No obstante las ventajas
territoriales obtenidas por el Brasil en la República del Uruguay, la
diplomacia brasileña enfrentaba un obstáculo serio con este país. El tratado
del Pantanoso firmado entre Oribe y Urquiza el 8 de octubre de 1851 estableció
el principio de "ni vencedores ni vencidos", lo que dejaba a los
"blancos" en pleno ejercicio de sus derechos cívicos y con claras
posibilidades de llegar al gobierno, ya que eran mayoría en la república
oriental. Nuevamente Urquiza había obrado unilateralmente, pero esta vez
perjudicaba no a los intereses de Rosas sino a los del Brasil. El Imperio no
toleraría a los blancos que habían seguido a Oribe, aliado del tan detestado
Rosas. Preocupado por el seguro triunfo de los blancos, el senador y jefe del
partido saquarema Honorio Hermete Carneiro Leao se entrevistó con Urquiza días
después de Caseros para conversar sobre este tema. Urquiza le contestó que el
Brasil debía dejar en paz a los orientales.
El 1º de marzo de 1852 se dio el triunfo en Uruguay de Juan
Francisco Giró, del partido blanco. Disgustadas por el resultado, las
autoridades brasileñas exigieron el cumplimiento de los tratados Lamas a través
de Carneiro Leao. El presidente Giró rechazó la exigencia brasileña, confiando
en el apoyo de Urquiza y alegando que la Confederación Argentina, en su
carácter de firmante de la Convención de Paz de 1828, era parte interesada en
la cuestión. Pero a pesar de las expectativas de Giró, Urquiza, que era deudor
del Brasil y que a partir del Protocolo de Palermo del 6 de abril de 1852 ya
era el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, decidió
convalidar la posición del Imperio.
Además, el 28 de agosto Urquiza decretó la libre navegación
de los ríos (2) y se dispuso a reconocer la independencia paraguaya, enviando a
Santiago Derqui para negociar con el presidente paraguayo Carlos Antonio López
(3). Ambas medidas eran viejas aspiraciones brasileñas.
Finalmente, el triunfo de Urquiza trajo una consecuencia no
buscada: la rebelión de la provincia de Buenos Aires contra su autoridad a
través de la revolución del 11 de septiembre de 1852, y su erección en Estado
separado. Este acontecimiento abría una nueva etapa de guerras civiles entre el
Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina que recién se cerraría en
1861.
2 . En julio de 1852 el nuevo
gobierno de la Confederación Argentina reconoció oficialmente la
independencia del Paraguay, extendiendo a los habitantes de aquel país el
mismo derecho de libre navegación del que disfrutaban los ciudadanos de
las provincias del Litoral (Tratado de Límites, Amistad, Comercio y
Navegación, Asunción, 17 de julio de 1852, ANA-SH, 298, Nº 17, cf. Thomas Lyle Whigham, The Politics of River Commerce
in the Upper Plata, 1780-1865, Stanford University, Ph.D. dissertation, 1986,
p. 116). A pesar del nuevo orden de cosas, la contradicción de intereses
entre Buenos Aires y los estados platenses del norte constituía un
obstáculo estructural que fue parte de la vida económica del Alto Plata,
más allá de la sanción de medidas legales a favor del libre comercio y la
libre navegación de los ríos.
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