martes, 5 de septiembre de 2023

Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 4

 

Bibliografía
 
BURGIN, MIRON: Aspectos económicos del federalismo argentino, cuarta edición, Buenos Aires, Solar, 1987.
BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982. COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas histórico militar argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970.
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FONT EZCURRA, RICARDO: La unidad nacional, Buenos Aires, La Mazorca, 1944.
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IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV.
LUQUI LAGLEYZE, JULIO: El ejército de la Confederación Argentina durante el gobierno de don Juan Manuel de Rosas. En: Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 54, enero – marzo, 1999.
LYNCH, JOHN: Juan Manuel de Rosas, tercera edición, Buenos Aires, 1985.  
PAZ, JOSÉ MARÍA: Memorias Póstumas del General José María Paz, tercera edición, Buenos Aires, Imprenta La Discusión, 1892.
ROSA, JOSÉ MARÍA: Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1965.
ROSAS, JUAN MANUEL DE: Instrucciones a los mayordomos de estancias, Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.
SALDÍAS, ADOLFO: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.
SCENNA, MIGUEL ANGEL: Los que escribieron nuestra Historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976.
SIERRA, VICENTE: Historia de la Argentina 1840 – 1852, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert, Buenos Aires, La Bastilla, 1974.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Los asesinos de Florencio Varela, Buenos Aires, Moharra, 1971.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Obligado. La batalla de la soberanía, Buenos Aires, Moharra, 1970.
ZINNY, ANTONIO: Historia de los gobernadores de las provincias argentinas, Buenos Aires, Hyspamérica, 1987. Cuatro tomos.
 
[1]Se considera al 4 de enero de 1831 como el momento del nacimiento de la Confederación Argentina. Ese día las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe – luego se incorporó Corrientes -, firmaron el Pacto Federal. A medida que las provincias que formaban la Liga Unitaria encabezada por el general José María Paz eran vencidas se incorporaban al Pacto Federal.Para fines de 1831 todas las provincias que entonces formaban las Provincias Unidas del Río de la Plata se habían incorporado.

[2] La Comisión Argentina fue un organismo formado por los unitarios exiliados en el exterior durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Fue la responsable de la organización de las coaliciones internas y externas contra la Confederación que pusieron en peligro nuestra integridad territorial. Su principal centro de acción fue Montevideo, pero también actuaba desde Chile y Bolivia, siendo en gran medida responsable de las agresiones de Perú y Bolivia, Francia y Gran Bretaña sobre nuestro país (ver DeySeg Nº 26 y 27). Sus principales representantes fueron, entre otros, Florencio y Juan Cruz Varela, José Rivera Indarte, Julián Segundo Agüero, Salvador María del Carril y Domingo Faustino Sarmiento. Sus actuaciones a favor de las intervenciones extranjeras han sido investigadas por numerosos historiadores, en especial en: FONT EZCURRA, RICARDO: La unidad nacional, Buenos Aires, La Mazorca, 1944; por UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Los asesinos de Florencio Varela, Buenos Aires, Moharra, 1971. También por DE PAOLI, PEDRO: Sarmiento y la usurpación del Estrecho de Magallanes, Buenos Aires, Theoría, 1968. 
[3]SALDÍAS, ADOLFO: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951. T. II, pp. 611 – 612. Saldías reproduce íntegramente esta carta de Vidal al Sr. Mandeville.  
 
[4] SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., pp. 612 – 613.
 
[5] Este tipo de “mediaciones” traen a mi mente el recuerdo de la mediación norteamericana del Sr. Haig durante la guerra de las Malvinas.
 
[6] IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, Bogotá, Los Andes, 1975, T IV, p. 189. Reproduce íntegramente la nota enviada el 6 de octubre de 1842 por Manuel Moreno – hermano del conocido Mariano Moreno – a Felipe Arana.

[7] Generaron incluso varios atentados contra la vida de la propia reina Victoria.
 
[8]SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., p. 400.
 
