Los antecedentes dominiales de estas tierras, se remontan a los primeros años de la colonia, con más precisión a mediados del siglo XVII, cuando el Gobernador de Buenos Aires, Hernando Arias de Saavedra (más conocido como Hernandarias) las entregó en propiedad, por Merced Real, al Capitán Pedro Gutiérrez de Paz. Luego de su muerte, se sucedieron diversos propietarios, respecto de los cuales merecen destacarse, por su participación en la historia de nuestro país, a Martín José de Altolaguirre y a Francisco Ramos Mexía, sin mengua de otros distinguidos habitantes de esa propiedad.
Dicha Chacra constaba, aproximadamente, de 7.000 hectáreas, teniendo por límites, al norte, los pagos de El Palomar, al Sur el otrora Riachuelo de los navíos; al naciente, diversas chacras que se extendían hasta las proximidades de la Plaza Miserere y al poniente, la extensa pampa.
A “Los Tapiales” llegó la impronta progresista, de la mano de Altolaguirre, uno de los pocos agrónomos de su época y un amante de la naturaleza y la botánica. Tal su interés por el desarrollo de esa actividad que, en compañía de amigos, tales como Manuel Belgrano, en su chacra “Los Olivos” –ubicada en el actual Barrio de la Recoleta- realizó una extensa plantación de árboles y arbustos de diversa especie. Hoy todavía son testigos de aquella noble labor, los viejos gomeros próximos a la Iglesia del Pilar.
Congruente con su espíritu innovador, Don Martín desarrolló una intensa actividad en “Los Tapiales”, llegando a transformar ese áspero paraje, donde campeaba el indio, en un lugar que hubiera sido sin duda de admiración de cualquier botánico. Sostienen que con su intervención, en ese establecimiento, se plantaron doscientos mil árboles. Allí también se efectuaron las primeras plantaciones de lino y cultivo de olivares e inclusive 100 hectáreas de nogales.
Treinta años más tarde, apremiado por necesidades económicas, Altolaguirre vende “Los Tapiales” a Don Francisco Hermógenes Ramos Mexía, quien acababa de regresar junto a su cónyuge, María Antonia de Segurola, del Alto Perú, luego de realizar varios años estudios de Filosofía, Teología, Lógica y Leyes en la Universidad de Chuquisaca, lugar donde estudiaron, en la misma época, entre otros Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Mariano Moreno. En Alto Perú fue designado por el Virrey Arredondo, en la subdelegación de Hacienda en Tomina, poblado de mayoría indígena, en 1797 y con igual función en 1801 en asentamientos cercanos al Lago Titicaca.
Influenciado por el medio donde desarrolló sus estudios y por su espíritu pionero de Don Francisco Ramos Mejía, en compañía de algunos pocos hombres de la Chacra -entre ellos José Luis Molina, valeroso soldado que combatió en las batallas de Salta y Tucumán- traspone el límite Sur del Río Salado -frontera con el indio por ese entonces- con el ánimo de instalar allí un establecimiento ganadero. Corría el año 1814.
Luego de una larga travesía llega a la Laguna Kakel Huincul, ubicada hoy a metros de la Ruta Nacional Nº 2, situada en el viejo Partido de Monsalvo (actualmente Partido de Maipú), donde, luego de serias tratativas con los caciques y capitanejos pampas, les compra las tierras por ellos ocupada, haciendo lo mismo con el Gobierno según consta en la Gazeta Nº 112 de 1819.
La adquisición de Don Pancho Ramos (así lo llamaban los aborígenes), fue un acto de reconocimiento de la propiedad original a sus antiguos pobladores. Concretada la transacción, lleva adelante la fundación de la Estancia “Miraflores” así denominada en recuerdo a una finca de su suegro, el Gobernador de La Paz, en el Alto Perú, Don Sebastián Segurola y Oliden. El historiador Adolfo Saldías, en su Historia de la Confederación, plantea que Francisco fue el único estanciero de entonces en comprarle tierras a los indios, permitiéndosele a estos permanecer con sus tolderías en dicho territorio.
Corporación del Mercado Central de Buenos Aires.
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina.
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