El ángel germinador
Además de no poder ver un espacio libre sin pensar en cómo
volverlo verde, Thays había desarrollado una obsesión particular: la de lograr
la germinación de la yerba mate, un secreto vegetal que habían logrado
desarrollar los jesuitas (y luego Bonpland), pero que se había perdido con su
expulsión. Vale decir que al comenzar el siglo XX en Argentina sólo se
cosechaba yerba mate silvestre. “Entonces la señora de Thays hervía en unos
tachos en el Botánico las semillas, probaron hasta encontrar cómo era el modo
en que germinaban. Y gracias a eso el Ministerio de Agricultura distribuyó en
toda la Mesopotamia el método para germinar la planta. Eso hizo posible que
surgiera la industria yerbatera”, dice Berjman.
Y es que, más allá del descomunal desarrollo económico que
eso permitió, la presencia de Cora Venturino, más conocida como “la señora de
Thays”, fue tan importante como difícil parece ser hallar datos sobre ella.
Berjman, que se sumerge en los archivos de la familia desde hace al menos 40
años, que tiene un libro sobre él editado (Carlos Thays: sus escritos sobre
jardines y paisajes, ed. Ciudad Argentina) y otro en imprenta, que casi habla
de él como si fuera un amigo cercano, apenas pudo rescatar unos datos sobre
Cora. Se sabe que ella tenía 16 años y él 41 cuando se conocieron, “¡en una
kermesse!”, que ella era de familia uruguaya y que “hicieron uno de esos
matrimonios felices de toda la vida: ella iba a todos lados con él, él iba a
plantar un parque, ella iba con él con una canasta con la merienda, ¡y después
hacían lo mismo con los nenes! Ella lo acompañó hasta cuando fue a hacer el
Parque Nacional Iguazú, a caballo, hasta las cataratas”. En la memoria de la
familia Thays, agrega Berjman, Cora sobrevive como “una mujer extraordinaria y
una pareja feliz: los hijos y nietos, todos recuerdan lo felices que eran ellos
dos”. (Por cierto, es imposible ignorar que la familia Thays siempre ha tenido
debilidad por dejar que los varones lleven Carlos como nombre de pila: Charles
y Cora bautizaron así a uno de sus hijos, que a su vez tuvo un hijo Carlos, que
por no desentonar tuvo un hijo Carlos; todos ellos han respetado tanto la
tradición que dedicaron su vida profesional al paisajismo. Un hijo de Thays fue
director de Parques y Paseos entre 1920 y 1945, y, entre otras cosas,
implementó bibliotecas populares en las plazas).
Epílogos
Murió poco después de la agonía de la Belle Epoque que había
ayudado a modelar en Argentina. Era 1934, corría la Década Infame, y una
multitud acompañó el féretro en el camino hacia el cementerio de Chacarita. “La
gente lo adoraba”, acota Berjman, y recuerda las fotos del cortejo que
publicaron los diarios y algunos números: “Thays estuvo tanto tiempo como
director de Paseos que durante el tiempo que él tuvo ese cargo (1891-1913),
pasaron cinco presidentes y once intendentes. Al entierro, se ve en las fotos,
asistieron obreros, estudiantes, funcionarios, gente fina entre comillas, ¡todo
el mundo lo adoraba! Porque la gente se daba cuenta de cómo iba cambiando la
ciudad. Nosotros, que ya somos la tercera o cuarta generación, que la recibimos
así, no tenemos una idea de quién hizo las cosas”.
Por Soledad
Vallejos
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