[9] En las notas publicadas en DeySeg Nº 26 y Nº 27 he citado a este importantísimo autor.  Adolfo Saldías fue uno de los primeros historiadores en refutar la “leyenda negra” que aún persiste en torno a la figura de Juan Manuel de Rosas por medio de varias obras, pero en especial de la Historia de la Confederación Argentina aparecida por primera vez en 1881 (su primer tomo) bajo el nombre de Historia de Rozas. Pertenecía a una familia unitaria, pero ello no le impidió la búsqueda de verdad en torno a esta etapa tan cuestionada de nuestra Historia. Saldías trabajó con ocho baúles de documentación que Rosas llevó consigo al exilio en 1852. Durante diez años habló con protagonistas de los hechos que historió, consultó archivos de documentación en , Gran Bretaña – en especial en el Foreign Office – y en Francia, contrastó testimonios y documentos y produjo una de las obras más importantes de del período. A pesar del rechazo de sus contemporáneos liberales y de ser marginado a causa de esta obra, Saldías defendió la verdad histórica y lanzó un movimiento que rescató del olvido y la injusticia a Juan Manuel de Rosas y los caudillos federales. Su contribución ha sido decisiva en nuestra historiografía. La Historia de reeditada infinidad de veces, junto con la Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia de Julio Irazusta constituyen – a mi entender – dos de las obras más importantes y mejor documentadas para entender el período 1820 – 1852. Quien se interese en saber sobre las principales obras e historiadores existentes en nuestro país recomiendo la lectura de SCENNA, MIGUEL ANGEL: Los que escribieron nuestra Historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976.

[10] SALDÍAS, ADOLFO. Op. cit., pp. 401 – 402.

[11] Ha sido uno de los principales historiadores el revisionismo. Su producción historiográfica y política es impresionante. Sobre la Confederación escribió numerosas obras, destacándose en especial la Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia Bogotá, Editorial Andes, 1975. Son en total ocho tomos documentados en forma impecable, siendo una de las mejores obras de Historia Argentina. Sobre esta autor también puede consultarse el trabajo de SCENNA, MIGUEL ANGEL. Op. cit., pp. 246 – 251.
 
[12]GALVEZ, MANUEL: Vida de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Heliasta, 1991, p. 440. También en esta obra Gálvez hace una interesante descripción sobre la organización del ejército de Rosas, pp. 440 – 442. Sobre el tema del trato a los caballos también es interesantísima la obra escrita por el propio Rosas sobre los cuidados a tener con ellos en las estancias. Ver ROSAS, JUAN MANUEL DE: Instrucciones a los mayordomos de estancias, Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.
 
[13]Veterano de las guerras por la independencia y contra el Brasil. Alcanzaría su momento de mayor gloria durante las operaciones contra la escuadra anglo – francesa en la guerra en el Paraná años después.

[14] IRAZUSTA, JULIO. Op. cit., p. 176.
 
[15] IRAZUSTA, JULIO. Op. cit., p. 221.
 
[16] Las cifras varían de acuerdo a los historiadores, aunque las diferencias son mínimas. El Atlas del Colegio Militar habla de 9.000 hombres en total para el ejército de Oribe. Saldías por su parte habla de 8.500. No hay diferencias en cuanto al número de piezas de artillería ni tampoco en la composición de las fuerzas riveristas.
 
[17]Era un gran amigo de Rivera, lo que no le impedía tener con él fuertes discrepancias. Durante el bloqueo anglo – francés pediría la baja del ejército unitario y se incorporaría al federal deseoso de luchar contra los invasores. La batalla de Caseros y su posterior fusilamiento mostrarían su valor y patriotismo en toda su magnitud, como ya lo había demostrado en la guerra contra el Imperio. Quien desee conocer los detalles sobre su vida recomiendo la lectura de la obra de UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert, Buenos Aires, La Bastilla, 1974. 

[18] Ya comenzaba a destacarse por su participación en las luchas en el litoral quien después derrocaría a Rosas en Caseros en alianza con el Brasil y los unitarios.

[19] Interesantísimos datos sobre al organización del ejército en la época de Rosas aparecen en el excelente trabajo de: LUQUI LAGLEYZE, JULIO: El ejército de la Confederación Argentina durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. En: Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 54, enero – marzo, 1999, pp. 35 – 50.
 
[20] SIERRA, VICENTE. D: Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978, T IV, p. 124.
 
[21]UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Obligado. La batalla de la soberanía, Buenos Aires, Moharra, 1970, p. 62.
 
[22] En la obra citada de Uzal este a su vez cita a Vicente Fidel López - historiador liberal que fue compañero de estudios de Rivera Indarte – diciendo: “Este Rivera Indarte – un canalla, cobarde, ratero, bajo husmeante y humilde en apariencia como un ratón cuya cueva nadie conocía, tenía mucho talento y un alma de lo más vil que pueda imaginarse”. UZAL, FRACISCO. Op. cit., p. 57. Rivera Indarte había pertenecido a la Sociedad Popular Restauradora, incluso compuso un himno a Rosas, pero fue puesto en la cárcel por el robo reiterado de libros y de una corona de una imagen de la Virgen de la Merced. Por estas razones fue mandado prender por Rosas pero logró escapar a Montevideo desde donde se unió a los exiliados y pasó a militar en las filas antirrosistas. 
[23]También aquí se encuentra el origen de la leyenda sobre la posible influencia de Rosas en el asesinato de Quiroga. Este mito ha sido refutado contundentemente tanto por Saldías como por DE PAOLI, PEDRO: Facundo, tercera edición, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974.
 
