El 27 de junio de 1975 más de 100.000 obreros ocuparon Plaza
de Mayo contra el gobierno de Isabel Perón y llevaron a cabo el primer gran
paro general de la clase obrera argentina contra un gobierno peronista.
El 4 de junio de 1975 Celestino Rodrigo, ministro de
Economía, anuncia un paquete de medidas que trascendería bajo el célebre apodo
de “Rodrigazo”. Se termina así con el “Pacto Social” que desde 1973 regía la
relación entre los patrones, el Estado y los trabajadores. Se trataba de un
ajuste que beneficiaba al capital local y financiero más concentrado, una
política de shock para revertir la crisis económica.
Entre las medidas tomadas se encuentra una devaluación del
peso con relación al dólar que oscila entre el 80 y el 160% y un aumento
sideral de los precios que en algunos casos llega al 180% como en las naftas o
el 75% en las tarifas de colectivos. Otra medida que exacerbará el ánimo obrero
y predispuso a los sindicatos dirigidos por la burocracia peronista contra el
plan fue el anuncio del congelamiento de las paritarias y el establecimiento de
los topes salariales.
La respuesta de los trabajadores no se hizo esperar y corrió
por cuenta de la base obrera y el activismo. La punta del conflicto fue la IKA
Renault de Córdoba donde el 2 de junio los obreros en asamblea deciden
contestar a los todavía rumores sobre el plan económico con un abandono de
tareas. El ejemplo ganará a las fábricas del interior del país –esencialmente
Córdoba y Santa Fe– y del Gran Buenos Aires. Pese a las derrotas previas
sufridas por las vanguardias que venían del Cordobazo, del primer clasismo
(Sitrac-Sitram), de Luz y Fuerza Córdoba (Agustín Tosco), del SMATA Córdoba
(René Salamanca) y de la combativa UOM Villa Constitución (Alberto Piccinini),
la clase obrera de Córdoba, Santa Fe y Mendoza jugará un papel de primer orden
en los acontecimientos.
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