá
hacerlo pidiendo contingentes a cualquiera de las provincias: así como podrá
también disminuir-las si las juzgase excesivas en su número u organización.
16. Será de las
atribuciones del Encargado de las Relaciones Exteriores: reglamentar la
navegación de los ríos interiores de la República, de modo que se consulten los
intereses y seguridad del territorio y de las rentas fiscales; y lo será
igualmente la administración de correos, la creación y mejora de los caminos
públicos y de postas de bueyes para el transporte de mercaderías.
17. Conviniendo para la
mayor respetabilidad y acierto de los actos del Encargado de las Relaciones
Exteriores, en la dirección de los negocios nacionales, durante el período
constituyente, el que haya establecido cerca de su persona un Consejo de Estado
con el cual pueda consultar los casos que le parezcan graves, queda facultado
el Excmo. Señor para constituirlo, nombrando a los ciudadanos argentinos que
por su saber y prudencia pueden desempeñar dignamente su elevado cargo, sin
limitación de número.
18. Atendidas las
importantes atribuciones que por este convenio recibe el Excmo. Señor Encargado
de las Relaciones Exteriores, se resuelve que su titulo sea de Director
Provisorio de la República Argentina.
19. Para sufragar los
gastos que demande la administración de los negocios nacionales declarados en
este Acuerdo, las provincias concurrirán proporcionalmente con el producto de
sus aduanas exteriores hasta la instalación de las autoridades
constitucionales, a quienes exclusivamente competerá el establecimiento
permanente de los impuestos nacionales.
Artículo adicional. Los
gobiernos y provincias que no hayan concurrido al Acuerdo celebrado en esta
fecha, o que no hayan sido representadas en él; serán invitados a adherir por
el director provisorio de la Confederación Argentina, haciéndoles a este
respecto las exigencias a que dan derecho el interés y los pactos nacionales.
Dado en San Nicolás de
los Arroyos a los treinta y un días del mes de mayo del año mil ochocientos
cincuenta y dos.
Justo J. de
Urquiza, por las provincias de Entre Ríos y Catamarca – Vicente López
– Benjamín Virasoro – Pablo Lucera – Nazario Benavides – Celedonio Gutiérrez –
Pedro P. Segura – Manuel Taboada – Manuel Vicente Bustos – Domingo Crespo.
31 de Mayo de 1852
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
lunes, 30 de octubre de 2023
Entrevista a Madres y Abuelas en Plaza de Mayo 1º de junio de 1978
domingo, 29 de octubre de 2023
Plaza e Iglesia de Nuestra Señora del Pilar
La Plaza 12 de Octubre y
la antigua capilla fueron el histórico escenario de la firma del Tratado del
Pilar el 23 de febrero de 1820, luego de la derrota de las tropas unitarias
comandadas por el director supremo José Rondeau en la Batalla de Cepeda,
ocurrida el 1 de febrero del mismo año en el contexto de las guerras civiles,
dando inicio a la Anarquía del año XX. Fue firmado por Manuel de Sarratea,
gobernador provisorio de Buenos Aires, y los caudillos de la Liga Federal:
Estanislao López por Santa Fe y Francisco Ramírez por Entre Ríos.
Es uno de los pactos
preexistentes incorporados a la Constitución Nacional de 1853, cuya principal
conquista fue la proclamación del sistema federal de gobierno como base de la
unidad nacional, anulando el Congreso de Tucumán que sesionando en Buenos Aires
había declarando la Constitución Argentina de 1819, de tendencia unitaria,
principal motivo de la guerra desatada entre Buenos Aires y el interior.
La plaza presenta hoy en
día un aspecto muy diferente al que lucía durante aquellos sucesos históricos,
exhibiendo un típico trazado de parterres con senderos meridianos y diagonales
que confluyen hacia una rotonda central. Las obras de la iglesia, que se
iniciaron en 1821, estuvieron a cargo, sucesivamente, de los arquitectos José
Vila y Roque Petrocchi, siendo bendecida recién en diciembre de 1856. Contaba
con una sencilla imagen y una única torre con un exótico cupulín acebollado.