[24] Es muy conocida la discusión sobre la dureza de Rosas contra sus enemigos internos. Diversos autores han tratado el tema. Tanto los autores revisionistas como Galvez, Sierra e Irazusta como los liberales como Vicente Fidel López se han ocupado de la cuestión. Lynch recoge en su obra la muchos de los testimonios de los historiadores contrarios a Rosas. Ver: LYNCH, JOHN: Juan Manuel de Rosas, tercera edición, Buenos Aires, Emecé, 1985. Poco nombrados son los crímenes del partido unitario. Para esto último recomiendo la lectura de: EZCURRA MEDRANO, ALBERTO: La otras tablas de sangre, Buenos Aires, Haz, 1952 y EZCURRA MEDRANO. ALBERTO: Doce gobernadores víctimas del terror celeste, en: Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas  de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, Comisión de Organización Operativa del Instituto Juan Manuel de Rosas, Año I, segunda época, Nº2, agosto – septiembre, 1969, pp. 6 y 10.
La conocida obra política de Domingo Faustino Sarmiento, el Facundo. Civilización o barbarie cumplió el mismo propósito que la obra de Rivera Indarte, generar la idea a los interventores y la opinión pública internacional de que la agresión estaría justificada por ser la lucha contra un dictador sanguinario.

Viéndose impotente para calmar tanta agitación Mr. Mandeville tuvo a bien de retirarse. Inmediatamente Rozas le ordenó al capitán del puerto que vigilase el movimiento de la bahía. Esa misma noche tuvo parte de que salía para Montevideo un lanchón en el cual en el cual iba un hombre de confianza de Mr. Mandeville. Este hombre transmitía todo lo que Mr. Mandeville le había oído a Rozas. Fue en virtud de este aviso que Rivera procedió sin tardanza, creyendo que las circunstancias denunciadas le aseguraban el triunfo”.[10] 

https://deyseg.com/history/207

 

lunes, 4 de septiembre de 2023

Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 3

 

La cantidad de efectivos empleados, más de 17.000, convirtió a esta batalla en una de las más importantes libradas en América del Sur. Deliberadamente olvidada, Arroyo Grande fue ante todo el fin de los proyectos anexionistas de F. Rivera en complicidad con Pedro Ferré, la Comisión Argentina y los farrapos del sur de Brasil. Con toda justicia Vicente Sierra expresó:
 
“En los fastos de la argentinidad, que constituyen un detalle de la lucha de los hombres de Hispanoamérica para afirmar su razón de ser como pueblos libres y soberanos, hay una deuda de honor con Arroyo Grande y con Manuel Oribe. La ira y el encono de partido no pueden seguir ocultando la verdad de la Historia”.[20]
 
 
3.  Las consecuencias de la batalla
 
La destrucción del ejército riverista sumió en el temor a los unitarios exiliados en Montevideo pues sabían que el próximo paso de Oribe sería el sitio sobre la ciudad, y así ocurrió. A fines de diciembre el ejército federal cruzó el río Uruguay y se dividió en dos columnas. Una pasó a operar en la zona de la campaña para anular a las fuerzas riveristas remanentes. La otra, bajo el mando directo de Oribe, avanzó sobre Montevideo. 
El 3 de enero de 1843 la escuadra de la Confederación comandada por el Almirante Guillermo Brown zarpó de Buenos Aires para comenzar un nuevo bloqueo sobre la capital oriental. 26 días después 2.500 argentinos enviados por Rosas desembarcaron en Colonia y se sumaron a las fuerzas de Oribe. Para el 16 de febrero el ejército federal se encontraba frente a Montevideo.
 
El bloqueo naval de G. Brown se vio interrumpido por la intervención de las naves inglesas comandadas por el comodoro Brett Purvis que se opusieron a las naves nacionales. Las acciones de Purvis motivaron una serie de incidentes diplomáticos que hicieron que el bloqueo naval recién pudiera restablecerse a mediados de junio. Mientras esto ocurría los unitarios intentaron sacar partida de la situación enviando a Florencio Varela a Londres con el fin de que el Foreign Office apoyara las acciones de Purvis. Nuevamente se intentó tentar a los ingleses para que apoyaran al gobierno de Montevideo de forma más contundente, a cambio de entregarles la Mesopotamia. Tres años después el propio F. Varela escribía en el periódico El Comercio del Plata: 
 
“Nada importa que sean provincias [se refiere a Entre Ríos y Corrientes] un Estado independiente (...). Quisiéramos que la cuestión que empieza a ocupar los espíritus, de si convendría o no la separación de las dos provincias entrerrianas, no produjese embarazos ni tropiezos; nosotros no apoyamos ni combatimos la idea; si hubiera conformidad de pareceres, nada tendríamos que objetar” [21]. 
 
