Operativo escalonamiento
En el recuadro de la página 46 se consignan detalladamente los principales momentos de crisis entre el gobierno y los mandos militares. Pero el descontento que paulatinamente va gestándose en las FF.AA no se limita a esos "tópicos". En las esferas militares se habla de que "el gobierno no da un salida al problema nacional, ni en el orden económico, ni en el político-social". Como forma de calmar estas inquietudes el secretario de Guerra, general Avalos -oficial retirado, de la amistad personal del presidente-, elabora una teoría: la del "escalonamiento", una nomenclatura que quizás haya sido traída por el entonces subsecretario del arma general Castro Sánchez, luego de dictar cursos en los EE.UU, donde el "american scalation" es una expresión muy popular. en síntesis, no significa otra cosa que una modificación gradual de la política gubernamental, y ya en ese entonces se empieza a hablar -todavía en ámbitos muy reservados- de reestructuración del gabinete, cambios en el equipo económico, modificación sustancial de la conducción ferroviaria... pero los cambios que a "sotto voce" se prometen en la Secretaría de Guerra no llegan nunca a concretarse en la práctica.
Y es así como figuras como el general Julio Alsogaray -que desde el primer día del gobierno de Arturo Illia se había manifestado, en sus círculos íntimos, como abierto opositor- se fueron sumando otros oficiales de singular gravitación: Osiris Villegas, Alejandro Lanusse, Pascual Pistarini. Pero hay un hombre que se mantiene en silencio. Y es un hombre clave: se llama Juan Carlos Onganía.
Cuando los comandantes quedaron estupefactos
Cuando los comandantes quedaron estupefactos
Es julio de 1965. Se realiza una de las habituales reuniones entre los comandantes en jefe de las tres Fuerzas. Onganía, sorpresivamente, rompe el silencio. Dice que así como la Iglesia ha tenido a través del Concilio su "agiornamiento" -su puesta al día-, al país le hace falta un gran "aggiornamento nacional". Aclara que no se trata de un golpe de Estado, sino de una revolución - él prefiere llamarla la "gran revolución"- que implique la modificación de la actitud mental del país. Luego agrega: "esa revolución debe hacerla el presidente, o de lo contrario es imprescindible que la lleven a cabo las FF.AA.".
Sus dos interlocutores se miraban en silencio cuando Onganía se preguntó en voz alta: -¿Es capaz el presidente de hacer esa revolución?. Bajando la voz dijo como para sí mismo: -Creo que no... A partir de esa reunión, en altos conciliábulos militares se empieza a hablar de un cambio total o de una "gran revolución".
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