La fisonomía definitiva
se debe al arquitecto salesiano Ernesto Vespignani, quien en 1921, con motivo
del centenario del templo, realizó grandes reformas alterando el frontis
mediante un tratamiento mixtilíneo, “barroquizando” la decoración y dando fin a
la torre derecha, que permanecía inconclusa. El extenso lapso de las reformas
–que culminaron en 1950– y la antigüedad del templo –uno de los más viejos en
tierra bonaerense– explicarían un estilo con cierto aire afín al gusto
neocolonial, una rareza dentro de la obra del arquitecto. De planta en crucero,
el interior de la iglesia presenta una gran nave central abovedada con
pilastras apareadas y capillas laterales, destacándose la factura y policromía
del altar principal.
Textos y fotos: Sergio
López Martínez.
Ubicación
Provincia: Buenos
Aires
Ciudad: Pilar
Dirección: Lorenzo López, San Martín, Rivadavia e Hipólito Yrigoyen
Declaratoria: Iglesia
de Nuestra Señora del Pilar Ley N° 24.412
Plaza del Pilar Decreto N° 120.411/1942
Categoría: Plaza del Pilar (Lugar Histórico Nacional) - Iglesia de Nuestra
Señora del Pilar (Monumento Histórico Nacional)
https://www.argentina.gob.ar/capital-humano/cultura/monumentos/plaza-e-iglesia-de-nuestra-senora-del-pilar
jueves, 5 de octubre de 2023
Alfonsín y Sourrouille presentan el Plan Austral - Parte 2
martes, 3 de octubre de 2023
Alfonsín y Sourrouille presentan el Plan Austral - Parte 1
lunes, 2 de octubre de 2023
martes, 5 de septiembre de 2023
Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 4
BURGIN, MIRON: Aspectos económicos del federalismo argentino, cuarta edición, Buenos Aires, Solar, 1987.
BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982. COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas histórico militar argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970.
DE PAOLI, PEDRO: Facundo, tercera edición, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974.
DE PAOLI, PEDRO: Sarmiento y la usurpación del Estrecho de Magallanes, Buenos Aires, Theoría, 1968.
EZCURRA MEDRANO. ALBERTO: Doce gobernadores víctimas del terror celeste, en: Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, Comisión de Organización Operativa del Instituto Juan Manuel de Rosas, Año I, segunda época, Nº2, agosto – septiembre, 1969.
EZCURRA MEDRANO, ALBERTO: La otras tablas de sangre, Buenos Aires, Haz, 1952.
FONT EZCURRA, RICARDO: La unidad nacional, Buenos Aires, La Mazorca, 1944.
GALVEZ, MANUEL: Vida de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, heliasta, 1991.
IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV.
LUQUI LAGLEYZE, JULIO: El ejército de la Confederación Argentina durante el gobierno de don Juan Manuel de Rosas. En: Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 54, enero – marzo, 1999.
LYNCH, JOHN: Juan Manuel de Rosas, tercera edición, Buenos Aires, 1985.
PAZ, JOSÉ MARÍA: Memorias Póstumas del General José María Paz, tercera edición, Buenos Aires, Imprenta La Discusión, 1892.
ROSA, JOSÉ MARÍA: Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1965.
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SALDÍAS, ADOLFO: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.
SCENNA, MIGUEL ANGEL: Los que escribieron nuestra Historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976.
SIERRA, VICENTE: Historia de la Argentina 1840 – 1852, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert, Buenos Aires, La Bastilla, 1974.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Los asesinos de Florencio Varela, Buenos Aires, Moharra, 1971.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Obligado. La batalla de la soberanía, Buenos Aires, Moharra, 1970.
ZINNY, ANTONIO: Historia de los gobernadores de las provincias argentinas, Buenos Aires, Hyspamérica, 1987. Cuatro tomos.
[1]Se considera al 4 de enero de 1831 como el momento del nacimiento de la Confederación Argentina. Ese día las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe – luego se incorporó Corrientes -, firmaron el Pacto Federal. A medida que las provincias que formaban la Liga Unitaria encabezada por el general José María Paz eran vencidas se incorporaban al Pacto Federal.Para fines de 1831 todas las provincias que entonces formaban las Provincias Unidas del Río de la Plata se habían incorporado.
