sábado, 24 de noviembre de 2018

BATALLA DE LA TABLADA - 22 de junio de 1829 - Parte 5


Se suceden los choques vigorosos y las cargas resueltas, hasta que las fuerzas de Quiroga se paran, arrolladas pero no vencidas del todo. Ceden terreno, se repliegan en desorden sobre las reservas, pero no huyen decididamente. Aún tienen esperanzas, porque las últimas reservas no ceden. 
El general Paz las ve desde lejos y las describe en esta forma: "formaban un compacto grupo de más de mil hombres que su terrible jefe (era allí ,donde estaba Quiroga) hacía esfuerzos sobrehumanos para reorganizar y traer otra vez al combate. Los momentos eran preciosos y era preciso aprovecharlos para no darle tiempo y consumar su derrota. Quiroga era el alma y el nervio de su ejército, y era allí, donde él estaba, el punto esencial y decisivo del combate".

Desde que descubre el lugar donde se encuentra Facundo, Paz deja el control de todo el resto de la lucha en manos de su jefe de Estado Mayor, y se contrae a la atención de aquél. Sólo tiene un propósito: derrotar al enemigo antes de que Quiroga logre reorganizar al grupo que lo rodea. Animado por este pensamiento, convencido de que aquí se libra en definitiva la suerte del combate, reúne cuanto escuadrón encuentra a su paso. Pero el total de hombres así logrado no pasa de trescientos, y entonces, ¿cómo lanzarlos sobre los mil jinetes que Quiroga manda en persona?

Paz no puede cometer un error semejante, por mucho que de su acción dependa el resultado de la lucha entablada. Ve que nuevas partidas van reuniéndose al grupo central de la caballería enemiga, y comprende que sólo le queda un camino: hostilizarlos para que tengan que continuar su retirada, sin tiempo para reorganizarse.

"Nuestros escuadrones -dice Paz explicando sus maniobras- eran sencillos, es decir, formaban una sola fila para suplir la escasez del personal y pude medio arreglar cuatro o seis, formando escalones, ya por la izquierda, ya por la derecha, amagando uno u otro costado del enemigo, logrando que aquel que amenazaba cargar volvía caras y se ponía lentamente en retirada. Entonces se hacía la maniobra de un modo inverso, y se conseguía hacer retroceder a los que habían quedado firmes".

Era lucha del ingenio, quizá del genio militar , contra el coraje, contra la fiereza. No se trata de valor, sino de dominio de las tácticas militares, pues la figura de Facundo continúa dominando el campo, como su propio enemigo lo reconoce:

"Era fácil conocer el punto que personalmente ocupaba Quiroga, pues allí se contenían los que iban en retirada, y daban frente a los que los perseguían, pero mientras volvían a otro punto, mediante los continuos amagos de nuestros escuadrones, volvían a continuar la retirada. Allí fue donde aquel caudillo atravesó con su terrible lanza a algunos que fueron menos dóciles a su mandato. En cuanto a mí, era seguro que si yo me desorganizaba, aunque no fuese enteramente, y si permitía que el enemigo volviese sobre sí, era peligrosa mi situación".

Durante dos horas, aquel duelo entre Facundo y Paz se realiza en medio de cargas y más cargas de caballería, siempre con armas blancas, sin que se escuche siquiera un disparo. Se alejan hasta dos leguas del campo de batalla, como si el de ellos fuese un pleito ajeno al que están tratando de resolver los otros. Al cabo de ese tiempo, Paz, que no ha dejado de enviar mensajes pidiendo recursos, comienza a comprender que si tardan en llegar, está perdido. Mas cuando todo va encaminándose en tal dirección, llegan los refuerzos pedidos: doscientos hombres del batallón número 5, con dos piezas de artillería.

Cuando los cañones comienzan con sus disparos, y la caballería carga protegida por el fuego de ellos, las fuerzas de Quiroga que aún tratan de hacerse fuertes en el linde de un bosque, no tienen más remedio que penetrar en él, en el momento en que entrando ya las sombras de la noche, se interrumpe el combate.


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