Varela llevó también un incentivo más para justificar la intervención. Muchos de los conflictos bélicos han sido y son por motivos económicos, pero en general se busca una excusa – lo que los romanos llamaban casus belli - que justifique las agresiones. Es decir una forma que sea más diplomática y potable frente a la opinión pública nacional e internacional. Por ello Varela llevó consigo las famosas Tablas de Sangre elaboradas por José Rivera Indarte[22]. Se trata de una “obra” realizada a pedido del comerciante inglés Samuel Lafone, quien tenía la concesión de la aduana de Montevideo. Lafone pagó a Rivera Indarte un penique por cada cadáver que le “cargara” a Rosas. Indarte sumó entonces todos los muertos habidos durante el proceso de guerras civiles desde 1829 hasta 1843 y le adjudicó su responsabilidad a Rosas, incluyendo los asesinatos de Manuel Dorrego y Facundo Quiroga[23]. No hace falta agregar que el libelo carece de toda seriedad histórica, pero es cierto que los enemigos de Rosas, su proyecto y del federalismo lo han utilizado como base para la “leyenda negra” en torno a su persona y a los caudillos. Hoy en día es claro que el fin de las Tablas de Sangre [24] era dar una excusa para la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación con fines netamente económicos y anexionistas. La propuesta fue inicialmente rechazada pero dos años después, con un gabinete más belicoso en Londres, las gestiones de Varela y el libelo de Rivera Indarte darían sus frutos.

El sitio avanzaba en forma sumamente lenta, en gran parte gracias a que ingleses y franceses abastecían la ciudad con armas, pertrechos y víveres por medio de sus naves. En la zona de la campaña se produjeron numerosos combates, favorables a uno u otro bando. Lo cierto es que Rivera pudo volver a poner en pie una fuerza respetable, pero el 24 de enero de 1844 al frente de 3.000 hombres fue derrotado por Justo José de Urquiza en la batalla de Arroyo Sauce. El 24 de abril las fuerzas del general José María Paz fracasaron en su intento de romper el sitio de Montevideo, pese al apoyo francés, siendo derrotadas en Arroyo Pantanoso. 
Los unitarios tuvieron un golpe adicional cuando el 4 de julio perdieron a su comandante más capaz. Cansado de las intrigas contra su persona de parte de Rivera y de la Comisión Argentina, el general José María Paz renunció a la dirección de la defensa de Montevideo y marchó a Río de Janeiro. El 27 de marzo de 1845 Fructuoso Rivera, con un ejército de unos 3.000 hombres fue nuevamente derrotado por Urquiza, esta vez en la batalla de India Muerta. Sobre el campo de batalla dejó 400 muertos y 500 prisioneros, huyendo a Río Grande en Brasil. La suerte estaba echada y en cuestión de días Montevideo caería poniendo fin a este largo conflicto. Sin embargo, cuando todo parecía perdido para los unitarios, se produjo la intervención armada de Gran Bretaña y Francia, comenzando el bloqueo anglo– francés. 
 
La escuadra dirigida por el Almirante Guillermo Brown fue apresada por la anglo– francesa sin previa declaración de guerra. Las naves de los interventores desembarcaron tropas en Montevideo para reforzar las defensas y tras una serie de amenazas bloquearon Buenos Aires. 

La negativa de la Confederación Argentina a ceder a sus presiones, actos de violencia y amenazas motivaron que los invasores decidieran forzar a la Confederación a aceptar sus condiciones e intentaron navegar el gran Paraná. En la Vuelta de Obligado los esperaban las baterías dirigidas por el general Lucio Mansilla. Sobre esta batalla trataremos más adelante.
 
 


domingo, 3 de septiembre de 2023

Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 2

Mientras tanto Manuel Oribe penetraba en Entre Ríos y Fructuoso Rivera, sintiéndose fuerte, abandonaba la Banda Oriental y cruzaba el río Uruguay para enfrentarlo. ¿Por qué, pese a la derrota de Costa Brava, Rivera invadió Entre Ríos? En primer lugar la acción, cada vez más firme, de Francia y Gran Bretaña lo animó a buscar una batalla que realzara su decaído prestigio y animara aún más a las potencias a comprometerse en una agresión. En segundo lugar la invasión de Rivera se debió a la genialidad de Rosas que en este episodio ocurrido con el representante inglés, el Sr. Mandeville, muestra toda su astucia. Rosas sabia claramente que las intenciones de los mediadores lejos estaban de buscar la paz sino que su interés radicaba en la modificación del sistema económico de la Confederación y en mantener al Uruguay como la “Suiza del Río de la Plata”, es decir como un centro económico, comercial y financiero dócil a sus intereses mercantiles. Sabía que la mediación no era tal y que Mandeville claramente favorecía a Rivera, dejemos que A. Saldías[9] nos relate el pintoresco episodio:

