martes, 1 de enero de 2019

Discurso: “Gravitación de Argentina en el mundo” - Parte 2

Siempre hemos creído que al gobernante no le basta con cumplir y hacer cumplir formalmente las leyes de la República.  El gobernante es un intérprete de su pueblo y servidos de sus ideales e intereses.  Como tal debe buscar inspiración en un diálogo ininterrumpido con sus mandantes, con los representantes de todos los sectores y de todas las opiniones sin subordinarse, por supuesto, a ninguno en particular.  Por eso no consideramos impropio analizar y discutir nuestra gestión con todos aquellos que contribuyen a labrar el destino nacional, sean militares o civiles, empresarios u obreros, estudiantes, técnicos, maestros o simples ciudadanos.  

Pero considero también que no hay gobierno sin responsabilidad.  No permaneceríamos ni un minuto en el cargo si se pretendiera que renunciáramos, siquiera parcialmente, a las responsabilidades constitucionales.  Soy el jefe del Poder Ejecutivo y tengo la unipersonal responsabilidad del cumplimiento de los deberes que la Constitución le impone.  Asumo íntegramente esa responsabilidad y no estoy dispuesto a rehuirla, a delegarla o a descargarla en funcionarios que cumplen lealmente las instrucciones que les imparte el presidente de la Nación.
Tal conducta sería impropia de un jefe que aspira al respeto de sus subordinados.

Como presidente de la Nación y dentro del marco de la división y la complementación de los tres poderes del sistema republicano, he asumido ante el pueblo la responsabilidad de ejecutar un programa de gobierno aprobado en comicios libres y que se resume en los siguientes objetivos:
1) Legalidad y vigencia plena del orden jurídico-democrático.
2) Paz social, participación activa de productores y obreros en la consolidación y progreso de la economía nacional.
3) Estabilización y desarrollo económico.
4) Política internacional al servicio del desarrollo interno y ajustado al cumplimiento estricto de las obligaciones que impone la comunidad de las naciones libres, para el afianzamiento de la paz mundial.

Estos objetivos no pertenecen a un gobierno determinado ni han sido inventados por mi partido o por mí.  Todos ellos son imprescindibles e interdependientes. Constituyen el programa de una Nación que necesita cumplirlo totalmente, si ha de sobrevivir como comunidad civilizada.  No cabe en ellos opción alguna porque no son expresiones circunstanciales ni postulados particulares sino necesidades objetivas, históricamente preestablecidas por la realidad de nuestro país y del mundo.

En efecto, no hay opción alguna entre la legalidad y la anarquía; los argentinos no podemos sobrevivir si no extirpamos totalmente el odio partidista y sectario que nos divide y si no creamos las condiciones institucionales, morales y sociales que hagan posible la convivencia pacífica de todas las opiniones y todos los intereses que se ajusten a la ley.

Tampoco hay opción entre la paz social y el odio de clases.  Un país aletargado, detenido en su crecimiento, descapitalizado en los sectores vitales de su economía, no puede entregarse a un estéril enfrentamiento por el reparto de la renta nacional que es característica de las luchas sociales en los grandes países desarrollados.  El signo característico de nuestros problemas es el de su condición nacional y en ese sentido, por grandes que sean las diferencias entre los distintos sectores sociales, ellas deben quedar subordinadas a la unidad nacional frente a las dificultades externas, toda vez que si no afirmamos la independencia económica y la soberanía no habrá soluciones permanentes para nadie. Este es el único camino para construir una economía de abundancia que haga posible la justicia social perdurable.  Se equivocan entonces los empresarios que hacen del provecho su única aspiración cuando tienen que reinvertir sus utilidades en la capitalización de sus empresas y cuidar celosamente ese capital fundamental e insustituible que es el trabajo y el bienestar de sus obreros.  Se equivocan igualmente los dirigentes obreros que consideren que no interesa a la clase trabajadora otra cosa que el aumento nominal de sus ingresos cuando saben que ese aumento es ilusorio en una economía de subproducción y de enormes presiones inflacionarias.


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