-¿Hay alguna continuidad entre este golpe y los que siguieron?
-Tuvimos tantos que se los puede comparar: todos tuvieron algún tipo de apoyatura civil más o menos activa. Lo vimos en 1930 y fue mayor en 1955: días después del golpe, la Plaza de Mayo se llenó por completo, aunque era un apoyo de clase media para arriba. Todos fueron golpes que derrocaron gobiernos con base popular, considerados demagógicos y que atentaban contra el normal funcionamiento de la República. La retórica es diferente del ‘30 al ‘55, pero hay elementos comunes: son golpes “contra gobiernos autoritarios que ceden a los deseos de la plebe, de la masa”, según la lógica de quienes los encabezaron.
-¿Cuál fue el papel de la Corte Suprema durante el gobierno de Yrigoyen y ante el golpe?
-El radicalismo de 1916 llegó al gobierno pero no necesariamente al poder. En los ‘20 está mejor en este aspecto, porque tiene un control directo o indirecto de las cámaras, pero con la justicia tiene un problema serio: no tiene una presencia firme, la judicatura responde a sectores conservadores. El radicalismo debe convivir con eso, lo que le trae problemas en la aplicación de medidas por tener el Poder Judicial en contra. Esa desconfianza de la Justicia y la Corte hacia Yrigoyen es lo que puede explicar lo que ocurrió: de manera medio desprolija, con una acordada, se convalidó el golpe. La UCR tenía apoyo de la clase media, tenía abogados para ocupar el Poder Judicial, pero no lo hizo.
Yrigoyen era audaz políticamente, pero eso lo usó para fortalecer al Ejecutivo, no para avanzar en transformaciones de estructuras de poder en otro lado: con el Ejército tendió a la conciliación, cedió al clero, lo mismo con la justicia. Fue una estrategia cauta, moderada, de evitar grandes cambios.
-¿Y qué papel cumplió aquella acordada para los siguientes golpes?
-Fue un elemento de peso sin duda. Hay muchas cosas que están en la Constitución pero se duda de su legalidad al aplicarlo. Un ejemplo es la intervención federal, de las que hubo muchísimas en el gobierno de Yrigoyen, más que con los conservadores. Otro caso al borde del cuestionamiento de las normas: el radicalismo, bien presidencialista, logró el control del Parlamento y tendió a vaciarlo en su funcionamiento.
Lo del ‘30 es un salto cuantitativo y cualitativo, de una envergadura gigantesca: una fuerza que debe estar subordinada al gobierno civil lo acaba derrocando. Cuando la Corte Suprema buscó decir que no ocurrió lo que ocurrió o justificarlo por la situación de desorden público y vacío de poder, generó antecedentes de enorme gravedad: dio aval a esa iniciativa de las FFAA. Los golpes de 1930 a 1983 fueron más allá de la lógica institucional: fueron intentos de sectores de la clase dominante de hacerse del control directo para aplicar sus medidas y sus políticas. Para la clase dominante es más eficaz gobernar sin Parlamento, sin debate público y con estado de sitio.
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