 
“Aún después de la amenaza contenida en su nota del 26 de noviembre, Mr. Mandeville frecuentaba la casa de Rozas. Guardábasele allí particulares consideraciones, no obstante que el jefe del ejecutivo argentino, en su sagacidad genial, sospechaba que el ministro de S. M. B. hacía llegar oportunamente al conocimiento del gobierno de Montevideo las órdenes militares, movimientos de fuerzas y demás detalles que podía sorprender en el despacho de Rozas donde tenía fácil acceso. Para saber lo que en esto hubiera de verdad, Rozas llamó al mayor Reyes y le dijo: ‘Dentro de poco vendrá Mr. Mandeville, usted entrará a darme cuenta de que las divisiones de vanguardia están a pie; que se ha empezado a pasar por el Tonelero los pocos caballos que hay; pero que por esto y la falta de armas el ejército no puede iniciar operaciones. Yo insistiré para que usted hable en presencia del ministro’. Media hora después entró Mr. Mandeville. Asegurábale a Rozas que se esforzaría para que terminase dignamente la cuestión entablada cuando se presentó Reyes a dar cuenta de lo que, con carácter urgente, avisaba del ejército de vanguardia.
-  Diga usted, ordenó Rozas; el señor ministro es un amigo del país y de toda mi confianza.
-  Reyes dijo, y Rozas se levantó irritadísimo exclamando:
-  Vaya usted, señor, y dirija una nota para el jefe de las caballadas, haciéndolo responsable del retardo en entregar los caballos para el ejército de vanguardia, y otra en el mismo sentido al jefe del convoy. Traígame pronto esas notas, señor, para firmarlas ...
Y como Mr. Mandeville quisiese calmarlo arguyendo que quizás a esas horas todo ya había llegado a su destino:
- No señor, no puede haber llegado todavía! ... y si el pardejón [apodo dado a Rivera] supiera aprovecharse ... pero así es como vienen los contrastes; así es como vienen, decía Rozas cada vez más agitado.
La maniobra dio el resultado esperado ya que Rivera reunió sus fuerzas y con toda prisa cruzó el río Uruguay para obtener lo que creía una fácil victoria sobre el maltrecho ejército de Oribe. Lo cierto es que la situación era completamente distinta. Rosas se había criado en el campo, era administrador de numerosas y prósperas estancias, había combatido a los indios en la gran campaña al desierto de 1832 y participado en las guerras civiles nacionales. Como tal conocía la importancia trascendental de las caballadas para la victoria en una contienda en nuestro territorio. Las características de la Argentina y la Banda Oriental hacían que los caballos fueran un arma fundamental en cualquier conflicto. Por ello siempre se preocupó de que los ejércitos federales contaran con caballos en cantidad y en calidad. Julio Irazusta[11] investigó profundamente el tema, reproduciendo en su obra documentos que tratan sobre el envío de las caballadas al ejército de Oribe. En los mismos aparecen en forma constante recomendaciones y consejos sobre la forma de tratar a los caballos y los cuidados a tener. Rosas había dispuesto incluso el establecimiento de varias zonas destinadas especialmente a la invernada y recuperación de los animales. Son muy interesantes las observaciones de Manuel Gálvez: 
 
“¡El caballo! Rosas sabe lo que significa en nuestras guerras. Nada le preocupa tanto. Llega a tener, en 1840, treinta y dos campamentos – invernadas -, a donde envía los caballos a engordar. Entre todas las invernadas hay alrededor de quince mil caballos. Cada campamento está gobernado por un alcalde, con el cual él se cartea interminablemente (...) Es severísimo con los que descuidan a los caballos. A algunos de ellos, que los han tenido en campos malos, les hace decir que está ‘justamente indignado contra un tan asqueroso, inmundo proceder’, y los llama ‘ indignos del nombre federal y solamente acreedores al más severo y ejemplar castigo’ “.[12]
Tanta importancia se daba a los caballos que Rosas le había encargado a su cuñado y distinguido oficial el general Lucio Mansilla[13] el envío desde San Nicolás de los caballos a Entre Ríos. Irazusta incluso señala que Mansilla encabezaba los documentos con el membrete: El general Encargado de pasar las caballadas para el Ejército de Operaciones de Vanguardia.[14]
Lejos de estar falto de caballos, el ejército de Oribe disponía de más de 20.000[15] aptos para el combate y había recibido todo lo necesario para enfrentar a los riveristas. En este punto hay que señalar dos cosas: en primer lugar la habilidad de Rosas y Oribe para ocultar a los espías la verdadera fuerza de su ejército. En segundo lugar la falta de adecuadas operaciones de reconocimiento – elementales para cualquier operación militar – de las fuerzas de Rivera. A este hecho se sumó el rechazo del general José María Paz a integrarse como jefe del estado mayor de Rivera, por considerar que los intereses argentinos se verían lesionados por el caudillo oriental. Paz veía con temor los proyectos anexionistas de Rivera, tal como lo expresó en sus memorias.
 



