domingo, 3 de septiembre de 2023

Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 1

 


Lic. Sebastián Miranda

El 6 de diciembre de 1842 el ejército federal comandado por Manuel Oribe venció a las fuerzas unitarias dirigidas por Fructuoso Rivera, lo que le permitió cruzar el río Uruguay y sitiar por segunda vez la ciudad de Montevideo. Arroyo Grande,
injustamente olvidada, fue una de las batallas más importantes libradas en la Historia de América del Sur
 
1.  El camino hacia Arroyo Grande
 
Después de la victoria de la escuadra de la Confederación Argentina[1] sobre la flota riverista en Costa Brava (ver DeySeg Nº 27) quedó allanado el camino para que el ejército federal comandado por Manuel Oribe penetrara en Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental. 
 
Fructuoso Rivera y sus aliados de la Comisión Argentina[2] comprendieron que la situación era desesperante y que era poco el tiempo que les quedaba antes de que Oribe volviera a controlar la Banda Oriental. Inmediatamente aceleraron las negociaciones con Gran Bretaña y Francia para que intervinieran directamente en el conflicto. La intervención implicaría la mediación en primera instancia – aunque sumamente parcial - y si esta no resultaba solicitaban lisa y llanamente la acción armada para detener a Oribe y a Rosas. A tal efecto la Comisión Argentina solicitó que los ministros de Francia y Gran Bretaña enviaran una nota a Rosas intimándolo a aceptar la mediación. Veamos los términos en que uno de los encargados de la diplomacia riverista, - Francisco A. Vidal – se dirigía a los “mediadores” el 24 de agosto de 1842: “(...) El gobierno de S. M. B. tiene la decidida voluntad de que la guerra cese y se preserve la tranquilidad y el bienestar de la república del Uruguay y que se comprometerían con la invasión del ejército del gobernador Rozas: [en realidad era el de Manuel Oribe, legítimo presidente depuesto por un golpe de Estado de F. Rivera] para conseguir el gobierno inglés su objeto, ha hecho ofrecer nuevamente su mediación en unión con la Francia. 
Ha hecho más: ha ordenado a usted que en caso de negarse obstinadamente el general Rozas, se le declare terminantemente que las potencias mediadoras no serán indiferentes a esta guerra sanguinaria. No puedo entender que el gobierno de S. M. después de haber sufrido una primera repulsa del gobernador de Buenos Aires, hiciese una mera y formal oferta de esa mediación, sin la resolución de sostenerla en caso de ser nuevamente despreciada; ni que hubiese ordenado a usted declarase al mismo general Rozas, que no sería indiferente en esa guerra si se empeñara en llevarla adelante, sino estuviese decidido a ejecutar su declaración. 
Esta declaración en mi concepto no ha de ser vana: la orden que Lord Aberdeen dice haber dado de hacer cesar la guerra se ha de cumplir”.[3]
 


General Manuel Oribe

La carta a Mandeville habla por sí sola, pues directamente es una invitación a la intervención armada ante el posible rechazo de Rosas. Y los emigrados en Montevideo conocían bien el carácter de Rosas, sabiendo claramente que no aceptaría la mediación. A continuación de lo expuesto Vidal agregó: “(...) dos o trescientos ingleses y franceses, o igual número de unos u otros, no harían inexpugnable a Montevideo, pero mostrarían que la protección que los mediadores le dispensan era formal y seria (...)”.[4] Para Vidal, Rivera y la Comisión Argentina la “mediación” era sinónimo no de arbitraje sino de intervención armada a favor de uno de los bandos.[5]

Las gestiones dieron resultado, pues el 30 de agosto de 1842 las potencias enviaron una nota a Rosas ofreciéndole una nueva mediación. Recordemos que Rosas ya había rechazado una propuesta anterior, pues la misma no contemplaba el reconocimiento de Manuel Oribe como presidente de la Banda Oriental. Para la Confederación Argentina la presencia de Rivera en la Banda Oriental implicaba un serio riesgo para su integridad territorial, pues como hemos visto este – además de apoyar las coaliciones extranjeras contra nuestro territorio – tenía entre sus principales proyectos la anexión de la Mesopotamia. En estas circunstancias Juan Manuel de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación no podía nunca aceptar a Rivera como presidente. A ello debemos sumar que el presidente legítimo era Oribe y que la presencia unitaria en la Banda Oriental atentaba contra el sistema económico proteccionista adoptado por Buenos Aires. 

Rivera intentó afianzar el frente interno reuniéndose a fines de agosto y comienzos de septiembre en la localidad oriental de Paysandú con el general José María Paz; con Pedro Ferré, gobernador de Corrientes y con Juan Pablo López de Santa Fe, dando lugar a lo que se llamó la conferencia de Paysandú. Las conversaciones se prolongaron hasta mediados de octubre pero, debido a las diferencias entre los participantes, en especial a los recelos y envidias, fracasaron. A pesar de su fracaso Rivera, Ferré y López pudieron unir sus fuerzas. Las divergencias solamente sirvieron para favorecer a Oribe y a Rosas.  

Faltos de unidad en el plano interno, Rivera y la Comisión Argentina insistieron en buscar el apoyo externo aprovechando las circunstancias internacionales favorables a sus proyectos. Manuel Moreno, embajador argentino en Londres, advirtió al ministro de relaciones exteriores nacional - Felipe Arana - el peligro de una intervención y las verdaderas intenciones de Gran Bretaña: “La política del gobierno inglés está concentrada en el principio de extender todos los mercados que disfruta, y abrir todos los nuevos que pueden procurar a las inmensas producciones de su industria, que la sofocan y oprimen. Los demás gobiernos sienten más o menos esta misma necesidad de mercados y se afanan por obtenerlos; así es que las cuestiones comerciales están tomando de día el carácter y la importancia de cuestiones de Estado”.[6] En efecto, Gran Bretaña producía una enorme cantidad de mercaderías gracias a la Revolución Industrial pero esto demandaba la necesidad de grandes mercados para colocar sus producciones. La tecnificación también generaba desempleo, al reemplazarse a muchos obreros por máquinas. La situación social se agravó en la Gran Albión, al punto de producirse grandes conflictos sociales en Manchester, Glasgow y Edimburgo[7]. La explosiva situación interna aceleró los preparativos británicos para forzar un cambio radical en el sistema económico de Rosas que le abriría los mercados orientales, de la Confederación y el Paraguay a sus productos.



General Fructuoso Rivera
 
El 18 de octubre Rosas, por medio Felipe Arana, contestó a Francia y Gran Bretaña rechazando la mediación. Explicó que aceptarla implicaba reconocer a Rivera como gobernante legítimo de la Banda Oriental, cuando era en realidad un caudillo alzado en armas que además de deponer a Oribe había fomentado las agresiones contra nuestro territorio poniendo en riesgo su integridad territorial. El 26 de noviembre los “mediadores” mostraron claramente sus verdaderas intenciones, diciendo por medio de un comunicado que sus gobiernos tendrán: “el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” [8]. El documento es contundente y anticipa lo que ocurrirá dos años después: la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación. Esta no sería ni por los derechos humanos, ni para derribar una supuesta tiranía, ni por razones humanitarias. Sería para forzar la navegación de los ríos interiores e inundar de mercaderías importadas nuestro territorio. El sistema económico proteccionista de la Confederación les impedía la expansión de su comercio. 

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