La ruptura
El asalto al gerente de Quebrachos Fusionados S.A., la fábrica taninera más grande del Chaco y subsidiaria de La Forestal, había resultado perfecto. Las recomendaciones impuestas por Mate Cosido previo al golpe se habían respetado: no hacer fuego si no era imprescindible, evitar la exposición y abandonar el lugar ante cualquier problema, pues cualquier demora habría puesto en alerta a toda la policía. Pero a la hora de repartir el botín, las cosas no pintaron tan claras. Los gastos se incrementaron, los colaboradores se multiplicaron y Vairoleto terminó con muy poco dinero en sus manos, descontados también sus gastos de estadía en el Chaco. La frustración de Juan era notoria y comenzó a dudar de la honestidad de su cómplice a la hora de afinar el lápiz.
Vairoleto estaba decidido a dar otro golpe inmediatamente, pero Mate Cosido desestimó la idea porque toda la policía de la zona los buscaba y sus nombres aparecían como principales sospechosos en la prensa. Pero la impaciencia del pampeano tuvo un límite y el 10 de mayo de 1938 se mandó a la caza del núcleo administrativo de La Forestal , ubicado cerca de Cotelai. El saldo del robo fue desastros: la seguridad del lugar se había reforzado, respondieron a los tiros y un mayordomo cayó víctima de las balas de los bandidos. La ira de Mate Cosido al enterarse de los detalles se hizo incontenible: estaba claro que la banda no podía mantener dos cabezas y Vairoleto fue el primero en dar un paso al costado. Una calurosa mañana de mayo, montó su pingo y se marchó rumba a llanuras más conocidas, perseguido por una multitud de uniformados y también por el recuerdo de aquel último golpe nefasto.
Solo con su banda, Mate Cosido decidió dejar enfríar las cosas. Se dedicó entonces a aclarar las mentiras policiales en la prensa y también, de paso, a burlarse de sus perseguidores: "Estoy enterado de la oferta de dos mil pesos que la gendarmería promete por mi captura. Lástima que mi detención haya sido cotizada tan a bajo precio, yo creía que a estas horas mi vida valía mucho más. Mis amigos chaqueños se ríen de la oferta y yo, confiado, duermo a veces en sus hogares, en la certeza de que no seré vendido así nomás". Y así fue, Mate Cosido jamás pudo ser aprendido por la policía y, según se dice, murió como un anciano respetable en Salta, allá por 1970, con una multitud acompañándolo hasta el cementerio.
Vairoleto, en tanto, menos histriónico, fue apagando de a poco los ecos de su fama. El nacimiento de su primer hija, Juanita, revolucionó su vida y se dispuso a abandonar para siempre el derrotero del fugitivo. Intentó en vano buscar las maneras de vivir como un chacarero más, en una humilde finca a orillas del río Atuel. Pero su destino estaba escrito y una fría madrugada de 1941, botoneado por un ex compinche, una veintena de policías rodeó su chacra y disparó a mansalva sobre la frágil casilla. Un Vairoleto cansado, harto ya de escapar y de dormir bajo la luz de las estrellas, miró por última vez a Telma y a sus pequeñas hijas en la pieza y se tiró de cabeza hacia la cocina para protegerlas. Desde allí, resistió como pudo. Cuando se supo perdido, le quitó a los esbirros de uniforme la satisfacción de verlo ultimado por sus disparos y se pegó un tiro en la frente.
Dicen los que conocen el campo que algunas noches, las noches de bruma, algunos humildes chacareros escuchan el galope de un caballo conocido. Dicen también que la sombra del jinete no asusta ni a los chicos. Esa noche, cuentan, en los ranchitos del monte el hambre golpea un poco menos porque un amigo se invitó la cena...
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