[2] La Comisión Argentina fue un organismo formado por los unitarios exiliados en el exterior durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Fue la responsable de la organización de las coaliciones internas y externas contra la Confederación que pusieron en peligro nuestra integridad territorial. Su principal centro de acción fue Montevideo, pero también actuaba desde Chile y Bolivia, siendo en gran medida responsable de las agresiones de Perú y Bolivia, Francia y Gran Bretaña sobre nuestro país (ver DeySeg Nº 26 y 27). Sus principales representantes fueron, entre otros, Florencio y Juan Cruz Varela, José Rivera Indarte, Julián Segundo Agüero, Salvador María del Carril y Domingo Faustino Sarmiento. Sus actuaciones a favor de las intervenciones extranjeras han sido investigadas por numerosos historiadores, en especial en: FONT EZCURRA, RICARDO: La unidad nacional, Buenos Aires, La Mazorca, 1944; por UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Los asesinos de Florencio Varela, Buenos Aires, Moharra, 1971. También por DE PAOLI, PEDRO: Sarmiento y la usurpación del Estrecho de Magallanes, Buenos Aires, Theoría, 1968.
[3]SALDÍAS, ADOLFO: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951. T. II, pp. 611 – 612. Saldías reproduce íntegramente esta carta de Vidal al Sr. Mandeville.
[4] SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., pp. 612 – 613.
[5] Este tipo de “mediaciones” traen a mi mente el recuerdo de la mediación norteamericana del Sr. Haig durante la guerra de las Malvinas.
[6] IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, Bogotá, Los Andes, 1975, T IV, p. 189. Reproduce íntegramente la nota enviada el 6 de octubre de 1842 por Manuel Moreno – hermano del conocido Mariano Moreno – a Felipe Arana.
[7] Generaron incluso varios atentados contra la vida de la propia reina Victoria.
[8]SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., p. 400.
[9] En las notas publicadas en DeySeg Nº 26 y Nº 27 he citado a este importantísimo autor. Adolfo Saldías fue uno de los primeros historiadores en refutar la “leyenda negra” que aún persiste en torno a la figura de Juan Manuel de Rosas por medio de varias obras, pero en especial de la Historia de la Confederación Argentina aparecida por primera vez en 1881 (su primer tomo) bajo el nombre de Historia de Rozas. Pertenecía a una familia unitaria, pero ello no le impidió la búsqueda de verdad en torno a esta etapa tan cuestionada de nuestra Historia. Saldías trabajó con ocho baúles de documentación que Rosas llevó consigo al exilio en 1852. Durante diez años habló con protagonistas de los hechos que historió, consultó archivos de documentación en , Gran Bretaña – en especial en el Foreign Office – y en Francia, contrastó testimonios y documentos y produjo una de las obras más importantes de del período. A pesar del rechazo de sus contemporáneos liberales y de ser marginado a causa de esta obra, Saldías defendió la verdad histórica y lanzó un movimiento que rescató del olvido y la injusticia a Juan Manuel de Rosas y los caudillos federales. Su contribución ha sido decisiva en nuestra historiografía. La Historia de reeditada infinidad de veces, junto con la Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia de Julio Irazusta constituyen – a mi entender – dos de las obras más importantes y mejor documentadas para entender el período 1820 – 1852. Quien se interese en saber sobre las principales obras e historiadores existentes en nuestro país recomiendo la lectura de SCENNA, MIGUEL ANGEL: Los que escribieron nuestra Historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976.
[10] SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., pp. 401 – 402.
[11] Ha sido uno de los principales historiadores el revisionismo. Su producción historiográfica y política es impresionante. Sobre la Confederación escribió numerosas obras, destacándose en especial la Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia Bogotá, Editorial Andes, 1975. Son en total ocho tomos documentados en forma impecable, siendo una de las mejores obras de Historia Argentina. Sobre esta autor también puede consultarse el trabajo de SCENNA, MIGUEL ANGEL. Op. cit., pp. 246 – 251.
[12]GALVEZ, MANUEL: Vida de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Heliasta, 1991, p. 440. También en esta obra Gálvez hace una interesante descripción sobre la organización del ejército de Rosas, pp. 440 – 442. Sobre el tema del trato a los caballos también es interesantísima la obra escrita por el propio Rosas sobre los cuidados a tener con ellos en las estancias. Ver ROSAS, JUAN MANUEL DE: Instrucciones a los mayordomos de estancias, Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.
[13]Veterano de las guerras por la independencia y contra el Brasil. Alcanzaría su momento de mayor gloria durante las operaciones contra la escuadra anglo – francesa en la guerra en el Paraná años después.
[14] IRAZUSTA, JULIO. Op. cit., p. 176.
[15] IRAZUSTA, JULIO. Op. cit., p. 221.