2.  La destrucción del ejército unitario
 
Manuel Oribe, bien pertrechado, penetró en el interior de Entre Ríos y se ubicó en una posición fortificada ubicada al sur de Concordia, en Arroyo Grande. Su ejército estaba compuesto por 2.500 infantes, 6.500 hombres de caballería y 18 piezas de artillería[16].

Por su parte Fructuoso Rivera, guiado por los falsos informes y la prisa avanzó contra lo que suponía una fuerza menor con 2.000 infantes, 5.500 jinetes y 16 piezas de artillería. Sus tropas eran orientales, entrerrianas, correntinas y santafecinas en su mayoría. 

El 5 de diciembre Rivera fue notificado por el coronel Baez, -comandante de la vanguardia de su ejército- de la proximidad de Oribe y de la magnitud de sus fuerzas. Pese a las informaciones, en las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre de 1842 inició un impetuoso ataque contra las fuerzas de Oribe, ya dispuestas en orden de batalla. 

Las tropas riveristas quedaron formadas de la siguiente manera: Comandante de todo el dispositivo, general Fructuoso Rivera. Ala derecha: divisiones de caballería orientales y algunas correntinas comandadas por los generales Ávalos y Aguiar. Centro: unidades de artillería e infantería al mando de los coroneles Chilavert[17], Lavandera y Blanco. Ala izquierda: divisiones de caballería correntinas, santafecinas y entrerrianas al mando de los generales Ramírez, López y Galván. 

El ejército de Oribe formó de manera similar, con la caballería en las alas y la infantería y artillería en el centro. Comandante del ejército: general Manuel Oribe. Ala derecha: bajo la dirección del general Justo José de Urquiza [18] divisiones de caballería comandadas por los coroneles Granada, Bustos, García, Bernardo González, Bárcena y Galarza. A ello se sumó una columna que tenía la orden de flanquear al enemigo mientras el ala derecha lo mantenía aferrado al terreno, comandada por Ignacio Oribe, hermano de Manuel. Centro: bajo el comando general del general Ángel Pacheco con una brigada de artillería bajo el mando de los mayores Carbone y Castro, la infantería era mandada por los coroneles Costa, Maza, Rincón Domínguez y Ramos. Ala izquierda: bajo el mando del coronel José María Flores, formada por las divisiones de caballería comandadas por los coroneles Laprida y Losa y los comandantes Lamela, Arias, Castro, Albornoz y Frías. A ello se sumaba, al igual que en el ala derecha, una columna de caballería destinada a flanquear al enemigo al mando del general Servando Gómez. Quedaron en reserva unidades de caballería mandadas por los coroneles Urdinarrain, Olivera y Arredondo[19]. 

Manuel Oribe contaba con la gran ventaja de que la mayor parte de sus oficiales eran veteranos de las guerras de independencia, de las guerras civiles y de la guerra contra el Brasil, con soldados muy fogueados y experimentados. Rivera por el contrario se encontraba con menos oficiales experimentados. Pero por sobre todo contaba con un ejército formado por contingentes que se habían formado con tropas de diferentes lugares y que respondían a sus propios comandantes - Pedro Ferré con sus correntinos y Juan Pablo López con los santafecinos – por lo que la coordinación era muy difícil. Por si fuera poco, como hemos visto, el más capaz de los oficiales el general José María Paz había abandonado el ejército conocedor de las verdaderas intenciones de Rivera.

En las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre F. Rivera lanzó la caballería de ambas alas contra los flancos del ejército de M. Oribe. La carga fue realizada con gran ímpetu, logrando desorganizar a algunas unidades con el consiguiente peligro de que envolvieran a otras generando una ruptura del frente. Ante el peligro Oribe dispuso que la caballería de reserva reforzara los flancos. Se produjo un violentísimo entrevero cuerpo a cuerpo, entre cuchilladas, disparos, lanzazos y sablazos. En media hora se decidió la suerte del combate. 

