Lic. Sebastián Miranda
El 6 de diciembre de 1842 el ejército federal comandado por
Manuel Oribe venció a las fuerzas unitarias dirigidas por Fructuoso Rivera, lo
que le permitió cruzar el río Uruguay y sitiar por segunda vez la ciudad de
Montevideo. Arroyo Grande,
injustamente olvidada, fue una de las batallas más importantes libradas en la Historia de América del Sur
1. El camino hacia Arroyo Grande
Después de la victoria de la escuadra de la Confederación Argentina[1] sobre la flota riverista en Costa Brava (ver DeySeg Nº 27) quedó allanado el camino para que el ejército federal comandado por Manuel Oribe penetrara en Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental.
Fructuoso Rivera y sus aliados de la Comisión Argentina[2] comprendieron
que la situación era desesperante y que era poco el tiempo que les quedaba
antes de que Oribe volviera a controlar la Banda Oriental. Inmediatamente
aceleraron las negociaciones con Gran Bretaña y Francia para que intervinieran
directamente en el conflicto. La intervención implicaría la mediación en
primera instancia – aunque sumamente parcial - y si esta no resultaba
solicitaban lisa y llanamente la acción armada para detener a Oribe y a Rosas.
A tal efecto la Comisión Argentina solicitó que los ministros de Francia y Gran
Bretaña enviaran una nota a Rosas intimándolo a aceptar la mediación. Veamos
los términos en que uno de los encargados de la diplomacia riverista, -
Francisco A. Vidal – se dirigía a los “mediadores” el 24 de agosto de
1842: “(...) El gobierno de S. M. B. tiene la decidida voluntad de que la
guerra cese y se preserve la tranquilidad y el bienestar de la república del
Uruguay y que se comprometerían con la invasión del ejército del gobernador
Rozas: [en realidad era el de Manuel Oribe, legítimo presidente depuesto
por un golpe de Estado de F. Rivera] para conseguir el gobierno inglés su
objeto, ha hecho ofrecer nuevamente su mediación en unión con la Francia.
injustamente olvidada, fue una de las batallas más importantes libradas en la Historia de América del Sur
Después de la victoria de la escuadra de la Confederación Argentina[1] sobre la flota riverista en Costa Brava (ver DeySeg Nº 27) quedó allanado el camino para que el ejército federal comandado por Manuel Oribe penetrara en Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental.
Ha
hecho más: ha ordenado a usted que en caso de negarse obstinadamente el general
Rozas, se le declare terminantemente que las potencias mediadoras no serán
indiferentes a esta guerra sanguinaria. No puedo entender que el gobierno de S.
M. después de haber sufrido una primera repulsa del gobernador de Buenos Aires,
hiciese una mera y formal oferta de esa mediación, sin la resolución de
sostenerla en caso de ser nuevamente despreciada; ni que hubiese ordenado a
usted declarase al mismo general Rozas, que no sería indiferente en esa guerra
si se empeñara en llevarla adelante, sino estuviese decidido a ejecutar su
declaración.
Esta declaración en mi concepto no ha de ser vana: la orden que
Lord Aberdeen dice haber dado de hacer cesar la guerra se ha de cumplir”.[3]
La carta a Mandeville habla por sí sola, pues directamente
es una invitación a la intervención armada ante el posible rechazo de Rosas. Y
los emigrados en Montevideo conocían bien el carácter de Rosas, sabiendo
claramente que no aceptaría la mediación. A continuación de lo expuesto Vidal
agregó: “(...) dos o trescientos ingleses y franceses, o igual número de
unos u otros, no harían inexpugnable a Montevideo, pero mostrarían que la
protección que los mediadores le dispensan era formal y seria (...)”.[4] Para
Vidal, Rivera y la Comisión Argentina la “mediación” era sinónimo no de
arbitraje sino de intervención armada a favor de uno de los bandos.[5]
Las gestiones dieron resultado, pues el 30 de agosto de 1842 las potencias enviaron una nota a Rosas ofreciéndole una nueva mediación. Recordemos que Rosas ya había rechazado una propuesta anterior, pues la misma no contemplaba el reconocimiento de Manuel Oribe como presidente de la Banda Oriental. Para la Confederación Argentina la presencia de Rivera en la Banda Oriental implicaba un serio riesgo para su integridad territorial, pues como hemos visto este – además de apoyar las coaliciones extranjeras contra nuestro territorio – tenía entre sus principales proyectos la anexión de la Mesopotamia. En estas circunstancias Juan Manuel de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación no podía nunca aceptar a Rivera como presidente. A ello debemos sumar que el presidente legítimo era Oribe y que la presencia unitaria en la Banda Oriental atentaba contra el sistema económico proteccionista adoptado por Buenos Aires.