[16] Las cifras varían de acuerdo a los historiadores, aunque las diferencias son mínimas. El Atlas del Colegio Militar habla de 9.000 hombres en total para el ejército de Oribe. Saldías por su parte habla de 8.500. No hay diferencias en cuanto al número de piezas de artillería ni tampoco en la composición de las fuerzas riveristas.
[17]Era un gran amigo de Rivera, lo que no le impedía tener con él fuertes discrepancias. Durante el bloqueo anglo – francés pediría la baja del ejército unitario y se incorporaría al federal deseoso de luchar contra los invasores. La batalla de Caseros y su posterior fusilamiento mostrarían su valor y patriotismo en toda su magnitud, como ya lo había demostrado en la guerra contra el Imperio. Quien desee conocer los detalles sobre su vida recomiendo la lectura de la obra de UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert, Buenos Aires, La Bastilla, 1974.
[18] Ya comenzaba a destacarse por su participación en las luchas en el litoral quien después derrocaría a Rosas en Caseros en alianza con el Brasil y los unitarios.
[19] Interesantísimos datos sobre al organización del ejército en la época de Rosas aparecen en el excelente trabajo de: LUQUI LAGLEYZE, JULIO: El ejército de la Confederación Argentina durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. En: Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 54, enero – marzo, 1999, pp. 35 – 50.
[20] SIERRA, VICENTE. D: Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978, T IV, p. 124.
[21]UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Obligado. La batalla de la soberanía, Buenos Aires, Moharra, 1970, p. 62.
[22] En la obra citada de Uzal este a su vez cita a Vicente Fidel López - historiador liberal que fue compañero de estudios de Rivera Indarte – diciendo: “Este Rivera Indarte – un canalla, cobarde, ratero, bajo husmeante y humilde en apariencia como un ratón cuya cueva nadie conocía, tenía mucho talento y un alma de lo más vil que pueda imaginarse”. UZAL, FRACISCO. Op. cit., p. 57. Rivera Indarte había pertenecido a la Sociedad Popular Restauradora, incluso compuso un himno a Rosas, pero fue puesto en la cárcel por el robo reiterado de libros y de una corona de una imagen de la Virgen de la Merced. Por estas razones fue mandado prender por Rosas pero logró escapar a Montevideo desde donde se unió a los exiliados y pasó a militar en las filas antirrosistas.
[23]También aquí se encuentra el origen de la leyenda sobre la posible influencia de Rosas en el asesinato de Quiroga. Este mito ha sido refutado contundentemente tanto por Saldías como por DE PAOLI, PEDRO: Facundo, tercera edición, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974.
[24] Es muy conocida la discusión sobre la dureza de Rosas contra sus enemigos internos. Diversos autores han tratado el tema. Tanto los autores revisionistas como Galvez, Sierra e Irazusta como los liberales como Vicente Fidel López se han ocupado de la cuestión. Lynch recoge en su obra la muchos de los testimonios de los historiadores contrarios a Rosas. Ver: LYNCH, JOHN: Juan Manuel de Rosas, tercera edición, Buenos Aires, Emecé, 1985. Poco nombrados son los crímenes del partido unitario. Para esto último recomiendo la lectura de: EZCURRA MEDRANO, ALBERTO: La otras tablas de sangre, Buenos Aires, Haz, 1952 y EZCURRA MEDRANO. ALBERTO: Doce gobernadores víctimas del terror celeste, en: Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, Comisión de Organización Operativa del Instituto Juan Manuel de Rosas, Año I, segunda época, Nº2, agosto – septiembre, 1969, pp. 6 y 10.
La conocida obra política de Domingo Faustino Sarmiento, el Facundo. Civilización o barbarie cumplió el mismo propósito que la obra de Rivera Indarte, generar la idea a los interventores y la opinión pública internacional de que la agresión estaría justificada por ser la lucha contra un dictador sanguinario.
https://deyseg.com/history/207
lunes, 4 de septiembre de 2023
Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 3
“En los fastos de la argentinidad, que constituyen un detalle de la lucha de los hombres de Hispanoamérica para afirmar su razón de ser como pueblos libres y soberanos, hay una deuda de honor con Arroyo Grande y con Manuel Oribe. La ira y el encono de partido no pueden seguir ocultando la verdad de la Historia”.[20]
3. Las consecuencias de la batalla
La destrucción del ejército riverista sumió en el temor a los unitarios exiliados en Montevideo pues sabían que el próximo paso de Oribe sería el sitio sobre la ciudad, y así ocurrió. A fines de diciembre el ejército federal cruzó el río Uruguay y se dividió en dos columnas. Una pasó a operar en la zona de la campaña para anular a las fuerzas riveristas remanentes. La otra, bajo el mando directo de Oribe, avanzó sobre Montevideo.