El número, la veteranía y el excelente estado de las caballadas de Oribe se impusieron sobre las fuerzas de Rivera. Ambas alas sufrieron grandes bajas, superadas y deshechas se retiraron del campo de batalla siendo perseguidas por la caballería federal. Solamente quedó en pie el centro, defendido por la infantería de Blanco y Lavandera y la artillería de M. Chilavert. Oribe concentró su artillería contra el centro unitario y cargó a bayoneta con su infantería. Sin apoyo en los flancos por la dispersión de la caballería, rápidamente el centro unitario colapsó cayendo en poder de los federales.

La persecución sobre los vencidos fue implacable, 4.000 jinetes aniquilaron a los dispersos restos del ejército unitario. Rivera huyó del campo de batalla arrojando su chaqueta bordada, su sable y sus pistolas. Por ello el general unitario César Díaz expresó en sus memorias: todo se perdió, hasta el honor. Luego cruzó el río Uruguay y comenzó a organizar fuerzas en el norte de la Banda Oriental. Pedro Ferré también huyó, tras pasar por Corrientes, y se refugió entre los farrapos del sur de Brasil. Al llegar las noticias a Montevideo se le encargó su defensa al general José María Paz. El ejército riverista quedó completamente destruido. Sobre el campo de batalla dejó 2.000 muertos y 1.400 prisioneros. Muchos de estos últimos, la mayoría de los oficiales y sargentos, fueron posteriormente degollados como lamentablemente era usual durante nuestras guerras civiles. Perdió también toda la artillería, el parque y 24.000 caballos. Los sobrevivientes se dispersaron, huyendo a la otra banda y hacia Corrientes con lo cual toda reorganización fue imposible. Las fuerzas de Oribe apenas tuvieron 300 bajas entre muertos y heridos, lo que nos da una idea de la magnitud de la victoria. 


Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 1

 


Lic. Sebastián Miranda

El 6 de diciembre de 1842 el ejército federal comandado por Manuel Oribe venció a las fuerzas unitarias dirigidas por Fructuoso Rivera, lo que le permitió cruzar el río Uruguay y sitiar por segunda vez la ciudad de Montevideo. Arroyo Grande,
injustamente olvidada, fue una de las batallas más importantes libradas en la Historia de América del Sur
 
1.  El camino hacia Arroyo Grande
 
Después de la victoria de la escuadra de la Confederación Argentina[1] sobre la flota riverista en Costa Brava (ver DeySeg Nº 27) quedó allanado el camino para que el ejército federal comandado por Manuel Oribe penetrara en Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental. 
 
Fructuoso Rivera y sus aliados de la Comisión Argentina[2] comprendieron que la situación era desesperante y que era poco el tiempo que les quedaba antes de que Oribe volviera a controlar la Banda Oriental. Inmediatamente aceleraron las negociaciones con Gran Bretaña y Francia para que intervinieran directamente en el conflicto. La intervención implicaría la mediación en primera instancia – aunque sumamente parcial - y si esta no resultaba solicitaban lisa y llanamente la acción armada para detener a Oribe y a Rosas. A tal efecto la Comisión Argentina solicitó que los ministros de Francia y Gran Bretaña enviaran una nota a Rosas intimándolo a aceptar la mediación. Veamos los términos en que uno de los encargados de la diplomacia riverista, - Francisco A. Vidal – se dirigía a los “mediadores” el 24 de agosto de 1842: “(...) El gobierno de S. M. B. tiene la decidida voluntad de que la guerra cese y se preserve la tranquilidad y el bienestar de la república del Uruguay y que se comprometerían con la invasión del ejército del gobernador Rozas: [en realidad era el de Manuel Oribe, legítimo presidente depuesto por un golpe de Estado de F. Rivera] para conseguir el gobierno inglés su objeto, ha hecho ofrecer nuevamente su mediación en unión con la Francia. 
Ha hecho más: ha ordenado a usted que en caso de negarse obstinadamente el general Rozas, se le declare terminantemente que las potencias mediadoras no serán indiferentes a esta guerra sanguinaria. No puedo entender que el gobierno de S. M. después de haber sufrido una primera repulsa del gobernador de Buenos Aires, hiciese una mera y formal oferta de esa mediación, sin la resolución de sostenerla en caso de ser nuevamente despreciada; ni que hubiese ordenado a usted declarase al mismo general Rozas, que no sería indiferente en esa guerra si se empeñara en llevarla adelante, sino estuviese decidido a ejecutar su declaración. 
Esta declaración en mi concepto no ha de ser vana: la orden que Lord Aberdeen dice haber dado de hacer cesar la guerra se ha de cumplir”.[3]
 