Rivera intentó afianzar el frente interno reuniéndose a
fines de agosto y comienzos de septiembre en la localidad oriental de Paysandú
con el general José María Paz; con Pedro Ferré, gobernador de Corrientes y con
Juan Pablo López de Santa Fe, dando lugar a lo que se llamó la conferencia de
Paysandú. Las conversaciones se prolongaron hasta mediados de octubre pero,
debido a las diferencias entre los participantes, en especial a los recelos y
envidias, fracasaron. A pesar de su fracaso Rivera, Ferré y López pudieron unir
sus fuerzas. Las divergencias solamente sirvieron para favorecer a Oribe y a
Rosas.
Faltos de unidad en el plano interno, Rivera y la Comisión
Argentina insistieron en buscar el apoyo externo aprovechando las
circunstancias internacionales favorables a sus proyectos. Manuel Moreno,
embajador argentino en Londres, advirtió al ministro de relaciones exteriores nacional
- Felipe Arana - el peligro de una intervención y las verdaderas intenciones de
Gran Bretaña: “La política del gobierno inglés está concentrada en el
principio de extender todos los mercados que disfruta, y abrir todos los nuevos
que pueden procurar a las inmensas producciones de su industria, que la sofocan
y oprimen. Los demás gobiernos sienten más o menos esta misma necesidad de
mercados y se afanan por obtenerlos; así es que las cuestiones comerciales
están tomando de día el carácter y la importancia de cuestiones de Estado”.[6] En
efecto, Gran Bretaña producía una enorme cantidad de mercaderías gracias a la
Revolución Industrial pero esto demandaba la necesidad de grandes mercados para
colocar sus producciones. La tecnificación también generaba desempleo, al
reemplazarse a muchos obreros por máquinas. La situación social se agravó en la
Gran Albión, al punto de producirse grandes conflictos sociales en Manchester,
Glasgow y Edimburgo[7]. La explosiva situación interna aceleró los preparativos
británicos para forzar un cambio radical en el sistema económico de Rosas que
le abriría los mercados orientales, de la Confederación y el Paraguay a sus
productos.
General Fructuoso Rivera
El 18 de octubre Rosas, por medio Felipe Arana, contestó a Francia y Gran Bretaña rechazando la mediación. Explicó que aceptarla implicaba reconocer a Rivera como gobernante legítimo de la Banda Oriental, cuando era en realidad un caudillo alzado en armas que además de deponer a Oribe había fomentado las agresiones contra nuestro territorio poniendo en riesgo su integridad territorial. El 26 de noviembre los “mediadores” mostraron claramente sus verdaderas intenciones, diciendo por medio de un comunicado que sus gobiernos tendrán: “el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” [8]. El documento es contundente y anticipa lo que ocurrirá dos años después: la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación. Esta no sería ni por los derechos humanos, ni para derribar una supuesta tiranía, ni por razones humanitarias. Sería para forzar la navegación de los ríos interiores e inundar de mercaderías importadas nuestro territorio. El sistema económico proteccionista de la Confederación les impedía la expansión de su comercio.
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