El 3 de enero de 1843 la escuadra de la Confederación comandada por el Almirante Guillermo Brown zarpó de Buenos Aires para comenzar un nuevo bloqueo sobre la capital oriental. 26 días después 2.500 argentinos enviados por Rosas desembarcaron en Colonia y se sumaron a las fuerzas de Oribe. Para el 16 de febrero el ejército federal se encontraba frente a Montevideo.
El bloqueo naval de G. Brown se vio interrumpido por la intervención de las naves inglesas comandadas por el comodoro Brett Purvis que se opusieron a las naves nacionales. Las acciones de Purvis motivaron una serie de incidentes diplomáticos que hicieron que el bloqueo naval recién pudiera restablecerse a mediados de junio. Mientras esto ocurría los unitarios intentaron sacar partida de la situación enviando a Florencio Varela a Londres con el fin de que el Foreign Office apoyara las acciones de Purvis. Nuevamente se intentó tentar a los ingleses para que apoyaran al gobierno de Montevideo de forma más contundente, a cambio de entregarles la Mesopotamia. Tres años después el propio F. Varela escribía en el periódico El Comercio del Plata:
“Nada importa que sean provincias [se refiere a Entre Ríos y Corrientes] un Estado independiente (...). Quisiéramos que la cuestión que empieza a ocupar los espíritus, de si convendría o no la separación de las dos provincias entrerrianas, no produjese embarazos ni tropiezos; nosotros no apoyamos ni combatimos la idea; si hubiera conformidad de pareceres, nada tendríamos que objetar” [21].
Varela llevó también un incentivo más para justificar la intervención. Muchos de los conflictos bélicos han sido y son por motivos económicos, pero en general se busca una excusa – lo que los romanos llamaban casus belli - que justifique las agresiones. Es decir una forma que sea más diplomática y potable frente a la opinión pública nacional e internacional. Por ello Varela llevó consigo las famosas Tablas de Sangre elaboradas por José Rivera Indarte[22]. Se trata de una “obra” realizada a pedido del comerciante inglés Samuel Lafone, quien tenía la concesión de la aduana de Montevideo. Lafone pagó a Rivera Indarte un penique por cada cadáver que le “cargara” a Rosas. Indarte sumó entonces todos los muertos habidos durante el proceso de guerras civiles desde 1829 hasta 1843 y le adjudicó su responsabilidad a Rosas, incluyendo los asesinatos de Manuel Dorrego y Facundo Quiroga[23]. No hace falta agregar que el libelo carece de toda seriedad histórica, pero es cierto que los enemigos de Rosas, su proyecto y del federalismo lo han utilizado como base para la “leyenda negra” en torno a su persona y a los caudillos. Hoy en día es claro que el fin de las Tablas de Sangre [24] era dar una excusa para la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación con fines netamente económicos y anexionistas. La propuesta fue inicialmente rechazada pero dos años después, con un gabinete más belicoso en Londres, las gestiones de Varela y el libelo de Rivera Indarte darían sus frutos.
El sitio avanzaba en forma sumamente lenta, en gran parte gracias a que ingleses y franceses abastecían la ciudad con armas, pertrechos y víveres por medio de sus naves. En la zona de la campaña se produjeron numerosos combates, favorables a uno u otro bando. Lo cierto es que Rivera pudo volver a poner en pie una fuerza respetable, pero el 24 de enero de 1844 al frente de 3.000 hombres fue derrotado por Justo José de Urquiza en la batalla de Arroyo Sauce. El 24 de abril las fuerzas del general José María Paz fracasaron en su intento de romper el sitio de Montevideo, pese al apoyo francés, siendo derrotadas en Arroyo Pantanoso.