General Manuel Oribe

La carta a Mandeville habla por sí sola, pues directamente es una invitación a la intervención armada ante el posible rechazo de Rosas. Y los emigrados en Montevideo conocían bien el carácter de Rosas, sabiendo claramente que no aceptaría la mediación. A continuación de lo expuesto Vidal agregó: “(...) dos o trescientos ingleses y franceses, o igual número de unos u otros, no harían inexpugnable a Montevideo, pero mostrarían que la protección que los mediadores le dispensan era formal y seria (...)”.[4] Para Vidal, Rivera y la Comisión Argentina la “mediación” era sinónimo no de arbitraje sino de intervención armada a favor de uno de los bandos.[5]

Las gestiones dieron resultado, pues el 30 de agosto de 1842 las potencias enviaron una nota a Rosas ofreciéndole una nueva mediación. Recordemos que Rosas ya había rechazado una propuesta anterior, pues la misma no contemplaba el reconocimiento de Manuel Oribe como presidente de la Banda Oriental. Para la Confederación Argentina la presencia de Rivera en la Banda Oriental implicaba un serio riesgo para su integridad territorial, pues como hemos visto este – además de apoyar las coaliciones extranjeras contra nuestro territorio – tenía entre sus principales proyectos la anexión de la Mesopotamia. En estas circunstancias Juan Manuel de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación no podía nunca aceptar a Rivera como presidente. A ello debemos sumar que el presidente legítimo era Oribe y que la presencia unitaria en la Banda Oriental atentaba contra el sistema económico proteccionista adoptado por Buenos Aires. 

Rivera intentó afianzar el frente interno reuniéndose a fines de agosto y comienzos de septiembre en la localidad oriental de Paysandú con el general José María Paz; con Pedro Ferré, gobernador de Corrientes y con Juan Pablo López de Santa Fe, dando lugar a lo que se llamó la conferencia de Paysandú. Las conversaciones se prolongaron hasta mediados de octubre pero, debido a las diferencias entre los participantes, en especial a los recelos y envidias, fracasaron. A pesar de su fracaso Rivera, Ferré y López pudieron unir sus fuerzas. Las divergencias solamente sirvieron para favorecer a Oribe y a Rosas.  

Faltos de unidad en el plano interno, Rivera y la Comisión Argentina insistieron en buscar el apoyo externo aprovechando las circunstancias internacionales favorables a sus proyectos. Manuel Moreno, embajador argentino en Londres, advirtió al ministro de relaciones exteriores nacional - Felipe Arana - el peligro de una intervención y las verdaderas intenciones de Gran Bretaña: “La política del gobierno inglés está concentrada en el principio de extender todos los mercados que disfruta, y abrir todos los nuevos que pueden procurar a las inmensas producciones de su industria, que la sofocan y oprimen. Los demás gobiernos sienten más o menos esta misma necesidad de mercados y se afanan por obtenerlos; así es que las cuestiones comerciales están tomando de día el carácter y la importancia de cuestiones de Estado”.[6] En efecto, Gran Bretaña producía una enorme cantidad de mercaderías gracias a la Revolución Industrial pero esto demandaba la necesidad de grandes mercados para colocar sus producciones. La tecnificación también generaba desempleo, al reemplazarse a muchos obreros por máquinas. La situación social se agravó en la Gran Albión, al punto de producirse grandes conflictos sociales en Manchester, Glasgow y Edimburgo[7]. La explosiva situación interna aceleró los preparativos británicos para forzar un cambio radical en el sistema económico de Rosas que le abriría los mercados orientales, de la Confederación y el Paraguay a sus productos.



General Fructuoso Rivera
 
El 18 de octubre Rosas, por medio Felipe Arana, contestó a Francia y Gran Bretaña rechazando la mediación. Explicó que aceptarla implicaba reconocer a Rivera como gobernante legítimo de la Banda Oriental, cuando era en realidad un caudillo alzado en armas que además de deponer a Oribe había fomentado las agresiones contra nuestro territorio poniendo en riesgo su integridad territorial. El 26 de noviembre los “mediadores” mostraron claramente sus verdaderas intenciones, diciendo por medio de un comunicado que sus gobiernos tendrán: “el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” [8]. El documento es contundente y anticipa lo que ocurrirá dos años después: la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación. Esta no sería ni por los derechos humanos, ni para derribar una supuesta tiranía, ni por razones humanitarias. Sería para forzar la navegación de los ríos interiores e inundar de mercaderías importadas nuestro territorio. El sistema económico proteccionista de la Confederación les impedía la expansión de su comercio.