miércoles, 2 de enero de 2019

Discurso: “Gravitación de Argentina en el mundo” - Parte 4


Los argentinos repudiamos la concepción totalitaria de la vida, el avasallamiento de la dignidad del hombre por los poderes arbitrarios del Estado, la filosofía atea y el materialismo de todos los extremismos. Estamos dispuestos a defender por todos los medios nuestro acervo espiritual contra la penetración de ideologías repugnantes a nuestra conciencia de pueblo democrático y católico, y este gobierno ha dado pruebas concluyentes de su firmeza en la represión de las acciones disolventes del comunismo.

No necesitamos extendernos para reiterar que Argentina es una parte del mundo occidental. Negarlo o ponerlo en duda es negar nuestra existencia misma en su raíz histó­rica y espiritual y en su realidad geográfica y política actual.

Sin embargo, la forma confusa y tergiversada con que demasiado frecuentemente se viene acudiendo a este con­cepto, nos obliga a reiterar algunas apreciaciones acerca del mismo.

Considero que el concepto occidental tiene un signifi­cado fundamentalmente espiritual y en tal sentido lo vincu­lo a la definición de la posición internacional argentina. Somos occidentales en tanto católicos y democráticos, es decir, en cuanto sustentamos una concepción trascendente de la vida que nos lleva a reivindicar para el hombre una dignidad que está por encima de toda consideración utili­taria y que nos induce, en razón de ello, al respeto de la persona humana, emanado del amor cristiano que no reco­noce ni admite diferencias ni discriminaciones.

Por su fundamento cristiano, el concepto occidental no tiene un carácter excluyente ni restrictivo sino universal. No puede ser utilizado para justificar el predominio o la superioridad de un grupo de naciones sobre otras sino que, por el contrario, conduce a establecer los fundamentos para una auténtica comunidad internacional, dentro de una convivencia fraternal y justa, único basamento para una paz duradera.

Por ello la idea de occidentalismo no puede ser utilizada para mantener indebidamente el sojuzgamiento colonial por algunas naciones so pretexto de que éstas sean deposi­tarias de tradiciones occidentales.

Hay naciones que han pretendido mantener privilegios injustos en el orden internacional a título de ser defensoras del mundo occidental. Esos privilegios consisten gene­ralmente en ventajas comerciales no equitativas o en la explotación de los recursos de otros pueblos, económica­mente más débiles, sin una compensación adecuada. Nada ha causado más daño a los altos ideales de Occidente que estas tergiversaciones aplicadas a defender la injusticia, ya que ellas han sido luego hábilmente utilizadas por la prédica comunista contra los ideales verdaderos y sus defen­sores sinceros.

En los países en que como el nuestro, junto con los muchos beneficios recibidos de nuestras relaciones económicas internacionales hemos padecido los efectos negativos intereses de intereses egoístas e injustos de algunos sectores económicos extranjeros, nos hemos encontrado también con mu­cha frecuencia que tanto empresarios extranjeros de esos intereses como los nacionales vinculados a los mismos, han querido defender, mantener o imponer sus privilegios tan injustos como totalmente utilitarios en nombre de supuestos ­ideales espirituales de Occidente. También en estos casos los sectores que actúan, están dañando gravemente a los ideales que invocan para defender sus intereses y proporcionan su mejor argumento a la prédica disolvente antioccidental.

Por contraposición queremos señalar, como ejemplo de una posición occidental, adoptada por el Presidente Kennedy al anunciar su programa de “Alianza para el Progreso”, que acaba de ser sancionado por la reciente Confe­rencia de Punta del Este y para cuyo exitoso cumplimiento está requiriendo amplios recursos de su propio pueblo. El presidente Kennedy nos ofrece así el testimonio de una nación poderosa que no quiere volcar su fuerza para ex­plotar o sojuzgar a otros pueblos sino que comprende que la mejor contribución a su propio bienestar y sus ideales consiste en cooperar para el progreso económico y el bie­nestar social de los países subdesarrollados.


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