La escuadra dirigida por el Almirante Guillermo Brown fue apresada por la anglo– francesa sin previa declaración de guerra. Las naves de los interventores desembarcaron tropas en Montevideo para reforzar las defensas y tras una serie de amenazas bloquearon Buenos Aires.
domingo, 3 de septiembre de 2023
Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 2
Mientras tanto Manuel Oribe penetraba en Entre Ríos y Fructuoso Rivera, sintiéndose fuerte, abandonaba la Banda Oriental y cruzaba el río Uruguay para enfrentarlo. ¿Por qué, pese a la derrota de Costa Brava, Rivera invadió Entre Ríos? En primer lugar la acción, cada vez más firme, de Francia y Gran Bretaña lo animó a buscar una batalla que realzara su decaído prestigio y animara aún más a las potencias a comprometerse en una agresión. En segundo lugar la invasión de Rivera se debió a la genialidad de Rosas que en este episodio ocurrido con el representante inglés, el Sr. Mandeville, muestra toda su astucia. Rosas sabia claramente que las intenciones de los mediadores lejos estaban de buscar la paz sino que su interés radicaba en la modificación del sistema económico de la Confederación y en mantener al Uruguay como la “Suiza del Río de la Plata”, es decir como un centro económico, comercial y financiero dócil a sus intereses mercantiles. Sabía que la mediación no era tal y que Mandeville claramente favorecía a Rivera, dejemos que A. Saldías[9] nos relate el pintoresco episodio:
“Aún después de la amenaza contenida en su nota del 26 de noviembre, Mr. Mandeville frecuentaba la casa de Rozas. Guardábasele allí particulares consideraciones, no obstante que el jefe del ejecutivo argentino, en su sagacidad genial, sospechaba que el ministro de S. M. B. hacía llegar oportunamente al conocimiento del gobierno de Montevideo las órdenes militares, movimientos de fuerzas y demás detalles que podía sorprender en el despacho de Rozas donde tenía fácil acceso. Para saber lo que en esto hubiera de verdad, Rozas llamó al mayor Reyes y le dijo: ‘Dentro de poco vendrá Mr. Mandeville, usted entrará a darme cuenta de que las divisiones de vanguardia están a pie; que se ha empezado a pasar por el Tonelero los pocos caballos que hay; pero que por esto y la falta de armas el ejército no puede iniciar operaciones. Yo insistiré para que usted hable en presencia del ministro’. Media hora después entró Mr. Mandeville. Asegurábale a Rozas que se esforzaría para que terminase dignamente la cuestión entablada cuando se presentó Reyes a dar cuenta de lo que, con carácter urgente, avisaba del ejército de vanguardia.
- Diga usted, ordenó Rozas; el señor ministro es un amigo del país y de toda mi confianza.
- Reyes dijo, y Rozas se levantó irritadísimo exclamando:
- Vaya usted, señor, y dirija una nota para el jefe de las caballadas, haciéndolo responsable del retardo en entregar los caballos para el ejército de vanguardia, y otra en el mismo sentido al jefe del convoy. Traígame pronto esas notas, señor, para firmarlas ...
Y como Mr. Mandeville quisiese calmarlo arguyendo que quizás a esas horas todo ya había llegado a su destino:
- No señor, no puede haber llegado todavía! ... y si el pardejón [apodo dado a Rivera] supiera aprovecharse ... pero así es como vienen los contrastes; así es como vienen, decía Rozas cada vez más agitado.
La maniobra dio el resultado esperado ya que Rivera reunió sus fuerzas y con toda prisa cruzó el río Uruguay para obtener lo que creía una fácil victoria sobre el maltrecho ejército de Oribe. Lo cierto es que la situación era completamente distinta. Rosas se había criado en el campo, era administrador de numerosas y prósperas estancias, había combatido a los indios en la gran campaña al desierto de 1832 y participado en las guerras civiles nacionales. Como tal conocía la importancia trascendental de las caballadas para la victoria en una contienda en nuestro territorio. Las características de la Argentina y la Banda Oriental hacían que los caballos fueran un arma fundamental en cualquier conflicto. Por ello siempre se preocupó de que los ejércitos federales contaran con caballos en cantidad y en calidad. Julio Irazusta[11] investigó profundamente el tema, reproduciendo en su obra documentos que tratan sobre el envío de las caballadas al ejército de Oribe. En los mismos aparecen en forma constante recomendaciones y consejos sobre la forma de tratar a los caballos y los cuidados a tener. Rosas había dispuesto incluso el establecimiento de varias zonas destinadas especialmente a la invernada y recuperación de los animales. Son muy interesantes las observaciones de Manuel Gálvez:
“¡El caballo! Rosas sabe lo que significa en nuestras guerras. Nada le preocupa tanto. Llega a tener, en 1840, treinta y dos campamentos – invernadas -, a donde envía los caballos a engordar. Entre todas las invernadas hay alrededor de quince mil caballos. Cada campamento está gobernado por un alcalde, con el cual él se cartea interminablemente (...) Es severísimo con los que descuidan a los caballos. A algunos de ellos, que los han tenido en campos malos, les hace decir que está ‘justamente indignado contra un tan asqueroso, inmundo proceder’, y los llama ‘ indignos del nombre federal y solamente acreedores al más severo y ejemplar castigo’ “.[12]
Tanta importancia se daba a los caballos que Rosas le había encargado a su cuñado y distinguido oficial el general Lucio Mansilla[13] el envío desde San Nicolás de los caballos a Entre Ríos. Irazusta incluso señala que Mansilla encabezaba los documentos con el membrete: El general Encargado de pasar las caballadas para el Ejército de Operaciones de Vanguardia.[14]
Lejos de estar falto de caballos, el ejército de Oribe disponía de más de 20.000[15] aptos para el combate y había recibido todo lo necesario para enfrentar a los riveristas. En este punto hay que señalar dos cosas: en primer lugar la habilidad de Rosas y Oribe para ocultar a los espías la verdadera fuerza de su ejército. En segundo lugar la falta de adecuadas operaciones de reconocimiento – elementales para cualquier operación militar – de las fuerzas de Rivera. A este hecho se sumó el rechazo del general José María Paz a integrarse como jefe del estado mayor de Rivera, por considerar que los intereses argentinos se verían lesionados por el caudillo oriental. Paz veía con temor los proyectos anexionistas de Rivera, tal como lo expresó en sus memorias.
2. La destrucción del ejército unitario
Manuel Oribe, bien pertrechado, penetró en el interior de Entre Ríos y se ubicó en una posición fortificada ubicada al sur de Concordia, en Arroyo Grande. Su ejército estaba compuesto por 2.500 infantes, 6.500 hombres de caballería y 18 piezas de artillería[16].
Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 1
Lic. Sebastián Miranda
injustamente olvidada, fue una de las batallas más importantes libradas en la Historia de América del Sur
Después de la victoria de la escuadra de la Confederación Argentina[1] sobre la flota riverista en Costa Brava (ver DeySeg Nº 27) quedó allanado el camino para que el ejército federal comandado por Manuel Oribe penetrara en Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental.
Las gestiones dieron resultado, pues el 30 de agosto de 1842 las potencias enviaron una nota a Rosas ofreciéndole una nueva mediación. Recordemos que Rosas ya había rechazado una propuesta anterior, pues la misma no contemplaba el reconocimiento de Manuel Oribe como presidente de la Banda Oriental. Para la Confederación Argentina la presencia de Rivera en la Banda Oriental implicaba un serio riesgo para su integridad territorial, pues como hemos visto este – además de apoyar las coaliciones extranjeras contra nuestro territorio – tenía entre sus principales proyectos la anexión de la Mesopotamia. En estas circunstancias Juan Manuel de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación no podía nunca aceptar a Rivera como presidente. A ello debemos sumar que el presidente legítimo era Oribe y que la presencia unitaria en la Banda Oriental atentaba contra el sistema económico proteccionista adoptado por Buenos Aires.
General Fructuoso Rivera
El 18 de octubre Rosas, por medio Felipe Arana, contestó a Francia y Gran Bretaña rechazando la mediación. Explicó que aceptarla implicaba reconocer a Rivera como gobernante legítimo de la Banda Oriental, cuando era en realidad un caudillo alzado en armas que además de deponer a Oribe había fomentado las agresiones contra nuestro territorio poniendo en riesgo su integridad territorial. El 26 de noviembre los “mediadores” mostraron claramente sus verdaderas intenciones, diciendo por medio de un comunicado que sus gobiernos tendrán: “el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” [8]. El documento es contundente y anticipa lo que ocurrirá dos años después: la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación. Esta no sería ni por los derechos humanos, ni para derribar una supuesta tiranía, ni por razones humanitarias. Sería para forzar la navegación de los ríos interiores e inundar de mercaderías importadas nuestro territorio. El sistema económico proteccionista de la Confederación les impedía la expansión de su comercio.